San Gaspar del Búfalo, nacido en Roma en 1786, fue el principal propulsor de la devoción a la Preciosa Sangre de Cristo. Este santo, resultó exiliado y encarcelado luego de negarse firmar el juramento de lealtad a Napoleón. Durante ese tiempo, guiado por Francesco Albertini, Gaspar alimentó su devoción y, puesto en libertad en 1814, fundó la Congregación de la Preciosísima Sangre de Jesús.
La Preciosa o Preciosísima Sangre de Cristo es una devoción que está íntimamente unida con el Santísimo Nombre de Jesús y el Sagrado Corazón.
El Papa Beato Pío IX, en 1849 extendió la fiesta de la Preciosa Sangre de Cristo a la Iglesia Universal y señalo que cada primer domingo de julio debe estar dedicado a la Preciosísima Sangre. El papa Pío X asignó el 1 de julio como la fecha fija de esta celebración.
En 1960, el Papa San Juan XXIII escribió una Carta Apostólica Inde a Primis, donde elevó la Preciosa Sangre al culto de latría (adoración), y aprobó las Letanías, recomendó su recitación concediendo indulgencias especiales.
Con la reforma del calendario litúrgico en 1970, esta fiesta fue reemplazada por la Solemnidad del Corpus Christi. Sin embargo, el mes de julio se dedica tradicionalmente en honor a la Preciosa Sangre de Cristo.
“Porque, si es infinito el valor de la Sangre del Hombre Dios e infinita la caridad que le impulsó a derramarla desde el octavo día de su nacimiento y después con mayor abundancia en la agonía del huerto, en la flagelación y coronación de espinas, en la subida al Calvario y en la Crucifixión y, finalmente, en la extensa herida del costado, como símbolo de esa misma divina Sangre, que fluye por todos los Sacramentos de la Iglesia, es no sólo conveniente sino muy justo que se le tribute homenaje de adoración y de amorosa gratitud por parte de los que han sido regenerados con sus ondas saludables” (Papa San Juan XXIII, Inde a Primis).
Letanía a la Preciosa Sangre de Cristo
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
(A cada invocación, se responde “Sálvanos”)
Sangre de Cristo, hijo único del Padre Eterno, sálvanos
Sangre de Cristo, Verbo encarnado,
Sangre de Cristo, Nuevo y Antiguo Testamento,
Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra durante su agonía,
Sangre de Cristo, vertida en la flagelación.
Sangre de Cristo, que emanó de la corona de espinas,
Sangre de Cristo, derramada sobre la Cruz,
Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación,
Sangre de Cristo, sin la cual no puede haber remisión,
Sangre de Cristo, alimento eucarístico y purificación de las almas,
Sangre de Cristo, manantial de misericordia,
Sangre de Cristo, victoria sobre los demonios,
Sangre de Cristo, fuerza de los mártires,
Sangre de Cristo, virtud de los confesores,
Sangre de Cristo, fuente de virginidad,
Sangre de Cristo sostén de los que están en peligro.
Sangre de Cristo, alivio de los que sufren,
Sangre de Cristo, consolación en las penas,
Sangre de Cristo, espíritu de los penitentes,
Sangre de Cristo, auxilio de los moribundos,
Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones,
Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna,
Sangre de Cristo que libera a las almas del Purgatorio,
Sangre de Cristo, digna de todo honor y de toda gloria,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
V.- Nos rescataste, Señor, por tu Sangre.
R.- E hiciste nuestro el reino de los cielos.
Oremos: Dios Eterno y Todopoderoso que constituiste a tu hijo único Redentor del mundo, y que quisiste ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio de nuestra salvación y estando protegidos por él sobre la tierra contra los males de esta vida, recojamos la recompensa eterna en el Cielo.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
¡Sangre de Cristo, sálvanos!