Cluny, 998. Empieza a hacerse tarde en la abadía de Cluny. Las campanas de la iglesia tocan el final de la última misa del día. Uno a uno, los fieles saludan al padre Odilón antes de regresar a su casa.
Es entonces cuando una joven vestida toda de negro se le acerca. Con ojos húmedos y mirada furtiva, pregunta con voz frágil:
-Padre, mi padre murió repentinamente hace unos días sin confesión. ¿Lo recibirá el Señor?
Sorprendido por esta repentina pregunta, el corazón de Odilón tiembla. Sin embargo, esta no es la primera vez que se le pregunta esto. Pero, como siempre, no está seguro de cómo responder.
El cielo está abierto
-¿Tu padre era un buen hombre?
-Ha sido un buen cristiano toda su vida. Pero murió acusando a Dios de haberlo destruido.
-Los delirios de un paciente no pueden reflejar su alma. Es en el purgatorio donde tu padre expiará sus últimos pecados. El paraíso no le está cerrado.
Un suspiro poco convencido se le escapa a la joven que sin embargo agradece al abad antes de irse.
El problema no deja a Odilón. Una vez despedidos los monaguillos, se arrodilla ante el altar para orar por el difunto.
¿Qué les pasa a las almas?
Nunca deja de imaginarse a estas almas gimiendo de miedo y sed, vagando por una tierra árida y hostil.
Siempre se ha preguntado qué les sucede a las almas que no son lo suficientemente malas para haber rechazado a Dios, pero tampoco lo suficientemente puras para estar al lado de Cristo.
Y desde que ha conocido la visión de un ermitaño mediterráneo, la angustia no ha hecho más que aumentar.
No deja de imaginarse a estas almas gimiendo de miedo y sed, vagando por una tierra árida y hostil.
Intentan avanzar hacia una luz deslumbrante. Pero unas criaturas monstruosas las agarran para evitar que avancen.
Qué concepto tan extraño, el purgatorio …
¿Quién está orando por estas cientos de miles de almas olvidadas? Entonces, ¿quién las libera de esas sombras malignas?
Esta pregunta sin respuesta nunca deja de perturbar su sueño. Qué concepto más extraño, el purgatorio.
Por un lado, cruel, imponiendo juicios personalizados a cada uno después de la muerte. Por el otro, misericordioso, dando a los pecadores una última oportunidad.
Según las palabras del ermitaño, la oración hace ceder a los demonios. Odilón, por tanto, reza por ellos todos los días.
Pero, ¿cuántas almas más pueden salvar unas pocas canciones más? De repente, el abad interrumpe sus pensamientos, dándose cuenta de su absurdo.
Una idea inspirada
¡Qué orgullo, Odilón! No creí que pudieras, se ríe para sí mismo. ¿Qué hombre puede afirmar que realiza tal tarea por sí solo?
¿No es el deber de los cristianos orar por la salvación de las almas perdidas?
La solución es bastante simple, al final. Los fieles rezan por los santos, que ya están con Dios. Entonces, ¿por qué no orar por aquellos que no han terminado su viaje hacia el reino eterno?
¿Y no es el deber de los cristianos orar por la salvación de las almas perdidas? Para que superen sus pruebas y recuperen la pureza para llegar a Dios.
Si la parroquia… no, todas las parroquias de la región conmemoraran a los difuntos, las oraciones por ellos se multiplicarían exponencialmente.
En Cluny, la primera conmemoración de los difuntos
¡Está decidido esperar al año siguiente para ponerlo en práctica! Después de una rápida señal de la cruz, Odilon se apresura al presbiterio para tomar nota.
Así, la primera conmemoración de los fieles difuntos tuvo lugar en Cluny el 2 de noviembre de 998.
Aprobada por el papa León IX (1002-1054), la tradición se extendió por toda la cristiandad.
El Día de Muertos se convirtió en una fiesta universal en la Iglesia en el siglo XIII. Si bien su propósito principal es orar por los muertos en el Purgatorio, también ayuda a reafirmar la inmortalidad del alma.
