Juanita hoy tiene doce años y su vida fue un verdadero tormento. Su padre, quien debía protegerla, la golpeó de manera brutal desde pequeña. Vivía en comunidad muy pobre de Guerrero, México, con sus ocho hermanos.
Cuando tenía solo cuatro años, su padre le infringió quemaduras en casi todo el cuerpo que le hicieron perder su manos.
En un diálogo con el canal Telemundo, el presidente de la Fundación Latidos de Amor, el doctor Jesús Galeana -quien la rescató de esa terrible situación- contó lo que sucedió la pequeña en la última de estas agresiones.
Juanita, luego de ser brutalmente golpeada, fue colgada de un árbol con una soga y vendida a una persona. La niña recuerda: “le pegó feo a mi mamá, después me pegó a mí, me estaba ahorcando”.
Luego de ser vendida el padre le dijo “que no dijera nada y que no lo denuncie”, cuenta la pequeña. Sin embargo, pudo escapar de su captor y caminó durante más de seis horas. Pero en su fuga un carro la atropelló.
“Iba pasando y me atropelló el carro, y me ayudó la Virgen“, relata Juanita. La pequeña relata que tras la embestida resbaló, cayó y fue allí que apareció una mujer “toda tapada, de verde”, que la subió a su burro. Así llegó a una comunidad cercana.
Como muestra de agradecimiento a Nuestra Madre e invitada por el canal de televisión, Juanita visitó el Santuario de la Basílica de Santa María de Guadalupe.
El término indica la soberanía y el conjunto de acciones realizadas por Dios para ayudarnos. Pero a veces corremos el riesgo de tergiversar cuál es su «papel» real. ¡Veamos qué no es la Divina Providencia!
Andrés D ‘Angelo de Catholic Link explica que cuando Jesús nos habla de la Divina Providencia en el Evangelio, nos habla de un Padre amoroso, que con dedicación ve cada pequeño detalle de nuestra vida. La providencia divina es, por tanto, la misericordia divina aplicada a nuestra vida diaria.
“¿ No se venden dos gorriones por un centavo? Sin embargo, ninguno de ellos cae al suelo sin la voluntad de tu Padre. Pero en cuanto a ti, hasta el cabello de tu cabeza está todo contado. Así que no tengas miedo; más valéis que muchos pajarillos ” (Mateo 10, 29-31).
Pero, como ya se dijo, es posible confundirse, así que averigüemos qué no es la Divina Providencia en 3 puntos:
La Divina Providencia no es una niñera
Dios nos conoce íntimamente y sabe de lo que somos capaces y de lo que no somos capaces. Como dice San Agustín, debemos hacer lo que podamos y pedir lo que no podamos. Pero no vale la pena hacer trampa, como hacen los niños. Si no hacemos nuestra parte, no podemos esperar que Dios haga la suya.
La Divina Providencia no es un tirano
¡Dios no nos pide lo imposible! Nos pide que cumplamos con nuestro deber, ¡nada más! ¡Él se encarga de todo lo demás! Por ejemplo, si a una joven albanesa en la India le hubieran dicho que tendría que fundar una congregación de 4.500 miembros que se extiende a 133 países, la pobre monja habría muerto de angustia, pensando que todo esto estaba más allá de sus fuerzas. En cambio, Dios le dijo: “Ve y cuida de los más pobres entre los pobres”. Y esto la convirtió en la Madre Teresa a quien todos conocemos y admiramos. Aquí está la grandeza de la Divina Providencia: nos da la libertad de dedicarnos a las grandes cosas (el Reino de Dios) mientras él se ocupa de las demás. ¡Y cómo lo maneja!
La Divina Providencia no actúa directamente
Hay una famosa historia de un hombre que le pidió a Dios que lo salvara de una inundación. Primero llegaron los bomberos, pero el hombre se negó a entrar a su bote porque le había pedido ayuda a Dios. Luego llegó la protección civil, pero incluso en su bote el hombre no quiso entrar, porque es de Dios quien pidió ayuda. . Finalmente, un helicóptero de la policía lo alcanzó, pero el hombre se negó una vez más. Cuando murió, el hombre fue al cielo y le preguntó a Dios: «Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» A lo que Dios responde: «Hombre, primero te envié a los bomberos, luego a la defensa civil y finalmente a la policía, ¡y los rechazaste a todos!».
