Seleccionar página
Domingo de Resurrección

Domingo de Resurrección

¿Qué es la Resurrección?

El Domingo de Resurrección, también conocido como Domingo de Pascua o Domingo de Gloria, es el foco de toda la Liturgia Pascual, en la que se celebra la Resurrección de Jesucristo.

La Resurrección de Jesús representa el triunfo definitivo sobre la muerte, tal como nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos:

“Una vez Resucitado de entre los muertos, ya no muere, la muerte no se enseñorea más de Él.” (Romanos 6:9)

Historia

Los Evangelios narran la historia de la Resurrección de la siguiente forma: un domingo, el primer día de la semana, muy de mañana, un grupo de mujeres se dirigió a la tumba del Señor con la finalidad de preparar su cuerpo como era la costumbre para su reposo en el sepulcro; pero al llegar encontraron la piedra removida y la tumba vacía, fue entonces que se les dio el anuncio más glorioso de la historia:

“No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.” (San Mateo 28:6)

La Resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas. Los Apóstoles dieron testimonio de lo que habían visto y oído. Hacia el año 57, San Pablo escribe a los Corintios:

 “Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce (…) y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”. (1 Co 15: 3-5,8)

Pero la descripción que San Pablo hace del Evangelio no termina aquí. Después de explicar la trascendencia del papel de Jesucristo en nuestra Salvación personal, continuó explicando la razón por la cual su Resurrección es tan importante para toda la humanidad:

“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la Resurrección de los muertos. Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. (1 Corintios 15: 19-22)

Por medio de la Resurrección de Jesucristo, los cristianos tenemos una Esperanza inmensa porque nuestros pecados han sido borrados y somos justificados delante de Dios. Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. La Biblia nos enseña que hay un tipo de Esperanza en la que sí podemos confiar plenamente. Una Esperanza que no solo es segura, sino que también está viva. Vemos como San Pedro, nos lo dice de la siguiente manera:

 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los Cielos para vosotros, que sois protegidos por el Poder de Dios mediante la Fe, para la Salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo. (1 Pedro 1:3-5)

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida eterna, donde la Gloria de Dios nos espera para siempre, tal y como está escrito:

‘Yo soy la Resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás.”  (Juan 11:25-26)

Hay una manera de obtener el perdón y vida eterna en Cristo, y es creyendo en Nuestro Señor Jesucristo y arrepintiéndonos de nuestros pecados. Cuando creemos en Jesús, recibimos todos los beneficios de su Resurrección. Nuestra Fe en Cristo es lo que nos une a Él y nos ayuda recibir el perdón.

Si abrimos los Evangelios, veremos que las palabras de Jesús van unidas íntimamente a unas obras excepcionales que las acreditan y las hacen eficaces. Son los Milagros. Sus Miagros son signos inequívocos de la llegada del Reino que Él predica.

Antes de realizar el Milagro, Cristo pide Fe y humildad. Con los Milagros, Jesús busca la conversión y la vuelta a Dios.

Muchos de ellos tuvieron un carácter público. Se trata de Milagros hechos delante de todo Israel, como la multiplicación de los panes o la Resurrección de Lázaro, que fue comprobada por los judíos de Jerusalén.

Milagros de Jesús

Los Evangelios revelan que cuando el Señor Jesucristo caminó en este mundo, realizó 36 milagros, siendo tres de ellos de Resurrección.

Resurrección del hijo de la viuda de Naín

La Resurrección del hijo de la viuda de Naín  es el primero de los tres Milagros de Jesús en los Evangelios Canónicos en qué resucita a una persona fallecida. Nos lo cuenta San Lucas, en el capítulo 7 de la siguiente manera:

“Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.” (San Lucas 7: 13-16)

De todos los Milagros que hizo Jesús durante el tiempo que estuvo en la tierra, uno de los más compasivos y tiernos fue Su ministración a la viuda de Naín. Nos recuerda que somos importantes para Él y que nunca se olvida de nosotros.

Especialmente cuando sentimos que se olvidan de nosotros o nos ignoran, debemos recordar que Jesús acudió a ayudar a la viuda precisamente en un momento en que ella lo necesitaba y acudirá en nuestra ayuda también.

