Jesús salvará a todos. Dice la Biblia:
«Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad».
El Hijo del hombre vendrá para salvarme:
«Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo».
Cuando todo parece perdido surge el salvador de la nada, en el último instante. Como esas películas en las que sé que al final todo saldrá bien y el protagonista no morirá.
Dios va a venir y lo iluminará todo
Pienso en el Salvador que viene en medio de esa oscuridad que trae la noche. Como el sol que amanece cada mañana desterrando las tinieblas.
La luz se impone sobre la noche. Me gusta la luz. Me gusta la vida por encima de la muerte y esa risa que vence el llanto.
Elijo el abrazo que cubre la desnudez de la soledad. Me gusta el fuego que calienta y purifica, no ese fuego que todo lo destruye, como la lava de un volcán.
Me gusta el sol que protege mis pasos, no el sol que me ciega impidiéndome ver. La luz es más tentadora.
La oscuridad es mi refugio cuando no me siento bien, en paz conmigo mismo y no quiero que me vean y descubran mi pobreza.
El amor rompe el odio. Las palabras quiebran ese silencio incómodo que me separa y aleja del desconocido.
Me gusta la luz que nunca se apaga. No esa noche indescifrable que se erige con fuerza delante de mis pasos.
En la oscuridad hace falta fe
Pero a menudo tengo que creer sin ver, creer sin ver la luz, creer en medio de la noche y la oscuridad. Decía el padre José Kentenich:
«¿Qué significa creer? Significa la apertura de la cabeza y del corazón para Dios, a pesar de que Dios se encuentra a menudo en la oscuridad, detrás de la nube. Como Dios no está frente a mí vestido con hermosas ropas y diciéndome: ¡Hola!, sino que siempre y en todas partes se encuentra en la oscuridad, tener un sentido perceptivo para Dios significa descubrir a Dios en todas partes a pesar de que está detrás de la nube, a pesar de que está en la oscuridad».
En ocasiones la vida me muestra sus sombras, sus noches, su oscuridad y sus nubes. No logro descifrar en qué lugar se encuentra Dios escondido.
Hace falta fe para aferrarme a la vida que no poseo, a la alegría que no acaricio, al futuro que aún no es presente.
Fe para suplicar que la luz ilumine el camino a seguir y me ayude a descifrar el sentido de tantas encrucijadas.
Quisiera tener una fe viva capaz de interpretar los signos de los tiempos como les decía Jesús a los suyos:
«Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta».
Viene a liberarme, ¿dónde puedo reconocerlo?
Dios está a la puerta oculto detrás de las desgracias y oscuridades. Oculto para decirme que viene a salvarme, a sacarme de mis tristezas.
Para que sea Él con su alegría el que reine en mi corazón. Esa mirada positiva y llena de esperanza es la que me salva.
Intento descifrar los signos de los tiempos. ¿Dónde me habla Dios hoy? Los cambios no deseados, las pérdidas no queridas.
No hay respuestas claras y no se me muestran con nitidez los pasos que quiero dar. Pero sigo caminando confiado.
En algún momento se apartará una nube, aparecerá una luz, surgirá una estrella, una palabra romperá el silencio, una melodía iluminará mi alma.
Un abrazo acabará con mis pasos fríos. Y sentiré que todo tiene una respuesta en el corazón de Dios.
Del miedo a la esperanza
No quiero tener miedo a ese Dios oculto en medio de mis pasos. Tampoco me desespero si el presente no desvela los misterios.
No vivo sobrecogido sintiendo que la derrota es lo último que tengo. Es sólo un paso más. Una parte del camino lleno de espinos y parajes claros.
Sonrío al saber que sólo quiero vivir cerca de Dios para pensar bien lo que me está diciendo.
¿Cómo me está hablando Dios en mi vida? Me habla en el silencio de mi corazón. En las conversaciones que tengo a lo largo del día.
O en un mensaje recibido. Tal vez en una noticia que leo con sorpresa. O en una canción que me llena el alma de alegría.
Quizás en una persona que sufre a mi lado y precisa mi ayuda y cercanía. En una celebración a la que soy invitado. En una tarea en la que tengo que participar con el corazón en calma.
Dios, ¡ilumíname!
Los días pasan. Nada dura eternamente, sólo el cielo. Doy palos de ciego buscando el camino.
Le pido a Dios en mi alma que me ilumine, que me muestre lo que quiere de mí, que sepa por dónde seguir y cómo crecer.
Parece fácil, pero no siempre entiendo las preguntas que brotan en mi alma. Siento miedo a fallar. Me escondo a veces.
Pero no puedo dejar de buscar, de indagar, de interpretar. Los caminos de Dios no son mis caminos. Él tiene propósitos que yo desconozco.
No pretendo tener claridad sobre todo. Sería necio pretender ser como Dios. Sólo busco algo de luz para poder sembrar yo claridades a mi alrededor.