En ella descubrimos la experiencia que tienen algunos de sus discípulos al contemplar a Jesús que sube al monte y se revela tal cual es, sin ocultar nada de sí.
La experiencia de la Transfiguración es, por lo demás, una experiencia intensa. La relación que tiene el Maestro con sus discípulos, es un momento que queda absolutamente plasmado en la consciencia de quienes han seguido a Jesús y han, poco a poco, comprendido que es el «Mesías» (Mt 16,16).
Este momento salvífico, revelador los prepara para emprender el camino con mayor decisión. Jesús sube al monte cuando desea orar, encontrarse cara a cara con el Padre.
En esta ocasión sube al monte para despojarse de sí mismo en absoluta revelación, no dejando nada para sí, sino entregándose al hombre tal cual es Él, misterio que ilumina la vida del hombre de manera deslumbrante. Jesús no se guarda nada, más bien lo entrega todo.
Su revelación en el monte lleva también impresa la decisión de bajar del monte e ir hacia Jerusalén. Esto quiere decir, que lleva impreso el sello de amor infinito por los hombres. En Jerusalén Cristo entregará la vida por nosotros en su Pasión y muerte.
La autenticidad de Jesús es la oblación profunda y completa de sí mismo.
En el monte Tabor, Jesús se deja ver tal cual es, quien es, sin guardar secreto. Su intención será, sin ningún temor, mostrarle al hombre no solo la grandeza de su amor sino aquello a lo que fue destinado desde su creación.
Los discípulos poco o nada comprenden de esta revelación, la magnitud de la autenticidad de Cristo les hace nublar la mirada, sin embargo, caminan con Él.
No será sino hasta la Pascua que comprenderán lo sublime de esta experiencia y lo que ella acarrea para la misión que habrán de continuar.
En el monte una voz ha hablado: «Este es mi Hijo amado, escuchadlo», Jesús les ha permitido vislumbrar su gloria, su Reino, una nueva vida en Él y les ha presentado al Padre.
Los apóstoles, y ahora nosotros, con Cristo hemos empezado un camino de descubrimiento personal. Un despojarse de todo aquello que no sea auténtico, de todo aquello que nos impida crecer en el amor a Dios y a nuestro prójimo.
Para poder escuchar a ese Hijo Amado y esa voz potente del Padre, necesitamos despojarnos de toda aquella sordera que trae la mentira y el ocultamiento.
Es necesario abandonar, ayudados por la gracia, la soberbia y el orgullo que nos nublan la mirada y nos hacen fijar la mirada solo en nosotros mismos.
La invitación es a entablar un auténtico diálogo con el Hijo, por quien, alejados de todo tipo de ocultamiento o inautenticidad, podamos descubrir nuestra misión en la voluntad de Dios.
¿Qué tan auténtico eres?
La Transfiguración de Jesús es la invitación a unirnos a la intimidad de la vida en Dios, nos indica el camino que hemos de seguir para encontrar el sentido de nuestra misión en el mundo.
Es el llamado a ir, valientemente, a dar la vida y ser oblación total viviendo en el verdadero amor por Dios y por el prójimo.
¿Has pensado en qué te hace ciego ante la relación con Dios?, ¿Qué situaciones o elementos te ocultan de la voz de Dios?, ¿Qué te impide donarte por completo?, ¿A qué le tienes miedo?
Necesitamos estar atentos a los signos de Dios en nuestra cotidianidad. Cristo se nos revela diariamente y nos llama a seguir su camino. Posiblemente estamos pasando de largo, sin fe auténtica, por el camino y poco a poco nos alejamos de Él.
Subamos al monte, despojémonos con su gracia de todo aquello que nos aleja de su luz inigualable y lancémonos a entablar un verdadero diálogo íntimo con Dios.
No se trata de alejarnos, aislarnos y evadir la realidad, por el contrario, es decidir emprender el camino con mayor entrega y fortalecidos por su presencia.