Seleccionar página

El Señor nos ha hecho un llamado personal hacia la santidad, a cada uno por su camino.

Por ello, contemplar los testimonios y modelos de santidad es útil para motivarnos, pero no podemos esperar que «copiándolos» obtengamos los mismos resultados.

Lo importante es que cada uno podamos discernir nuestro propio trayecto y aprovechar los dones que Dios nos ha obsequiado, para que, dispuestos en Él, puedan mostrar gracia hacia los demás.

Así, bajo el impulso del Espíritu Santo y nuestra individualidad, creceremos en santidad a través de los pequeños gestos diarios que aprendamos a guiar en torno a la voluntad de Dios.

«Cada santo es una misión, un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio» (Gaudete Et Exsultate, 19).

Pero, si el llamado es personal… ¿cómo saber si vamos por buen camino?

Como mencionamos anteriormente, conocer otros testimonios de santidad es importante, pero no podemos apegarnos a ellos porque nuestra realidad temporal es distinta.

A lo que sí debemos apegarnos, sin falta, es a los Sacramentos, la Eucaristía y la oración. Partiendo de ahí, las sendas de santidad pueden ser muy distintas.

No obstante, con el fin de guiarnos un poco, el papa Francisco nos invita a vivir las Bienaventuranzas como una vía para alcanzar nuestro llamado universal.

Recordémoslas juntos, ¡son bellísimas! Bienaventuranzas, según el Evangelio de san Mateo (Mt 5, 3 – 12):

«Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»

Las riquezas del mundo no nos aseguran nada, al contrario, podrían llegarnos a alejar de lo que es verdaderamente valioso.

Un «pobre de espíritu» sabe identificar su máxima riqueza en Cristo que «siendo rico se hizo pobre» (2 Co 8, 9) y aprende a vivir como los apóstoles: compartiendo con los más necesitados.

«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»

El papa Francisco ha mencionado que la mansedumbre es también otra expresión de la pobreza interior de un santo, quien deposita su confianza solo en Dios y se deja recrear según sus designios.

Los mansos, más allá de lo que se diga a su alrededor, esperan en el Señor y gozan de la paz que solo Él puede otorgar. ¿Tú descansas en la paz del Señor?, ¿cuando te sientes atribulado en tu camino de santidad, recurres a Él?

«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados»

La santidad y las bienaventuranzas: así se complementan

Quienes sufren y lloran por perseguir la obra de Jesús, serán consolados por Él. De esta forma podremos encontrar la fortaleza necesaria para compartir y buscar el alivio del sufrimiento ajeno, en un acto de caridad por nuestro prójimo.

Ten presente que en tus momentos más profundos de tristeza, el Señor está siempre dispuesto a consolarte.

«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados»

La justicia que se menciona no es la del mundo, que se ve manipulada por los intereses comunes, al contrario, esta es una justicia santa, que se construye siendo justo en las decisiones diarias, especialmente hacia nuestros hermanos oprimidos.

Si pensamos en actuar con justicia, conforme a los actos de Jesús, seguro daremos un paso más hacia la santidad.

«Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»

La santidad y las bienaventuranzas: así se complementan

El papa Francisco menciona que la misericordia tiene dos aspectos: es dar, ayudar, servir a los otros y también es perdonar, comprender (Gaudete Et Exsultate, 80).

En pocas palabras, para ser santo, trata a tu hermano con el mismo amor con el que te gustaría que a ti te tratasen.

«Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios»

Un corazón limpio, santo, es uno que sabe amar a Dios y al prójimo. Cuando busquemos esta intensión, y nuestro deseo sea verdadero, podremos ver a Dios en los demás.

«Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»

La santidad y las bienaventuranzas: así se complementan

Si estás dispuesto a seguir a Cristo, prepárate para la lucha y no olvides que aquellos que construyen la paz, a pesar de sufrir los conflictos que conlleve, serán llamados hijos de Dios.

«Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos»

Jesús mismo, en varias ocasiones, mencionó que seguirlo significaría ir contracorriente. Por esto, algunas veces podremos ser consideramos como «molestos» para el resto.

Pero, ante la duda, piensa en que Jesús mismo fue perseguido hasta la muerte… ¡cuánto menos nos podrá tocar a nosotros!

La cruz (…), por vivir el mandamiento del amor y el camino de la justicia, es fuente de maduración y de santificación. (Gaudete Et Exsultate, 92).

Ahora bien, recuerda que elegir la pureza, la mansedumbre, la misericordia y confiar nuestra pobreza de espíritu en el Señor siempre significará ir contracorriente.

Pero lograrlo, paso a paso, ten por seguro que te acercará hacia la santidad según tu personalidad. Así que, ¡anímate!