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“La Iglesia camina junto a los pueblos de Centroamérica, que han sabido afrontar las crisis con valentía y ser comunidades que acogen, y los exhorta a perseverar en la solidaridad con confianza mutua y esperanza audaz”, escribe el pontífice, en el mensaje enviado con ocasión del acto solidario que tiene lugar este 10 de junio, en Costa Rica, para celebrar los 30 años del Sistema de la Integración Centroamericana, constituido el 13 de diciembre de 1991, mediante la suscripción del Protocolo de Tegucigalpa y cuyo propósito es, precisamente, garantizar la integración de Centroamérica y México, con el fin de construirla en una región de paz, libertad, democracia y desarrollo.

En el marco de este evento solidario, en el que además la Santa Sede participa como Observador extrarregional desde el 2012, el Santo Padre subrayó que la palabra solidaridad, “adquiere un significado aún mayor en esta época de crisis pandémica, una crisis que ha puesto a prueba al mundo entero, tanto a los países pobres como a los ricos”.

Un sistema económico justo
Francisco subraya la palabra solidaridad para decir que el momento actual de crisis sanitaria, económica y social, “puso a prueba al mundo entero”, también recordó que “todos los seres humanos somos como polvo”, un polvo “precioso en el mundo y a los ojos de Dios “, que creó la familia humana” llamados a dirigir su atención común a todos, sin ceder a la lógica de la competencia y los intereses particulares”.

Las palabras de Francisco se centran en las graves condiciones sociales que aquejan a la región centroamericana, “ya precaria y compleja debido a un sistema económico injusto”, que, sumadas a la crisis climática, “dieron a la movilidad humana la connotación de un fenómeno de masas forzado”, para asumir la apariencia de un éxodo regional. Un éxodo que, para muchos, sin embargo, se detuvo a mitad de camino, debido a “restricciones sanitarias que influyeron en el cierre de muchas fronteras”.

Éxodo y trata de personas
La pandemia -especifica el Papa- también afectó a los desplazados internos, muchas veces sin protección y que “no entran en el sistema de protección internacional previsto por el derecho internacional de los refugiados”. 

Un éxodo que luego ve la multiplicación de casos de trata de personas. Estos son los “desafíos más significativos en materia de movilidad humana”, advierte Francisco, que hace un llamamiento a los Estados, para que siempre coloquen a la persona en el “centro de todo ejercicio político” y adopten “mecanismos internacionales específicos para brindar una protección concreta” a los desplazados internos. , así como los que se vieron obligados a “huir debido al inicio de la grave crisis climática”.

Violencia contra la mujer, una profanación de Dios
El Papa pide “políticas regionales” para proteger la vivienda común de los fenómenos climáticos y desastres ambientales provocados por los propios hombres, como el acaparamiento de tierras y aguas y la deforestación, “violaciones que atentan gravemente contra las tres áreas fundamentales del desarrollo humano integral: tierra, vivienda. y trabajo”. 

Francisco pide entonces prevenir la trata de personas con apoyo a las familias y con programas adecuados, invitando también a una atención especial a los niños más pequeños y las mujeres, a través de “una educación que promueva la igualdad fundamental, el respeto y el honor que las mujeres merecen”. Toda violencia contra la mujer, reiteró Francisco, “es una profanación de Dios, nacido de mujer”.

Crisis educativa sin precedentes
La “crisis educativa sin precedentes” generada por la pandemia, combinada con las restricciones y el aislamiento forzado, pusieron “de relieve las desigualdades existentes y aumentado el riesgo de que los más vulnerables caigan en traicioneras redes de tráfico dentro y fuera de las fronteras nacionales”. 

Estos son desafíos que deben abordarse mediante una mayor colaboración internacional que los prevenga, proteja a las víctimas y procese a los delincuentes. La advertencia no pasa por alto la importancia de la dimensión espiritual y, por tanto, de la “implicación de las organizaciones religiosas y de las Iglesias locales, que ofrecen no sólo ayuda humanitaria sino también acompañamiento espiritual a las víctimas”.

La Iglesia junto a los pueblos de Centroamérica
La invitación de Francisco es implementar un esfuerzo colectivo que permita el intercambio regional, promoviendo el bien común a través de la “cooperación multilateral” y prestando atención a “las causas profundas y nuevas del desplazamiento forzado”. 

“La Iglesia – es el consuelo del Papa – camina junto a los pueblos de Centroamérica, que han sabido afrontar las crisis con valentía y ser comunidades acogedoras, y les insta a perseverar en la solidaridad con la confianza mutua y la esperanza audaz”.