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Misericordia vs. Obras

Misericordia vs. Obras

Santiago escribe en su carta: “Así también la fe: si no tiene obras, está muerta en sí misma. Pero alguien dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras y te mostraré mi fe por mis obras ”.

El apóstol , en este pasaje, se ocupó de la fe, dejando en claro que sin obras está muerta. Así sucede con la misericordia. A menudo decimos que somos misericordiosos, sin embargo, nos falta el coraje y la docilidad para ayudar a alguien que lo necesita, o incluso optamos por apartar la cara para no encontrarnos con un hermano de la calle que pide limosna en ese lugar. lugar particular. La misericordia no ocurre con las palabras, sino con las obras , haciendo así visible a todos que, de hecho, todavía hay gente misericordiosa hoy.

Recordemos que el Padre, para revelar Su Infinita Misericordia a los hombres, envió a Su único Hijo al mundo para que todos los que crean sean salvos. Esta fue la gran obra de misericordia que Dios hizo por la humanidad. Y a nosotros, hombres y mujeres alcanzados por la Misericordia, se nos ha encomendado la misión de ser misericordiosos como nuestro Padre. Tenemos en Él nuestra mayor fuente de ejemplo e inspiración para construir, a través de las obras, una generación verdaderamente misericordiosa . Las obras de misericordia se dividen en dos dimensiones: corporal y espiritual, con 14 en total.

Como obras corporales de misericordia tenemos: alimentar a los hambrientos; dale agua a los sedientos; vistiendo los desnudos; dar a los peregrinos un lugar para quedarse; ayudar a los enfermos; visitar a los prisioneros y, finalmente, enterrar a los muertos. Tal vez ya hiciste algunos de estos trabajos y ni siquiera sabías que estabas siendo misericordioso o, quién sabe, nunca lo hiciste porque no sabías que era misericordia.

Bueno, ahora consciente, se hace más fácil poner en práctica el amor misericordioso por nuestros hermanos y hermanas necesitados. Haz el ejercicio de pensar en quién necesita tu ayuda y ve la mejor manera de ayudarlo, siendo para esa persona un signo concreto de la misericordia del Padre, que no abandona a ninguno de sus hijos.

Además de las corporales, tenemos las obras espirituales de misericordia que son: dar buenos consejos; enseñar al ignorante; corregir a los que cometen errores; consolar a los tristes; perdona las ofensas; sufrir con paciencia las debilidades del prójimo y, finalmente, rezar a Dios por los vivos y los muertos. Todo esto es para ejercitar la misericordia, siendo para los que amamos y, incluso para los que nos cuesta amar, el abrazo del Padre de las misericordias.

Siempre habrá ocasiones y personas que nos harán vivir, en la práctica, la verdadera misericordia . Todavía es posible escuchar, hoy, el grito de Jesús desde lo alto de la cruz: «¡TENGO SED!». Y quizás Él está de nuestro lado y aún no hemos abierto nuestros ojos y oídos para verlo y escucharlo. “Entonces el Rey les responderá: ‘De cierto os digo que siempre que hicisteis esto con uno de mis hermanos más pequeños, ¡me lo hicisteis a mí!’” (Mateo 25, 40).

14 de mayo: santa Gema Galgani

14 de mayo: santa Gema Galgani

En apenas 25 años se pueden recorrer kilómetros hacia el cielo. Fue lo que hizo Gema Galgani, una de los únicos diez santos estigmatizados en la historia de la Iglesia.

Nació en la provincia italiana de Lucca el 12 de marzo de 1878. Fue la cuarta de ocho hijos, y rápido se le notó algo especial. Cuando tenía 4 años, sus abuelos la sorprendieron en su cuarto, de rodillas ante un crucifijo. «Estoy rezando. Salid que estoy en oración», les dijo.

«Cuando yo era pequeñita, mi madre acostumbraba a tomarme a menudo en brazos y, llorando, me enseñaba un crucifijo y me decía que Jesús había muerto en la cruz por los hombres», aseguró años después la joven. Esta relación tan especial con su madre se rompió cuando tenía apenas 7 años, el día en que Gema recibió la Confirmación. «¿Quieres darme a tu mamá?», notó que Jesús le decía en el corazón. «Me llevaré a tu mamá al cielo, ¿me la darás de buena gana?», insistió el Señor. Al recordar ese episodio, Gema reconocería más tarde que «tuve que decir que sí» y que, al acabar la Misa, volvió a casa y «miraba a mamá y lloraba, no podía contenerme». No habían pasado seis meses cuando su madre murió.

