Vivir con el corazón pendiente de Cristo es la tarea más importante de un cristiano. Ojalá el hecho de creer en Dios nos diera por sí solo la capacidad de confiar nuestro corazón por entero a Él.
Pero no, no es así. Creer en Dios no es algo mágico, es algo que se va forjando en el corazón a medida que lo voy conociendo, a medida que me esfuerzo por estrechar esta relación con Él.
Este pasar de conocerlo a ser su amigo, a ser hijo y a dejarse inspirar por completo por Él, es un camino que tiene un recorrido que dura lo que la vida misma. Es un ir y venir, no exento de caídas y dolores.
Para poder dar ese paso de confianza enorme, la oración es el mejor bastón para emprender este camino vital.
«Enséñame Jesús a abrir mi corazón y entregártelo todos los días»
Es la frase de apertura para pedirle a Dios que nos enseñe y nos ayude a comprender que el camino no depende solo de nuestras fuerzas o de el empeño que le pongamos.
Que el camino depende principalmente de darle el corazón a Dios y dejar que sea Cristo mismo quién lo forme, quien lo alimente por completo.
La oración es un paso de ida hacia Dios, pero con la intención de que sea Dios quien dirija este paso por completo. Parece un trabalenguas o algo contradictorio. Es decir si yo tengo que dar ese paso, ¿cómo es que ese paso lo dirige Dios?
Cuando dejamos a Dios entrar en nuestras vidas, ese pequeño sí que le damos con nuestra oración es la puerta abierta que Dios necesita (una y otra vez), para ingresar y ser Él quien alimente, inspire y fortalezca todo nuestro ser para continuar en su búsqueda. Búsqueda que terminará con el encuentro final pleno con Dios.
Esperamos que esta primera oración que aquí les hemos producido con mucho cariño, esfuerzo y amor a Dios, sea no sólo útil sino que les preste esas palabras que tal vez alguno esté buscando y no encuentre para dirigirse a Nuestro Salvador.