En Albania, un país del sureste de Europa, los pastores Genci e Ilda Zeka han estado compartiendo el Evangelio y a Jesús en la población que es en su mayoría atea.
Silva era una mujer paralítica que iba a la iglesia de los pastores. Durante la noche, un hombre vestido de blanco apareció en sus sueños. “No vi ninguna cara, solo vi una gran luz. Me dijo que tirara mis muletas y caminara», dijo la mujer.
Alrededor de la 1 am, Silva se levantó de la cama y obedeció la orden del sueño. Su esposo, un comunista acérrimo, vio a su esposa de pie e hizo un desafío: “Voy a trabajar. Cuando regrese a las 6 en punto, si todavía estás curado, yo también me convertiré en un seguidor de Jesús», señaló.
Cuando regresó, Silva ya había preparado la cena y todavía estaba de pie. En ese momento su esposo aceptó a Jesús en su vida y pronto los dos se bautizaron. Ahora en casa albergan un grupo de oración semanal con los pastores Genci e Ilda.
Evangelización en Albania
El templo de los pastores Genci e Ilda, está ubicado en Bathore, un barrio en las afueras de Tirana, capital de Albania. Según los pastores, pocas personas quieren vivir en la región. “Hay pobreza, el desempleo es de alrededor del 70% y muchos niños vienen a nuestros programas para escapar del abuso de padres borrachos en casa”, afirmó Genci.
Asimismo, añadió, «pero creemos que Dios cambiará esta realidad y que los creyentes de todo el país nos mirarán como ejemplo».
La religión más común en Albania es el islam, aunque muchas personas no son religiosas. Las encuestas muestran que, pocos albaneses consideran la religión un factor dominante en sus vidas, y gran parte de esto se debe a su pasado: el antiguo gobierno comunista declaró a Albania, como el primer «estado ateo» del mundo después de la Unión Soviética.
Por ello, ambos pastores están tratando de llevar el cristianismo al país. “Nuestro poder no está en nuestro hablar en público ni en nuestros programas. El poder está en Jesús”, destaca el pastor Genci.
“Visitamos a miembros de la comunidad y les pedimos que me dieran solo cinco minutos para orar en el nombre de Jesús por sus familias. Compartimos el Evangelio en nuestras oraciones y liberamos Su poder», concluye Genci.