Incluyendo esto, veamos los momentos en los que Dios parece no preocuparse por nuestras necesidades y tratemos de entender lo que realmente está haciendo, ¡cuando nos parece que el mundo está por terminar!
La siguiente historia de fe nos la cuenta una mujer hispana, ella narra su angustia y como Jesucristo la salvo de la muerte.
“Una vez estaba recién dada a luz y descansaba recostada en un sofá. Eran cerca de las 12 de la noche, estaba despierta pensando en la salud de mi bebé que había nacido prematuro”, comienza en su relato la mujer.
“De pronto sentí el cuello apretado por alguien, pude ver unos brazos musculosos como de un humo negro espeso y sus manos tenían dedos que terminaban en uñas filosas en forma de garra”, agrega.
“Empecé a forcejear pero esto me levanto. Recé y no podía terminar la oración, clamaba a Dios y nada que eso me soltaba, sentía ya que no podía respirar y clamé a lo que pude: Que la Preciosa Sangre de Jesucristo cubra todo lo que está dentro y fuera de esta casa. Al instante eso me soltó. Clamar la Preciosa Sangre de Jesús, logro liberarme de aquel demonio“.
La mujer luego continúa: “Debo decir, que cuando amaneció y salimos al patio de la casa, todas los animales hembras estaban muertos y los machos vivos. Ovejas, gallinas, ganzas, perras. Todas las hembras muertas y los machos vivos“.
“La Preciosísima Sangre de Nuestro Señor salvó mi vida de esa infestación, de ese mal, que no se como ni por qué llegó a mi casa”, enfatiza la mujer.
“Mi bebé es un varoncito, ya tiene 18 años. Hace 18 años fue ese acontecimiento. Siempre medito en el amor de Dios manifestado ese día para mi“, concluye.
La Iglesia en América Latina cuenta con 636 proyectos de atención como estos, en 345 ciudades de 22 países. La red Clamor los acaba de recoger todos en un mapa que presentó en abril. Este trabajo ha preparado el camino para que la red se haga cargo del programa Puentes de Solidaridad, de atención a los migrantes venezolanos. Lanzado en 2018 por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ahora se integra en Clamor. Y, a través de ella, en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Todo con el objetivo de actuar como «Iglesia en comunión, para hacer las cosas de forma articulada» y sinodal como pide el Papa, apunta Monzant.
Con la dotación inicial de 800.000 euros ofrecida por el Vaticano, Puentes de Solidaridad «generó una red de trabajo que facilitaba muchísimo el acompañamiento» a venezolanos en doce países, subraya Martina Maini, secretaria general ejecutiva del programa. Ahora, se abre a todo el continente. Ya sin financiación propia, la secretaría técnica seguirá asesorando a cada entidad para sistematizar sus proyectos y conseguir fondos externos. Y, sobre todo, continuará promoviendo que cualquier persona o familia pueda viajar hasta su lugar de destino de una forma lo más segura posible.
Maini piensa por ejemplo en una familia que contacta con Cáritas Venezuela antes de salir, y así comienza un itinerario que la lleva, etapa a etapa, a Chile o Argentina. «Los venezolanos siguen siendo una prioridad, porque continúa habiendo un flujo importante» de personas que se suman a los cinco millones que ya han dejado su país. La pandemia por COVID-19 ha agravado su situación. Al impacto de los confinamientos en la economía informal se suma que con el cierre de fronteras «han aumentado el tráfico y la trata», tanto para salir de Venezuela como para regresar. Por eso «la asistencia humanitaria sigue siendo muy necesaria». Al mismo tiempo, se intentan poner en marcha acciones paralelas de promoción e inserción.
Acompañamiento espiritual
Junto a esto, «nuestro plus como Iglesia es trabajar el acompañamiento espiritual y pastoral», añade Maini. «A veces lo necesitan más que un plato de comida». En Paraguay, por ejemplo, «hay grupos de oración que cada semana congregan a cientos de migrantes, y en los que también se van sanando» otras heridas. Del mismo modo, se ha aprovechado mucho la religiosidad popular, de forma que allí donde hay venezolanos se organizan fiestas en honor a la Virgen de Coromoto, e incluso «ferias donde los migrantes pueden emprender y vender comida y productos» de su país. «Es bueno que no siempre se vincule la migración al sufrimiento y a abandonar las propias raíces».
