Mientras se encontraba postrado por una lesión grave, san Ignacio de Loyola comenzó a preguntarse sobre el estado de su propia alma y los diferentes sentimientos que experimentaba al tomar decisiones. Escribió la siguiente revelación en su autobiografía (escrita en tercera persona).
Mas no miraba en ello, ni se paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que una vez se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse desta diversidad y a hacer reflexión sobre ella. Cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste, y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del demonio, y el otro de Dios.
Esta revelación le acompañó durante el resto de su vida y fue desarrollada más extensamente en sus Ejercicios espirituales.
Conocer el propio interior
En esta obra pudo ofrecer una serie de normas concretas para llevar una vida espiritual que ayude a un alma perturbada a discernir los movimientos o “mociones” de su corazón y descubrir si vienen influidos por un espíritu maligno o benigno.
Desde entonces muchos han encontrado consuelo en sus reglas y las revisan regularmente para comprender mejor los movimientos de Dios en su alma. Aquí están las ocho reglas que san Ignacio da en sus Ejercicios espirituales.
Primera regla
Proprio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo spiritual, quitando toda tristeza y turbación, que el enemigo induce; del qual es proprio militar contra la tal alegría y consolación spiritual, trayendo razones aparentes, sotilezas y assiduas falacias.
Segunda regla
Sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación a la ánima sin causa precedente; porque es propio del Criador entrar, salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad. Digo sin causa, sin ningún previo sentimiento o conoscimiento de algún obiecto, por el qual venga la tal consolación mediante sus actos de entendimiento y voluntad.
Tercera regla
Con causa puede consolar al ánima así el buen ángel como el malo, por contrarios fines: el buen ángel, por provecho del ánima, para que cresca y suba de bien en mejor; y el mal ángel para el contrario, y adelante para traerla a su dañada intención y malicia.
Cuarta regla
Proprio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con la ánima devota, y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y sanctos conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones.
Quinta regla
Debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel; mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal spíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna.
Sexta regla
Quando el enemigo de natura humana fuere sentido y conoscido de su cola serpentina y mal fin a que induce, aprovecha a la persona que fue dél tentada, mirar luego en el discurso de los buenos pensamientos que le truxo, y el principio dellos, y cómo poco a poco procuró hacerla descendir de la suavidad y gozo spiritual en que estaba, hasta traerla a su intención depravada; para que con la tal experiencia conoscida y notada, se guarde para adelante de sus acostumbrados engaños.
Séptima regla
En los que proceden de bien en mejor, el buen ángel toca a la tal ánima dulce, leve y suavemente, como gota de agua que entra en una esponja; y el malo toca agudamente y con sonido y inquietud, como quando la gota de agua cae sobre la piedra; y a los que proceden de mal en peor, tocan los sobredichos spíritus contrario modo; cuya causa es la disposición del ánima ser a los dichos ángeles contraria o símile; porque quando es contraria, entran con estrépito y con sentidos, perceptiblemente; y quando es símile, entra con silencio como en propia casa a puerta abierta.
Octava regla
Quando la consolación es sin causa, dado que en ella no haya engaño por ser de solo Dios nuestro Señor, como está dicho, pero la persona spiritual, a quien Dios da la tal consolación, debe, con mucha vigilancia y attención, mirar y discernir el propio tiempo de la tal actual consolación, del siguiente en que la ánima queda caliente, y favorescida con el favor y reliquias de la consolación passada; porque muchas veces en este segundo tiempo por su propio discurso de habitúdines y consequencias de los conceptos y juicios, o por el buen espíritu o por el malo forma diversos propósitos y paresceres, que no son dados inmediatamente de Dios nuestro Señor; y por tanto han menester ser mucho bien examinados, antes que se les dé entero crédito ni que se pongan en efecto.
Te pido que todos los que, arrepentidos y confesados, vengan a visitar esta iglesia, obtengan amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas las culpas”.