Este suceso fue un mazazo para toda la familia, y la pequeña fue enviada a un internado de monjas. Fueron los años en los que debía prepararse para recibir la Primera Comunión, para lo que se preparó a conciencia, llegando a pasar los diez días previos en un convento. El 17 de junio de 1887 llegó el momento: «Me siento incapaz de describir la experiencia de aquel encuentro. Comprendí que las delicias del cielo no son como las de la tierra. Hubiera anhelado no interrumpir nunca aquella unión con mi Dios».

Diez años después, su padre murió de cáncer de garganta. La familia estaba llena de deudas y los acreedores ni siquiera respetaron el duelo. Antes incluso del entierro se abalanzaron sobre la casa para llevarse todo lo que pudieron, y hasta metieron las manos en los bolsillos de la joven para coger unas monedas. En la miseria, Gema tuvo que ser acogida por una familia del pueblo.

Fue una época de mucha agitación. Durante el año siguiente se despistó y comenzó a olvidarse poco a poco de Jesús. «El amor del mundo comenzó a apoderarse de mi corazón», dijo, pero «Jesús vino otra vez en mi ayuda».

Lo hizo a través de la enfermedad y la cruz: una parálisis se apoderó de sus piernas, comenzó a dolerse de los riñones, y una otitis purulenta la llevó a quedarse en cama. Al no ver mejoría, los médicos llegaron a desahuciarla. «¿Para qué me tratas así?», se quejaba a Jesús. «Si Él te aflige en el cuerpo es para purificarte cada vez más en el espíritu», le respondió su ángel guardián.

Fue en aquel momento cuando empezó a recibir la visita de Jesús: «No me ofendas más, ámame como yo te he amado siempre», decía Él. El 8 de junio de 1899 se presentó ante ella y, con sus llagas como de fuego, tocó las manos, los pies y el corazón de la joven. Gema quedó estigmatizada, pero a ese dolor compartido con el del Señor se añadió la incomprensión de los que la rodeaban. Fue tachada de embustera y de histérica, y hasta su mismo confesor pensó que las heridas se las causaba ella misma.

Por estos hechos, santa Gema ha pasado a la historia como un alma víctima, «pero esta expresión hay que entenderla bien», afirma el padre pasionista José Luis Quintero, del santuario de Santa Gema en Madrid, templo que custodia la reliquia del corazón de la santa y que celebra ahora un Año Jubilar por los 300 años de la fundación de la orden.

Quintero se refiere a este don místico como «una ofrenda que la une con Dios para ayudarla a vencer el mal». Para el pasionista, la identificación con Cristo sufriente que vivió la santa «no es dolorismo, sino amor que empatiza. Eso lo muestran muy bien las palabras que ella le dirigía al Señor: “Jesús mío, padecer contigo, me amas, soy un retoño de tus llagas, fruto de tu Pasión”. En realidad, todos sus dones no fueron más que el signo de su presencia».

Estas gracias extraordinarias «son la punta del iceberg», incide el padre Quintero, porque, frente a su espectacularidad, santa Gema vivió a Dios «desde lo cotidiano. Enferma y limitada, estaba sumida en un contexto de fragilidad, como muchos de nosotros hoy. Pero ella nunca dejó de ser una joven normal que ayudaba en casa y que llevaba al día su vida sacramental y la oración. Ese es el mismo camino para nosotros hoy».

Finalmente, tras una encarnizada lucha espiritual –y física– en sus últimos meses contra el demonio, murió abrazada a una cruz el 11 de abril de 1903, Sábado Santo en la liturgia antigua. «Ella muere mirando la cruz, pero la gloriosa, que no anula la experiencia de dolor pero la envuelve. Así vivió y murió».

Papa Francisco: “Mujeres no escondan su vientre”

Papa Francisco: “Mujeres no escondan su vientre”

“Para que el futuro sea bueno -dice el Santo Padre-, debemos ocuparnos de las familias, sobre todo de las jóvenes, acosadas por preocupaciones que corren el riesgo de paralizar sus proyectos de vida”.