En julio del 2015 la foto de Edgar Gayoso Miskinick, “el servidor del Papa en patinetas” se hizo viral tras la visita de Francisco en Paraguay, quien lo bendijo en medio de la multitud. El joven recuerda que fue bendecido por Francisco durante uno de sus recorridos.
“Sentí mucha paz tras esa bendición, fue como si mismo Dios me haya dado fuerzas”, dijo Edgar en comunicación con Aleteia. Pero a pesar de que este fue “uno de los momentos más importantes de su vida”, las huellas dejadas por la Legión de María en su vida fueron las que le enseñaron otra forma de vivir.
A diferencia de otras personas que padecen esta enfermedad, Édgar adoptó a una patineta como su sostén para poder desplazarse por lo que no pasa desapercibido por donde va. Para él, ese medio es más cómodo que una silla de ruedas o muleta.
“Gracias la Legión de María soy lo que soy”
El joven relata que su niñez no fue fácil ya que por su enfermedad los médicos le recomendaron que no intente caminar. “Vivía encerrado, sin acceso a la educación y con mucha tristeza”, dijo el joven en conversación con Aleteia.
“Tenía una vida muy deprimente has que conocí a un movimiento religioso donde me miraron con otros ojos. Desde que llegue hasta la Legión de María empecé incorporarme a nivel social. Gracias a ellos me interese por acceder a la educación”, aseguró.
Edgar Gayoso Miskinick fue intégrate y coordinador durante años del grupo juvenil mariano, grupo al que conoció cuando tenía 15 años en el Santuario Nacional del Perpetuo Socorro de Asunción.
“En su momento, esta situación (de mi enfermedad) me impidió muchas cosas, pero la motivación que recibí en la iglesia fue clave para que yo salga al mundo. Hoy llevo una vida normal, sigo luchando y viendo cómo puedo ayudar a cambar la conciencia de las personas”, refirió.
«El servidor en patinetas» contó con mucha emoción que tiene una hija de solo tres meses y que con su pareja están en tratativas para casarse en el menor tiempo posible. Reiteró la importancia que tiene la Virgen María para su vida.
“Yo puedo afirmar que gracias la Legión de María soy lo que soy, que me reconstruyó. La actividad pastoral y religiosa fue lo que me permitió salir adelante, lo que me impulsó y motivó. Soy una persona muy mariana y amo a la Virgen”, agregó.
Servir a través de su experiencia
Edgar Gayoso comentó que durante años le tocó servir como misionero y afirmó que este tipo de experiencias dejan huellas para toda la vida. “Me encantaba recorrer el país llevando un mensaje de esperanza”, expresó.
Actualmente es empleado en una fundación en Paraguay llamada Sarakí, la misma se encarga de trabajar por los derechos de las personas con discapacidad. Uno de os objetivos de esta organización es impulsar una “sociedad libre, inclusiva y solidaria”.
“Además, de trabajar en la fundación, tengo acciones por mi propia cuenta. Estoy teniendo proyectos para poder visibilizar las dificultades por las que atraviesan las personas con este tipo de dificultad. Realizo videos para ir conciencian las personas y los difundo en redes sociales”, relató.
El joven comentó que su anhelo es seguir ayudando a las personas que tienen dificultades y aseguró que la misa constante y la oración son claves para su fortaleza.
Según la Biblioteca Virtual de Salud de Paraguay, la Osteogénesis Imperfecta (OI) -o huesos de cristal- se presenta en 1 de cada 20.000 nacimientos. Se trata de un grupo heterogéneo de trastornos, caracterizados por anomalías del colágeno tipo I que interfieren en el proceso normal de osificación del hueso.
Actualmente en el Paraguay existen varias organizaciones sin fines de lucro que atienden las necesidades de personas con capacidades diferentes y patologías consideradas como “raras”.
Siempre me apasiona la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Jesús se coloca en el centro de mi vida. Y yo lo adoro, me postro, me miro en mi pequeñez y veo su grandeza.
Pienso en ese Jesús en carne y sangre al que sigo. Quiso hacerse hombre, cercano, humano, para caminar al ritmo de mis pasos.