 Resurrección de la hija de Jairo

En esta segunda Resurrección de Jesús, San Marcos nos cuenta cómo Jairo acude a Nuestro Señor para suplicarle que cure a su hija, que se encontraba muy enferma. Jesús decide ir a casa de Jairo y ayudarle, pero mientras están de camino, la niña fallece. La Fe de Jairo alcanzaba a saber que Jesús podía sanar a su hija gravemente enferma, pero el Señor quería que avanzara hasta llegar a comprender que también tenía poder para resucitar a los muertos.

Una vez en la casa, la gente se ríe de Nuestro Señor, cuando dice que la niña esta dormida y no muerta, pero Él sabía lo que hacía y así lo podemos ver en esta parte del capítulo 5 del Evangelio de San Marcos que dice:

Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.

Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.” (San Marcos 5: 41,42)

Resurrección de Lázaro

En esta ocasión Nuestro Señor devolvió la vida a su amigo Lázaro, demostrando una vez más Su gran amor y poder. Jesús llega cuando Lázaro ya está muerto y sepultado, hace abrir el sepulcro, y a una orden suya, Lázaro resucita.

“¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar. Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.”  (Juan 11: 41-44)

Mantengamos nuestra Fe en el Poder de Nuestro Señor intacta y alegrémonos de este acontecimiento único en la historia, como es la Resurrección de Cristo, pues la Resurrección es una fuente profunda de alegría.

En este día tan especial debemos mostrar al mundo nuestra alegría, porque Jesús ha vencido la muerte. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

¿Cómo era el rostro de Jesús?

¿Cómo era el rostro de Jesús?

¿Qué sabemos del aspecto físico de Jesús? En la Biblia se anuncia que es «el más bello de los hijos del hombre», pero ¿qué se sabe por los evangelios? ¿El rostro al que el arte nos ha acostumbrado (alto, moreno, con barba) ¿tiene fundamento histórico? Responde Filippo Belli, profesor de Sagrada Escritura

La respuesta a la pregunta podría ser muy sencilla: No sabemos nada, es decir, los evangelios no nos dicen nada sobre el aspecto físico de Jesús.

Tenemos varias informaciones sobre su ánimo y observamos en los relatos evangélicos algunos momentos sublimes de conmoción, de turbación, de alegría, incluso de angustia; lo vemos llorar, sufrir, alegrarse, incluso bromear, dormir y comer, como también caminar y fatigarse. Pero de su aspecto físico, nada de nada.

El único apunte es durante la transfiguración, cuando Mateo nos dice que «su rostro resplandecía como el sol» (Mt 17, 2) y Lucas, que «el aspecto de su rostro cambió de aspecto» (Lc 9,29). Pero, aparte del hecho de que estas citas no nos permiten captar de su rostro más que la luminosidad, se trata de un  momento muy particular, de un cambio de aspecto (trans-figuración) que no nos permite reconocer el aspecto real de su rostro terreno.

Así que los evangelios no nos dicen mucho, prácticamente nada: lo único, su relativa juventud (Lc 3,23 nos cuenta que «Jesús tenía alrededor de treinta años cuando comenzó su ministerio»).

Y sin embargo, hoy estamos acostumbrados a una cierta imagen de Jesús, que se ha convertido en estándar: un joven hermoso, de rasgos dulces y viriles al mismo tiempo, pelo largo, una barba juvenil, rostro alargado, ojos vivos y penetrantes. ¿De dónde viene esta imagen, que se ha hecho clásica, sobre Jesús?

good shepherd catacombs
Imagen del Buen Pastor encontrada en las Catacumbas de Santa Domitila, representa a Jesús como un joven rubio e imberbe

Sorprende, por tanto, que la representación física de Jesús a lo largo de los siglos haya sido tan coherente y tan clara, hasta el punto de que si alguien intenta pintar a Jesús de otra manera, lo único que consigue es que la gente no le identifique como tal. Detrás hay una larga historia que está vinculada a dos antiquísimas tradiciones.

Una de ellas afirma que san Lucas, que habría escuchado de labios de la propia Virgen María el relato de la vida de Jesús, pudo obtener de ella una descripción física y pintar un primer retrato, que es de donde procede toda la iconografía bizantina del rostro de Cristo, pues los artistas bizantinos se basaron en ese primer retrato para sus posteriores representaciones.

