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Hoy, domingo 23 de mayo, se celebra la venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles reunidos en el Cenáculo. Junto a la Pascua y la Navidad, constituye una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico.

El origen del nombre

Pentecostés indica el día 50 en griego. Inicialmente, el pueblo judío lo celebró apenas cincuenta días después de la Pascua. Fue una fiesta agrícola, de acción de gracias a Dios por los dones de la tierra, que coincidió con el inicio de la cosecha del trigo y las primicias. Posteriormente se celebró el recuerdo del regalo de las Tablas de la Ley. En la tradición cristiana, en cambio, el primer testimonio de Pentecostés como fiesta del Espíritu Santo se atribuye a Tertuliano.

El relato de los hechos de los apóstoles

“Mientras el día de Pentecostés llegaba a su fin, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un estruendo, casi un viento fuerte, que llenó toda la casa donde se alojaban. Se les aparecieron lenguas como de fuego, divididas y asentadas en cada uno de ellos, y todos se llenaron del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, de la manera que el Espíritu les dio el poder de expresarse “(Hechos 2, 1-4).

El Espíritu se concede a todos los bautizados y, en la diversidad de carismas y ministerios, edifica la Iglesia. Según Isaías, sus dones son siete: sabiduría, intelecto, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor de Dios, que, inicialmente recibidos con el Bautismo, son confirmados por el Sacramento de la Confirmación.