La apertura de Puentes de Solidaridad a todo el continente americano permitirá aplicar el mismo método de trabajo a otros fenómenos que preocupan a Clamor, como las caravanas que van desde Centroamérica hasta Estados Unidos, o la migración desde Haití. Y enriquecerlo con nuevos proyectos, como una investigación sobre las caravanas o un curso para formar a 150 personas en incidencia política.
• 43 % de venezolanos en Perú perdieron su trabajo entre marzo y julio de 2020 y el 10 % pasó hambre, según datos de la Universidad del Pacífico.
• En Ecuador, «el padre nos habló de una fundación que estaba aprobando créditos para emprendimientos», narra un migrante venezolano en el informe Pies para qué os quiero, de Clamor. «Nos dijo que habláramos con los de la Misión Scalabriniana. Decidimos montar un restaurante de comida rápida. Ya hicimos el plan de negocio, lo aprobaron y estamos esperando el dinero. Los jesuitas nos van a aprobar otro proyecto», un estudio de fotografía.
• Además de ofrecerles trabajo como auxiliares en la guardería de sus hijos en Barranquilla (Colombia), el proyecto La Milagrosa, integrado en Puentes de Solidaridad, ofrece a madres venezolanas psicólogos y abogados.
• La red Clamor en Venezuela prepara un programa de acompañamiento en el duelo a quienes se quedan atrás. Lo va a coordinar el Servicio Jesuita a Refugiados, con experiencia en este ámbito.
• La muerte de 19 migrantes guatemaltecos calcinados en Tamaulipas (México) en enero movió a la red Clamor a exigir por carta a los gobiernos de México y Guatemala que el crimen no quedara impune. «Tuvo muy buena acogida, y se han dado reuniones a otros niveles», explica su secretario general. También fue el detonante de una campaña para dar visibilidad y crear conciencia en todo el continente sobre el problema de la trata. En la imagen, entierro de uno de los migrantes muertos.
El papa Francisco besó hoy el tatuaje con el número de prisionera de Lidia Maksymowicz, deportada en el campo de Auschwitz Birkenau cuando aún no tenía tres años, después de que ella se lo mostrase al saludarle durante la audiencia pública de los miércoles celebrada en el Vaticano.
La anciana bielorrusa, de 81 años, se subió la manga de su vestido para enseñarle al papa el número con el que los nazis marcaban a los prisioneros que entraban en los campos de concentración y Francisco lo beso antes de abrazarla.
Ambos pudieron intercambiar algunas palabras y la mujer indicó al papa el número tres, los años con los que entró en el campo de concentración.
Maksymowicz se encuentra en Italia para la presentación del documental que cuenta su vida y que lleva como título el número que le tatuaron: ‘70072, la niña que no sabía odiar’, un proyecto de la asociación «Memoria Viva».
Liberada en 1945 por los soviéticos
Esta anciana que vive en Cracovia fue deportada en 1943 y acabó en el llamado Pabellón de los niños, víctima de los experimentos atroces del criminal de guerra Josef Rudolf Mengele.
Sobrevivió a ese horror y, como todos los prisioneros de Auschwitz, fue liberada en enero de 1945 por soldados soviéticos y entregada en adopción a una familia polaca, donde vivió su juventud imaginando que su madre había muerto. Pero en 1962 localizaron a su verdadera madre, que también había creído que su pequeña hija estaba muerta.
El título de la película proviene de una frase de Maksymowicz: «Si tuviera que vivir pensando en el odio y la venganza, me haría daño a mí misma y a mi alma, y sería la enferma: el odio me mataría también».
Francisco ya sorprendió el pasado febrero cuando inesperadamente salió del Vaticano para acudir a la casa en Roma de Edith Bruck, poetisa húngara superviviente del Holocausto. El 29 de julio de 2016, el pontífice visitó durante su viaje a Polonia los campos de Auschwitz y Birkenau.