El arte bizantino se impuso paulatinamente en toda la Cristiandad. Y así como las representaciones más antiguas de Jesús halladas en las catacumbas pintan a Jesús como un joven romano sin más rasgos distintivos, sin embargo hacia finales de la época antigua hay una cierta unanimidad a la hora de representar a Jesús tal y como hoy le reconocemos.

La segunda tradición tiene que ver con dos famosísimas reliquias del propio Jesús: el Velo de la Verónica (el nombre es significativo: verdadero icono) y el de la Sábana Santa. Ambas reliquias tienen una historia larga y accidentada (aquí sería imposible resumirla) y están envueltas en muchos misterios (cómo se imprimió la imagen, su antigüedad, su procedencia).

Pero lo extraordinariamente sorprendente es que se superponen casi perfectamente, y que revelan un único rostro, y que no por casualidad es exactamente igual al de la iconografía bizantina.

Visage du Christ

Fred de Noyelle / GODONGCapilla Ortodoxa de Nuestra Señora de la Asunción. Rostro de Cristo

¿Qué podemos decir? ¿Son con seguridad estos los rasgos físicos de Jesús? No podemos afirmarlo con seguridad, pero los indicios se multiplican cuanto más nos adentramos en calcular las posibilidades.

Fuente: ALETEIA

«Sean servidores de Dios, no empresarios»

«Sean servidores de Dios, no empresarios»

El 25 de abril,  IV Domingo de Pascua y 58° Jornada Mundial de oración por las vocaciones dedicada a la figuara de San José: el sueño de la vocación; el Papa Francisco presidió la santa Misa en la Basílica de San Pedro a las 9 de la mañana (hora local) en la que ordenó a un grupo de diáconos formados en los seminarios y colegios de la capital.

En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre la figura de Jesús como el «Buen Pastor» presentada en el Evangelio dominical según san Juan 10, 11-18: el modelo de pastor que da la vida por sus ovejas y al que estos nuevos sacerdotes están llamados a imitar.

En este contexto, el Papa explicó que si bien el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento, «en Él también todo el pueblo santo de Dios ha sido constituido como pueblo sacerdotal».

Asimismo, Francisco recordó que de entre todos sus discípulos «el Señor Jesús quiso elegir a algunos en particular, para que, ejerciendo públicamente en la Iglesia, en su nombre, el oficio sacerdotal en beneficio de todos los hombres, continuarán su misión personal de maestro, sacerdote y pastor». 

Sigan el camino de las «cuatro cercanías»

Dirigiéndose a estos «hombres elegidos por Dios» para servir a su Iglesia, el Pontífice los exhortó a conducir su vocación sacerdotal por «el bello camino de las cuatro cercanías: cercanía con Dios, con el Obispo, con los demás sacerdotes y con el Pueblo de Dios».

«Porque el estilo de cercanía -afirmó el Sucesor de Pedro- es el estilo de Dios: un estilo de compasión y ternura. No cierren el corazón a los problemas (y verán muchos). Acompañen a la gente en sus problemas. Practiquen la compasión que los llevará al perdón y a la misericordia. Sean misericordiosos, sean ‘perdonadores’ porque Dios no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Deseo que sigan este estilo, que es el estilo de Dios».

«Aléjense del dinero, del orgullo y la vanidad»

Igualmente, el Santo Padre puso en guardia a los diáconos a punto de ser promovidos al orden del presbiterio, sobre la importancia de alejarse del dinero, del orgullo y de la vanidad:

«El diablo entra por los bolsillos -añadió- Piensen en esto. Sean pobres como pobre es el santo Pueblo de Dios. No sean trepadores siguiendo «la carrera eclasiástica», porque entonces se convertirán en empresarios y funcionarios, que pierden esa pobreza que los asemeja a Cristo pobre, al Crucificado. No sean sacerdotes empresarios sino servidores. Aléjense del dinero», puntualizó el Obispo de Roma.

Por otra parte, el Papa pidió a los ordenandos, recordar la belleza del camino de las cuatro cercacías, porque Jesús consuela a los pastores:

“Busquen el consuelo en Jesús, en la Virgen, no olviden a la Madre. Sean concolados allí y lleven las cruces, de la mano de Jesús y de la Virgen. No tengan miedo. Si ustedes están cerca del Señor, de los obispos, cerca entre ustedes y cerca del pueblo, no tienen que tener miedo porque todo irá bien”

Fuente: ALETEIA