En este mes de mayo, estamos invitados, con mucho amor, a contemplar las virtudes de María. Y al contemplarlos, buscamos vivirlos en nuestra vida diaria, en este camino de vida de santidad al que estamos convocados en nuestro bautismo.
En un momento, en el año 1934, Santa Faustina recibió la visita de la Santa Madre de Dios poco después de haber rezado así: “Madre de Dios, cuya alma estaba sumergida en un mar de amargura, mira a tu hija y enséñale sufrir y amar el sufrimiento . Fortalece mi alma, que el dolor no la rompa. ¡Oh Madre de Gracia , enséñame a vivir con Dios! ”(D.315).
En este momento difícil que enfrenta toda la humanidad , cada persona sabe “dónde se agarra el callo”. Para algunos, el sufrimiento es haber perdido a un ser querido; para otros, es la enfermedad la que saca fuerzas y trae tanto dolor; todavía hay quienes sufren de dolor en el alma. En este último caso, Santa Faustina dijo que sería más fácil si tuviera una herida abierta.
Pero en medio de las muchas dificultades y sufrimientos de la vida, ¡debemos clamar a la Madre de Dios! Ella, cuyo corazón fue traspasado por el dolor, nos comprende y nos consuela. Nos enseña a amar incluso en el dolor y a ofrecer cada dolor por las almas que necesitan conocer a Dios.
La presencia de Dios y de Nuestra Señora es capaz de impulsar al alma a entregarse sonriente, porque con Dios no hay miedo al sufrimiento. ¡Es bien sabido que Él nos da la fuerza y el coraje para continuar el viaje!