Alfred Ludu y Patrick Boe Reh, los dos jóvenes católicos masacrados por soldados de Myanmar, eran miembros de la parroquia de San José de Demoso. El día jueves había ido a recoger alimentos para los desplazados por primera vez. Como no había suficiente para todos, salieron una segunda vez. Los soldados de la junta miitar de Myanmar los esperaron y los mataron en el barrio de Ngu Palot.
Luego, la artillería atacó la iglesia de San José y dejó severos destrozos. Fuentes católicas aseguraron que no hubo víctimas en este ataque a la parroquia ya que no había nadie en el recinto.
En la red social Twitter, algunos usuarios compartieron cómo quedó la iglesia de San José tras el ataque en Myanmar.
Esta es la segunda iglesia atacada en los últimos días, después de que la iglesia del Sagrado Corazón en la aldea de Kantharyar cerca de Loikaw fuera atacada con proyectiles de artillería que causaron cuatro muertos y ocho heridos el 23 de mayo por la noche.
El cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Rangún -capital de Myanmar-, hizo un llamamiento hace tres días, pidiendo que cesen los ataques a los lugares de culto. Calificó la situación como una “gran tragedia humanitaria”, en la que se derrama la sangre de personas indefensas, ya que se habían refugiado en la iglesia para protegerse y resguardar a sus familias.
Los disturbios y las protestas surgieron después de un golpe militar del 1 de febrero que derrocó a la líder debidamente electa Aung San Suu Kyi del Gobierno de Unidad Nacional de Myanmar (NUG). El ejército cree que esta “victoria abrumadora”, como describe Vatican News, fue fraudulenta.
La población del país del sudeste asiático de más de 54 millones de personas es principalmente budista y aproximadamente un seis por ciento cristiana. Sacerdotes y monjas católicos se han sumado a las protestas contra el golpe militar.
¡Oremos por Myanmar!