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Para los que no asistieron a sus parroquias a recibir la ceniza, y les queda la duda si esta falta representa un pecado, le tenemos la respuesta.

La imposición de la ceniza es un sacramental que nos prepara hacia la recepción de los sacramentos. Es decir, un signo no obligatorio, mediante el cual nos ponemos en proceso para llegar a lo que es obligatorio.

“Es algo así como si tuviéramos que participar de un banquete, en el que se ofrece la prueba de lo que se va a dar. Si por algo no podemos tomar la prueba, lo que sí es importante es que participemos del banquete a plenitud, para lo cual es importante irnos disponiendo. En este caso, el banquete es la Pascua”.

La ceniza, si bien es un signo externo de conversión hacia la Pascua, recibirla no tiene ningún sentido si no existe un propósito de revisar y corregir actitudes, fallas y limitaciones personales, si no se tiene la intención de salir al encuentro del otro. “Todo lo cual nos prepara para llegar a la Semana Santa y vivirla en plenitud, para festejar la Solemnidad de la Pascua.”

Si por ciertas circunstancias a alguien no le es posible acudir a tomar ceniza, no se debe preocupar, pues no se trata de algo obligatorio; lo que sí es indispensable es recorrer dicho camino de preparación”.

“El Evangelio lo dice: ‘Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando’. Así, la ceniza puede convertirse sólo en un signo externo si es que no nos lleva hacia lo interno”.

Quien acude a tomar ceniza, para que no se quede en un acto de hipocresía o falsedad, es importante que se confiese durante la Cuaresma, el tiempo propicio para cumplir con este sacramento, sobre todo si lo hace una vez por año.

¿Qué nos dice la Iglesia sobre la ceniza en al frente?

En los primeros siglos del cristianismo, cuando un miembro de la comunidad pecaba gravemente, era recibido en la asamblea penitencial el Miércoles de Ceniza, y ahí recibía un traje especial hecho de sayal áspero que debía vestir durante toda la Cuaresma.

También se derramaba ceniza sobre su cabeza, como reconocimiento de su pequeñez ante Dios y el dolor de haberlo ofendido.

El sacerdote, entonces, imponía una penitencia al pecador, y la comunidad rezaba por él durante la Cuaresma. Al final de la Cuaresma era absuelto y aceptado otra vez en la comunidad, que celebraba su conversión.

Esta ceremonia, que en un principio estaba reservada únicamente a los que pedían la Reconciliación, más tarde se extendió a toda la comunidad, que se reconoció pecadora y dispuesta a la Reconciliación, ayunando y recibiendo la ceniza el día en que se iniciaba la Cuaresma.