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Siete obispos greco-católicos en Rumania fueron beatificados por el Papa Francisco

Siete obispos greco-católicos en Rumania fueron beatificados por el Papa Francisco

Estos santos mártires fueron un ejemplo de fe y amor para sus pueblos.

El Papa Francisco llevó a cabo liturgia con la beatificación de siete Obispos mártires greco-católicos, en el Campo de la Libertad, en la zona oriental de la ciudad de Blaj, en Rumania,

Monseñor Iuliu Hossu, Mons. Vasile Aftenie, Mons. Ioan Bălan, Mons. Valeriu Traian Frențiu, Mons. Ioan Suciu, Mons. Tit Liviu Chinezu, Mons. Alexandru Rusu, fueron quienes ayudaron a pedir, a la dictadura comunista, el reconocimiento del pueblo rumano como nación, la libertad y la igualdad de derechos civiles.

El Pontífice dijo que estos nuevos siete obispos beatos “manifestaron una fe y un amor ejemplar hacia su pueblo”.

Añadió que “con gran valentía y fortaleza interior, aceptaron ser sometidos a un encarcelamiento severo y a todo tipo de ultrajes, con tal de no negar su pertenencia a su amada Iglesia“.

“Estos pastores, mártires de la fe, han recuperado y dejado al pueblo rumano una preciosa herencia que podemos resumir en dos palabras: libertad y misericordia”, dijo el Papa.

Luchar contra las nuevas ideologías

El el Papa Francisco concluyó su homilía animando a los fieles “a llevar la luz del Evangelio a nuestros contemporáneos y a seguir luchando, como estos beatos, contra estas nuevas ideologías que surgen”.

Animó al pueblo rumano a ser testigos de libertad y de misericordia, haciendo prevalecer la fraternidad y el diálogo ante las divisiones, a través –dijo-, de la fraternidad, que encuentra su origen en el período de sufrimiento en el que los cristianos, dispersos a lo largo de la historia, se han sentido cercanos y solidarios”.

¿La Cuaresma es un acto de sacrificio?

¿La Cuaresma es un acto de sacrificio?

Una pregunta que nos hacemos los católicos ¿Por qué buscamos sacrificios cuando Dios lo que quiere es misericordia?

Tradicionalmente, la Cuaresma es una época de penitencia, en preparación para la celebración del gran misterio de la fe. Las vías que históricamente dio la Iglesia para cumplir con este carácter penitencial fueron la oración, el ayuno y la limosna. Las últimas dos tienen particular relevancia con el pensamiento social cristiano.

En primer lugar, bíblicamente el ayuno tiene un significado mayor a la mera abstención de alimentos o bebidas. Se relaciona con el fortalecimiento del espíritu a través de la disciplina que separa de la rutina y ayuda a conectarse de mejor manera con Dios, al mismo tiempo que se reconocía la propia miseria humana. Así, en la biblia encontramos que se ayunaba 1) para estar atentos espiritualmente a la tentación; (Mateo 4, 2) 2) para conocer la voluntad de Dios; (Jueces 20, 26; Hechos 14, 23) 3) para mostrar arrepentimiento; (1 Samuel 7,6; 2 Samuel 12, 16; Daniel 9, 3; Jonás 3, 5) 4) para implorar la protección divina; (2 Crónicas 20, 3; Esdras 8, 21-28) 5) como parte de la adoración (Lucas 2, 36-37; Hechos 13, 2-3) y 6) como símbolo de tristeza (1 Samuel 31, 13; 2 Samuel 12, 16-23)

Si embargo, el ayuno conlleva el gran riesgo de dejar de lado la dimensión espiritual y trascendente de la práctica para concentrase en la abstención de alimentos, reducido a un mero ritualismo. Esta reducción es severamente criticada por los padres de la Iglesia. Por ejemplo, es célebre la sentencia de San Juan Crisóstomo: “¿De qué te sirve no comer carne, si devoras a tu hermano?” Con esta pregunta tan severa, no pretende abolir el ayuno, sino devolverlo a su sentido verdadero: renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos desordenados y entregarse a las y los hermanos en necesidad. En efecto, si despojamos al ayuno de su sentido espiritual se vuelve un rito vacío que es totalmente inútil. ¿Qué tenemos que hacer? Ayunar con pleno sentido penitencial y abierto al amor.