El corazón generoso de san Francisco no duda sobre la petición que le hizo a Cristo y a la Virgen, que se le aparecieron mientras estaba rezando en la Porciúncula.
Fue una noche del año 1216, y el Salvador y su Santísima Madre refulgieron en la luz que ilumina de repente el altar, rodeados por un coro de ángeles.
El pobrecillo de Asís, que se despoja de todo y se humilla en todo, no tiene dudas ante el papa Honorio III: Jesús mismo le pidió que se dirigiera a su vicario en la tierra, que en aquel momento se encontraba en Perugia.
“Lo que pides, oh fray Francisco, es grande – le había dicho el Señor en la visión de la Porciúncula – pero aún eres digno de cosas mayores y las tendrás. Acojo por tanto tu oración, con la condición de que tú pidas a mi vicario en la tierra, de mi parte, esta indulgencia”.
Ocho siglos de misericordia
A la pregunta del pontífice: “Francisco, ¿durante cuántos años quieres esta indulgencia?”, el santo respondió: “Padre Santo, no pido años, sino almas”.
Y feliz, el 2 agosto de 1216, junto a los obispos de Umbria, anuncia al pueblo reunido en la Porciúncula: “¡Hermanos, quiero enviaros a todos al Paraíso!”.
El relato de las fuentes franciscanas ilustra, con una viveza que los siglos no han oscurecido, el origen del «Perdón de Asís «, una indulgencia plenaria que puede ser obtenida para uno mismo y para los difuntos, desde el mediodía del 1 de agosto hasta la medianoche del 2 de agosto por los fieles que observen algunas condiciones visitando una iglesia: confesarse, comulgar, rezar por las intenciones del papa, recitar el Credo y el Padrenuestro.
Santuario Cristo del Consuelo, Guayaquil, Ecuador. Esta iglesia de Ecuador ha sufrido en los últimos tiempos la clonación de su página en redes a través de la creación de algunas nuevas y con el uso de las mismas fotos e imágenes de Cristo del Consuelo.
El encargado de confirmar esta situación en diálogo con Aleteia fue el propio párroco del santuario, el padre Luis Armando Gómez Montoya.
“Han creado tres cuentas en Facebook, borraban un, creaban otra. Mandaban invitaciones a amistades haciéndose pasar por la parroquia Cristo del Consuelo. Recibimos unas cuatro o cinco denuncias porque pedían dinero por medio del Facebook”, expresó Gómez Montoya.
Esta situación motivó al santuario la publicación de un comunicado para llamar la atención de los fieles:
“Hagan caso omiso a esas solicitudes de amistad y no presten ninguna atención a lo que ahí se diga o se informe, pues la única cuenta oficial es esta…Santuario Cristo del Consuelo”, decía parte del comunicado.
Debido a esto, el pedido de Gómez Montoya es que las personas involucradas actúen honestamente y dejen de clonar páginas.
“Realmente no sé con qué fines lo hacen, al parecer es económico o no sé si será con el fin de desprestigiar, de hablar mal de la Iglesia. Hay que ir por todos los medios difundir ese tipo de cosas para que la gente esté a la expectativa y tenga mucho cuidado”, finalizó Armando.
“Clonación de identidad”
Lo sucedido en este santuario no es un hecho aislado. La propia Arquidiócesis de Guayaquil salió en las últimas horas a ofrecer un nuevo comunicado advirtiendo de casos de clonación de diversas parroquias de cuentas oficiales en redes sociales. También de la venta de productos bajo el supuesto aval de la Iglesia, aspectos que han derivado en casos de estafa a fieles.
La Arquidiócesis de Guayaquil hizo referencia a diversos ejemplos. Desde una persona que haciéndose pasar por el párroco de la Iglesia San Bartolomé pedía donaciones tanto en dinero como productos, hasta la estafa colectiva a fieles en la parroquia Nuestra Señora de Fuensanta con bingos, tickets, entre otros.