La eucaristía me recuerda su presencia por amor. Se quiso quedar para que yo pudiera recibirlo en mi interior. Para que pudiera comerlo y beberlo.
Me sorprende este Dios que se vuelve pan de vida para darme esa vida eterna que necesito. Se hace pequeño para que no me asuste ante su inmensidad. Viene a mí para buscarme en medio de mis días.
Dios es un misterio
Me asusta el misterio y quiero saberlo todo. Pero es imposible porque todo está oculto. Todo es un misterio.
Me hablan de la fe, de creer en lo que no se ve. Pero a veces no puedo. Creo más en lo que toco, en lo que abarco, en lo que se abre ante mis ojos en su verdad más íntima.
Los misterios me desconciertan. Y creer en lo que no está a mi alcance tiene que ser un don.
Le pido a Jesús que aumente mi fe. Que en su pan y en su vino, en su Cuerpo y en su Sangre vea su presencia misteriosa, su amor más grande.
No me escandalizo. Un Dios hecho carne ante mis ojos. El respeto ante el misterio exige de mí que me sienta pequeño.
Cuido el respeto ante lo sagrado. El anonadamiento de Dios que se hace carne no me escandaliza, pero no deja de asombrarme. Un Dios que se vuelve impotente.
¿Y qué hago yo ante esa humanidad que se presenta ante mí? Me postro lleno de respeto. Me humillo para que se manifieste ante mí. Y me siento indigno, porque nunca soy digno de su amor, de su misericordia.
La tristeza por lo que se anhela
En esta fiesta celebro el amor humano que Dios me regala. El amor de ese Jesús que quiso romper su vida por mí. Se hizo esclavo de mi amor. Esperando a la puerta de mi vida la respuesta.
Ese amor tan grande se derrama ante mis ojos y yo siento que estoy muy lejos. Por eso me postro, por eso comulgo.
Porque necesito su fuerza, su poder, su amor, para salvar y sanar mi vida. Comenta Sor Verónica fundadora de Iesu Comunio:
«No hay nada más atractivo que vivir apasionadamente la propia vocación. La alegría que Dios da a quien escucha su llamada y la sigue. No es la tristeza por lo que se tiene -a veces muchísimo- sino por lo que se anhela, el clamor más hondo de nuestro ser.
A Cristo se le puede tocar. Es lo más real. No sólo lo toco, me lo como. No es un Dios al que se adora desde fuera».
Volver a apasionarse
Adoro a Jesús en mi propio corazón, porque lo recibo, lo consumo y su presencia llena todo mi ser. Y así recobro la pasión por la vida, por su llamada.
Mi vida cristiana es apasionante. Y no puedo dejar de sentir que soy muy pequeño, muy frágil.
Su amor es más grande que mi capacidad de amar. La Eucaristía aumenta en mi alma el deseo de entregar la vida.
Jesús viene a mí para que yo pueda ir a los hombres y entregar mi amor. Así de sencillo.
A pesar de todo, feliz
Pero luego me confronto con mis límites y siento que estoy tan lejos de ese amor que se hace carne, pan y vino para no olvidarme.
No puedo sino vivir con tristeza por no poseer todo lo que anhelo. Y además estoy llamado a vivir feliz, agradecido por todo lo que tengo.
¿Cómo le puedo tener miedo a ese Dios que se presenta a la altura de mis ojos? No me exige sumisión, no me pide lo imposible. Sólo me ama y espera que su amor despierte mi amor.
En la Eucaristía Dios nos da su amor y el poder amarle
Jacques Philippe, Si conocieras el don de Dios
Recibo un amor inmenso que me desborda. Un amor que no espera nada, sin condiciones. Un amor misericordioso que es don, nunca un derecho. Porque el amor sólo se puede agradecer, nunca se puede exigir.
El Amor me sana
Hoy celebro la fiesta del amor de Dios que se hace carne para abrazarme. Y ese amor inmenso me sostiene, me levanta y me sana.
Ya sé cuál es el poder del abrazo, como escribe Elena Bautista: El abrazo es un arma de construcción masiva».