Lo cual nos lleva a la tercera vía: la limosna. Lamentablemente, la práctica asistencialista que perduró durante siglos han hecho que la misma palabra caridad se entienda como sinónimo de la limosna como práctica asistencial y marginal. Los padres de la Iglesia señalan la centralidad de la ayuda al prójimo en necesidad dentro de la vida cristiana. En este sentido, hay que rescatar a la caridad de su comprensión paternalista, de dar lo que sobra para acallar las conciencias, y recuperar su verdadera acepción como amor: denuncia profética de las condiciones estructurales que genera, reproducen y perpetúan la pobreza y las desigualdades al tiempo que anuncia (y construye las condiciones que permitirán) la llegada del Reino de Dios y su justicia.

En este sentido, las vías penitenciales de oración, ayuno y caridad son sacrificios no porque implican una renuncia por la renuncia, por mero ritualismo, sino porque implica una renuncia que permitirá a las y los creyentes darse verdaderamente a Dios y al prójimo, sin olvidar la sentencia joánica de que quien ama a Dios, pero aborrece al hermano miente y la verdad no está en él.

¿Qué me sucede si no asisto a la misa de cenizas?

¿Qué me sucede si no asisto a la misa de cenizas?

Para los que no asistieron a sus parroquias a recibir la ceniza, y les queda la duda si esta falta representa un pecado, le tenemos la respuesta.

La imposición de la ceniza es un sacramental que nos prepara hacia la recepción de los sacramentos. Es decir, un signo no obligatorio, mediante el cual nos ponemos en proceso para llegar a lo que es obligatorio.

“Es algo así como si tuviéramos que participar de un banquete, en el que se ofrece la prueba de lo que se va a dar. Si por algo no podemos tomar la prueba, lo que sí es importante es que participemos del banquete a plenitud, para lo cual es importante irnos disponiendo. En este caso, el banquete es la Pascua”.

La ceniza, si bien es un signo externo de conversión hacia la Pascua, recibirla no tiene ningún sentido si no existe un propósito de revisar y corregir actitudes, fallas y limitaciones personales, si no se tiene la intención de salir al encuentro del otro. “Todo lo cual nos prepara para llegar a la Semana Santa y vivirla en plenitud, para festejar la Solemnidad de la Pascua.”

Si por ciertas circunstancias a alguien no le es posible acudir a tomar ceniza, no se debe preocupar, pues no se trata de algo obligatorio; lo que sí es indispensable es recorrer dicho camino de preparación”.

“El Evangelio lo dice: ‘Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando’. Así, la ceniza puede convertirse sólo en un signo externo si es que no nos lleva hacia lo interno”.

Quien acude a tomar ceniza, para que no se quede en un acto de hipocresía o falsedad, es importante que se confiese durante la Cuaresma, el tiempo propicio para cumplir con este sacramento, sobre todo si lo hace una vez por año.

¿Qué nos dice la Iglesia sobre la ceniza en al frente?

En los primeros siglos del cristianismo, cuando un miembro de la comunidad pecaba gravemente, era recibido en la asamblea penitencial el Miércoles de Ceniza, y ahí recibía un traje especial hecho de sayal áspero que debía vestir durante toda la Cuaresma.

También se derramaba ceniza sobre su cabeza, como reconocimiento de su pequeñez ante Dios y el dolor de haberlo ofendido.

El sacerdote, entonces, imponía una penitencia al pecador, y la comunidad rezaba por él durante la Cuaresma. Al final de la Cuaresma era absuelto y aceptado otra vez en la comunidad, que celebraba su conversión.

Esta ceremonia, que en un principio estaba reservada únicamente a los que pedían la Reconciliación, más tarde se extendió a toda la comunidad, que se reconoció pecadora y dispuesta a la Reconciliación, ayunando y recibiendo la ceniza el día en que se iniciaba la Cuaresma.