El cardenal Reinhard Marx, un purpurado con gran peso en Alemania, Europa y el Vaticano, ha presentado su renuncia como arzobispo de Múnich por su parte de responsabilidad «en la catástrofe de los abusos sexuales cometidos por funcionarios de la Iglesia en las últimas décadas».
La renuncia de Marx a continuar dirigiendo la diócesis de Múnich, una de las más importantes de Alemania, recuerda a menor escala la de Benedito XVI en su aspecto pedagógico.
El arzobispo tiene solo 67 años y la dimisión no suele presentarse hasta los 75, el purpurado alemán es un auténtico «peso pesado» como expresidente de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), antiguo presidente de la Conferencia Episcopal Alemana (2014-2020), coordinador del Consejo de Economía del Vaticano –encargado de supervisar la secretaría de Economía–, y miembro del consejo de nueve cardenales que asesoran al Papa desde 2013 en la reforma de la Curia y el gobierno de la Iglesia universal.
En su carta de dimisión, Marx comenta crudamente a Francisco que vivimos «tiempos de crisis para la Iglesia en Alemania y en todo el mundo», causada por diversos factores «entre los que se incluyen nuestros propios fallos, nuestra propia culpa».
Su renuncia se debe a que «es importante para mí compartir la responsabilidad en la catástrofe de abusos sexuales cometidos por funcionarios de la Iglesia en las últimas décadas», pues las investigaciones externas realizadas prueban que «ha habido muchos fallos personales y errores administrativos, pero también un fallo institucional sistémico».
Su fuerte gesto de sacudida a todo el establishmenteclesial alemán sale al paso de que «algunos miembros de la Iglesia se niegan a aceptar que existe una responsabilidad colectiva en este tema y que la Iglesia como institución tiene la culpa de lo sucedido, por lo que rechazan discutir la reforma y la renovación en el contexto de la crisis de los abusos sexuales».
Marx reitera que la salida del marasmo «solo es posible si tomamos un camino sinodal, un camino de discernimiento de espíritus, como usted ha enfatizado repetidamente en su carta a la Iglesia en Alemania».
En un tono confiado y amistoso, Marx pide «vigorosamente» al Papa que acepte su renuncia, y le confirma su deseo para los próximos años: «Me gustaría dedicarme cada vez más a la atención pastoral y a apoyar la renovación eclesiástica de la Iglesia que usted pide de modo incesante». La respuesta de Francisco a este «terremoto» será clarificadora para muchos obispos en todo el mundo.