Dinero, donaciones, rifas
Efectivamente, según fuentes consultadas en Aleteia desde la Arquidiócesis de Guayaquil, desde hace varios meses algunas parroquias han sufrido de clonación de sus cuentas en redes sociales, principalmente Facebook. Lo hacen pidiendo dinero, haciendo rifas en nombre de la parroquia y estafando a los fieles.
Lo mismo pasa con cuentas personales que son clonadas. Quienes realizan estas prácticas toman fotos y piden dinero a familiares o conocidos de la persona.
“Para evitar ser víctimas de estafa; los eventos y actividades parroquiales son informados a través de los canales oficiales de las parroquias y de la Arquidiócesis de Guayaquil, mientras que las donaciones y trámites eclesiales solo se realizan en las oficinas de cada una de esas parroquias”, concluye la nota de la Arquidiócesis.
Falsos sacerdotes y usurpación de lo católico
La situación de Guayaquil, con esto de la clonación de identidad, no ha sido la única que ha generado preocupación en los últimos tiempos en Ecuador.
Debido a la pandemia y la virtualidad se ha hecho más notoria la participación de falsos sacerdotes y ciertos grupos que quieren lucrar con sacramentos o celebraciones del rito católico.
Es por esto que hace algunas semanas surgió también un fuerte mensaje de la Iglesia “ante la presencia de grupos religiosos que han asumido el nombre de ‘católicos’”. En un comunicado de cuatro páginas la Iglesia fue contundente en el propósito de “informar sobre la identidad y el sentido de pertenencia a la Iglesia católica”.
“Por ello, ante la presencia de varios grupos religiosos autodenominados católicos, y que no forman parte de la Iglesia católica, y debido al uso y abuso de la palabra “católica” lo que ha creado una verdadera confusión ante nuestros fieles y toda la sociedad ecuatoriana, queremos clarificar algunas cosas en honor a la verdad y al respeto que la identidad religiosa católica de nuestro país se merece”.
De manera inmediata el comunicado hacía referencia a algunos puntos como la libertad religiosa, la identidad católica y la validez de las celebraciones. Por último, ofrece una serie de conclusiones entre las que se destaca el siguiente punto:
“Exigimos a todos los grupos religiosos el respeto a nuestra identidad católica y, por lo tanto, les pedimos se abstengan del uso del nombre ‘católico’, así como también dejen de usar los signos, los ritos, las devociones, las advocaciones y las formas litúrgicas que pertenecen exclusivamente a la Iglesia católica en el mundo”.
Con el coronavirus expandiéndose, escuelas y negocios cerrando, y diócesis cancelando misas públicas, hay un espíritu de miedo acechando al mundo.
A los cristianos se les dice que no teman, incluso se les prohíbe estar ansiosos (Filipenses 4,6), pero también vemos a Jesús asustado mientras reza en el huerto antes de su pasión.
Muchos de nosotros hemos experimentado una disminución de ansiedad, miedo y preocupación en cuanto hemos empezado a confiar más en el Señor.
Pero aun así seguimos estando asustados, especialmente ahora que estamos delante de una pandemia global.
Cuando sabemos que debemos confiar en Dios, el miedo parece infidelidad, y eso solo lo empeora.
Pero no estamos solos en lo de encontramos asustados. Antes que reprimir nuestro miedo o permitirle que nos consuma, vamos a ver algunas de las vidas de santos que recurrieron a Dios en sus momentos de terror y encontraron esperanza, incluso si no tenían menos miedo.