Y continúa, “pienso en el desconcierto que provoca la incertidumbre del trabajo, pienso en los miedos que provocan los costes cada vez menos asequibles de la crianza de los hijos: son miedos que pueden engullir el futuro, son arenas movedizas que pueden hundir una sociedad”.

“También pienso, con tristeza, en las mujeres a las que en el trabajo se les disuade de tener hijos o que tienen que ocultar su vientre¿Cómo es posible que una mujer tenga que avergonzarse del regalo más hermoso que puede ofrecer la vida? No la mujer, sino la sociedad debería avergonzarse, porque una sociedad que no acoge la vida deja de vivir. ¡Los hijos son la esperanza que hace renacer a un pueblo!”

“Si las familias no están en el centro del presente, no habrá futuro; pero si las familias vuelven a ponerse en marcha, todo vuelve a funcionar”, comenta el Papa Francisco en un conmovedor mensaje Estados Generales de la Natalidad.

“Hay una frase del Evangelio que puede ayudar a cualquiera, incluso a los que no creen, a orientar sus decisiones. Jesús dice: ‘Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón’ (Mt 6,21). ¿Dónde está nuestro tesoro, el tesoro de nuestra sociedad? ¿En los hijos o en las finanzas? ¿Qué nos atrae, la familia o la facturación? Hay que tener el valor de elegir lo que más nos importa, porque allí es donde se atará el corazón”, afirmó el Santo Padre.

“A veces os sentiréis como si estuvierais gritando en el desierto, luchando contra molinos de viento. Pero id adelante, no os rindáis, porque es hermoso soñar el bien y construir el futuro. Y sin natalidad no hay futuro”, concluye le Papa.

“La batalla final será sobre el matrimonio y la familia”

“La batalla final será sobre el matrimonio y la familia”

¿Conoces las profecía de la hermana Lucía sobre la familia? Lucía dos Santos, una de las tres niñas que presenciaron las apariciones marianas en Fátima, murió en 2005. Pero antes de su muerte, predijo que la batalla final entre Cristo y Satanás sería por el matrimonio y la familia.

Eso dice el cardenal Carlo Caffarra, quien informa que la vidente le envió una carta con esta predicción cuando era arzobispo de Bolonia, Italia.

Este comunicado de la hermana Lucía, redactado durante el pontificado de San Juan Pablo II, fue revisado oportunamente por el semanario Desde la Fe de la Arquidiócesis de México, en medio del debate generado por el ex presidente Enrique Peña Nieto, quien anunció su intención de promover el matrimonio homosexual en este país.

El semanario mexicano recordó las declaraciones que el cardenal Caffarra hizo a la prensa italiana en 2008, tres años después de la muerte de sor Lucía.

El 16 de febrero de 2008, el cardenal italiano había celebrado una misa en la tumba del Padre Pio, tras lo cual concedió una entrevista a Tele Radio Padre Pio. Se le preguntó sobre la profecía de la hermana Lucía dos Santos que habla de “la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás“.

El cardenal Caffarra explicó que san Juan Pablo II le había encargado planificar y establecer el Pontificio Instituto de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Al comienzo de este trabajo, el cardenal escribió una carta a Sor Lucía de Fátima a través de su obispo, ya que no podía hacerlo directamente.

“Inexplicablemente, como no esperaba respuesta, ya que solo había pedido sus oraciones, recibí una larga carta con su firma, que ahora está en los archivos del Instituto”, dijo el cardenal italiano.

“En esa carta encontramos escrito: ‘La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será sobre el matrimonio y la familia‘. No temas, agregó, porque quien trabaje por la santidad del Matrimonio y la Familia siempre será combatido y opuesto en todos los sentidos, porque ese es el tema decisivo.

Luego concluyó: ‘sin embargo, Nuestra Señora ya le ha aplastado la cabeza‘ ”.

El cardenal Caffarra agregó que “hablando de nuevo con Juan Pablo II, se podía sentir que la familia era el núcleo, ya que tiene que ver con el pilar sustentador de la creación, la verdad de la relación entre el hombre y la mujer, entre las generaciones. Si el pilar fundamental se daña, todo el edificio se derrumba y lo estamos viendo ahora, porque estamos en este punto y lo sabemos”.

“Y me conmueve leer las mejores biografías del Padre Pío”, concluyó el cardenal, “acerca de cómo este hombre estaba tan atento a la santidad del matrimonio y la santidad de los esposos, incluso con un rigor justificable en ocasiones”.