El abrazo reconstruye lo que está roto en mi interior. El abrazo de Jesús cada vez que comulgo.
El de aquellos que me dan el amor de Dios con sus brazos, con sus abrazos eternos. Esos abrazos que la pandemia ha vuelto tan escasos y que siguen siendo camino de salvación.
Dios y los demás
Leía el otro día:
«Sin eucaristía no podemos vivir ni conceder a Dios el primer puesto en nuestra vida y en nuestras actividades. Al silencio de la indiferencia, los sacerdotes y fieles deben responder con el silencio de la oración. La enfermedad del desinterés se cura con los sacramentos, la enseñanza y el testimonio de los santos»
Cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio, 66
La comunión con Cristo me vuelve comunión con mis hermanos. En la comunión coloco a Dios en el centro de mi vida.
Creo en el poder transformador del amor de Jesús cada vez que comulgo, cada vez que me postro y arrodillo para admirar, alabar y agradecer su presencia que transforma mis pasos y convierte mi vida en un testimonio de su amor.
Así funciona. No es la eucaristía el premio de los buenos. Sino el remedio para los enfermos que caminan cansados y abatidos y necesitan en su cuerpo y en su alma esa fuerza que los levante por encima de todos sus miedos.
La oración muchas veces brota de nuestro corazón sin que nos demos cuenta. Ante una dificultad, un profundo dolor o una tragedia, las súplicas no se hacen esperar.
Le rogamos a Dios que nos ayude, que nos consuele, que nos saque de la pena o el horror. Esto mismo sucede cuando pedimos por la salud de un ser querido.
De un familiar, de un amigo o un conocido. Le pedimos a Dios con todas nuestras fuerzas que la situación no empeore, que se apiade de lo que esa persona está experimentando y que le devuelva la salud.
Nos aferramos a la vida con todas nuestras fuerzas, o incluso le rogamos a Dios que nos traslade ese dolor a nosotros y se lo quite a esa persona que tanto queremos.
Este oración para pedir por la salud de un ser querido es hermosa. Puedes simplemente escucharla y ofrecérsela a Dios, escribirla para tenerla siempre cerca o compartírsela a otras personas para que se unan a esta petición.
Oración para pedir por la salud de un ser querido:
Querido Jesús, amigo hoy hay alguien que necesita de Ti. Hay alguien que necesita una oración. y es alguien importante para mí.
No la está pasando bien, lo sé pero intenta con todas sus fuerzas levantar la mirada y no perderte de vista en este tiempo donde tener salud y vida, es un milagro.
Te pido por esa persona que hoy no tiene el privilegio de tener salud. Sé que son tiempos de prueba para ella y para los que la rodean, pero ayúdame a estar siempre ahí, para tenderle mi mano, para ayudarla con mi oración.
Sé que todo esto tiene un propósito más grande del que podamos imaginar, ayúdanos a mantener la fe y a seguir en la batalla de no rendirnos ante la enfermedad, a mantener la esperanza. Ayúdala a no caer y cuando caiga, ayúdame a darle tu mano para levantarse.
Ayúdala a mirar tu cruz en su dolor Ayúdame a recordarle que su dolor tiene un sentido cuando nos unimos a Ti. Ayúdala a enfrentar este tiempo con fe y no perderla. Ayúdame a mostrarle que eres Tú quien da un nuevo horizonte a su vida Ayúdala a experimentar cada día con la fuerza de Tu amor y misericordia.
Ayúdame a demostrarle cuánta la amas, a pesar del dolor y enfermedad, Ayúdala a no tirar la toalla y seguir caminando de tu mano, Jesús Ayúdame a demostrarle que es un tiempo de oportunidad, la oportunidad de volver a Ti.
Y que, a pesar de la enfermedad, existen infinitas posibilidades de ser feliz. Jesús, sé que la enfermedad no tiene la última palabra en nuestras vidas Eres tú quien la tiene, solo tú Jesús. Tú eres más fuerte que cualquier enfermedad Ayúdala a creer, ayúdanos a creer.