San Agustín de Canterbury
Fue enviado por san Gregorio el grande a predicar por Inglaterra. Pero mientras la compañía viajaba hacia el norte, se les obsequió con historias sobre las formas salvajes de los paganos ingleses y los peligros de cruzar el Canal de la Mancha. Los hombres estaban tan aterrorizados que Agustín dio instrucciones a los otros de quedarse en Francia mientras el volvía a Roma a consultar al Papa. Presumiblemente, Agustín esperaba que Gregorio cancelara la misión; en vez de eso animó a Agustín, quien volvió con sus hombres, finalizó su viaje a Inglaterra, y experimentó un éxito tan grande que es conocido como “el apóstol de los ingleses”.
Sebastián Valfrè (1629-1710)
Parecía seguro y agradable, pero sus escritos cuentan otra historia: estaba aterrorizado. Estaba asustado de que fuera inválido para ser un cura predicador, y por culpa de eso empezó a estar asustado de Dios. Aun así seguía rezando, aunque a veces era agónico. Celebraba misas, oía confesiones, predicaba el evangelio, todo mientras luchaba con la ansiedad. Y eso es lo que le puso en el camino de la santidad. De muchas formas, Valfrè era más que un remarcable cura. Pero ser un sacerdote corriente en medio de la duda, la angustia y el terror (lo que nos parece probable que haya sido un trastorno de ansiedad) es casi un milagro.
Francis Libermann (1804-1852)
Había sido siempre sensible, fácilmente asustadizo. Aunque encontró una gran paz y alegría al convertirse al catolicismo desde el judaísmo, eso no significó la ausencia de miedo y ansiedad. Libermann estaba preocupado por haber decepcionado a su padre, por el antisemitismo que vivió, por la epilepsia que le obligó a abandonar sus sueños de sacerdocio y por la terrible responsabilidad de ser director espiritual. Estaba tan preocupado que por un tiempo le asustaba cruzar puentes porque temía tirarse por ellos. Libermann fue ordenado sacerdote finalmente y se convirtió en el fundador de una orden misionera; aunque seguía luchando contra el miedo, al final dejó de estar dominado por su ansiedad.
María Yi Seong-Rye (1801-1840)
Estaba casada con san Francisco Choe Kyong-Hwan. Pero cuando los dos fueron arrestados por ser cristianos, el menor de María estaba con ella en la cárcel, muriendo de hambre mientras a ella se le secaba la leche. Así que la mujer, que no habría negado a su Señor para salvar su propia vida, apostató para salvar a su hijo. Fue liberada, su fe no cambió pero su corazón se rompió debido a su apostasía. Pronto María fue arrestada de nuevo. Esta vez confió a su hijo a personas que cuidarían de él. Sabiendo que estaría seguro, pudo soportar la tortura física. Por muy grave que fuera, nunca podría compararse con el miedo angustiado de una madre por la seguridad de sus hijos.
Santa Francisca Javiera Cabrini (1850-1917)
Cayó a un arroyo cuando tenía siete años y casi se ahoga. Este accidente la dejó con un miedo al agua de por vida. Así que cuando se acercó al Papa para preguntarle por su aprobación por una nueva orden religiosa misionera en China, esperaba viajar por tierra. En vez de eso, el Papa la envió a los Estados Unidos. Pero Cabrini no estaba dispuesta a dejar que sus miedos se interpusieran en el camino de la salvación de las almas, por lo que subió a bordo de un barco, el primero de más de una docena de transatlánticos a los que subiría en su ruta hacia su conversión en la primera santa americana.
San Oscar Romero (1917-1980)
No siempre fue el arzobispo valiente dispuesto a dar su vida. Por naturaleza Romero era reservado, libresco y tímido. El gobierno opresivo de El Salvador lo quería como arzobispo por una sola razón: estaban seguros de que sería fácil de controlar. Pero Romero vio el sufrimiento de su gente y empezó a regirse más por el amor que por el miedo. Finalmente, el amor por su gente le llevó a vivir con valentía, luchando por ellos a cualquier precio. Aunque sus diarios revelan que Romero seguía siendo un luchador (muchas veces preocupado de que su programa de radio se fuera al traste), dejó de vivir en el miedo y se ganó una corona de martirio.