En su artículo “Un guardián llamado pudor”, el P. Eduardo Hayen Cuarón, director del semanario Presencia de la Diócesis de Ciudad Juárez (México), recordó el dramático caso de la joven Serena Fleites, que grabó un video sexualmente explícito para su entonces novio cuando tenía apenas 13 años.
La grabación terminó publicada en la plataforma pornográfica PornHub, acusada de difundir videos de violación de niños y tráfico sexual.
Serena, actualmente de 20 años, llegó a pensar que “ya no valgo nada porque ahora todos han visto mi cuerpo, y cayó en una profunda depresión que la arrojó al mundo de las drogas.
Actualmente alejada de la adicción, la joven es la cara visible de un proceso judicial abierto por varias mujeres con casos similares contra PornHub.
El P. Hayen Cuarón cuestionó en su artículo: “¿Por qué Serena se sintió tan afectada, hasta el punto de sentirse sin valor como persona?”.
“Por la sencilla razón de que el cuerpo humano no fue creado para que los demás lo vieran con ojos perversos. Todos tenemos un instinto que se llama ‘pudor’”, dijo.
“Se trata de una vergüenza natural por exhibir las partes íntimas del cuerpo a otras personas, o por escuchar a otros hablar con detalles sobre sexualidad”, añadió.
El sacerdote mexicano indicó que el pudor además “tiene que ver con los secretos de nuestra alma que no queremos revelar a cualquiera. De esa manera el pudor es un don que Dios nos ha dado para custodiar nuestra dignidad de personas”.
“Nadie debe sentirse mal por sentir incomodidad al hablar de temas sexuales. Es natural que venga el pudor como defensa de algo íntimo porque, en realidad, el sexo es una realidad sagrada y digna de respeto”, subrayó.
El P. Hayen Cuarón remarcó que “lo que es sagrado siempre se coloca en un lugar aparte y debe ser custodiado como algo muy especial”.
Tras reiterar que “el sexo es algo sagrado”, el sacerdote explicó que “Dios lo creó para unir al hombre y a la mujer en intimidad. Es sagrado porque a través de él, Dios llama a las personas a la existencia”.
“Dios quiere que lo tengamos como algo especial y muy importante en nuestras vidas, y no que se hable de sexo como se habla de futbol o de cocina”.
“Para proteger ese instinto que Dios nos ha dado, es mejor evitar ver imágenes sexuales explícitas o discutir sobre ello”, indicó.
El sacerdote señaló que “cuando cultivamos el pudor en la manera de vestir, tapamos esas partes de nuestro cuerpo que no queremos descubrir, para que la mirada de los demás se dirija hacia nuestro rostro y ojos”.
“De esta manera estamos indicando a qué nivel queremos relacionarnos en nuestra comunicación interpersonal, no a nivel de deseos carnales sino a nivel de personas espirituales”, expresó.
El P. Hayen Cuarón recordó luego que “San Juan Pablo II, en sus catequesis sobre el amor humano, explica que cuando la otra persona se reduce a puro ‘objeto para mí’, –cuando la miro con ojos únicamente de deseo– ahí se marca el inicio de la vergüenza o pudor, que viene a la defensa de la intimidad de la persona”.
“El otro nunca debe ser una cosa u objeto, sino que merece el respeto como persona que tiene una altísima dignidad. Cubrimos nuestro cuerpo, no porque nos avergoncemos de él, sino porque no queremos que nuestra parte sexual se vea como algo independiente de los demás valores que poseemos”, subrayó.
El sacerdote mexicano resaltó además la importancia de que “los niños vayan desarrollando el sentido del pudor. Cuando son pequeños no lo tienen, pero en la medida en que van creciendo deben ser educados en cubrir su cuerpo y en no permitir que nadie extraño toque sus partes íntimas”.
“De esta manera los adolescentes y jóvenes podrán ser capaces de juzgar los eventuales atentados a su propia intimidad”, indicó.
El sacerdote precisó que educar a los niños “en la custodia de su propia intimidad no es transmitirles la idea de que el sexo o el cuerpo es algo negativo, sino enseñarles a integrarlos en su personalidad”.
“De esta manera se podrán evitar muchas experiencias dolorosas como la de Serena Fleites que, por falta de pudor con un chico que le atraía, acabó siendo pasto de miradas lascivas”, concluyó.
En una publicación de su cuenta de Twitter este 11 de noviembre, el Prelado de origen mexicano resaltó también que “hay muchas cosas que un hogar católico puede hacer para promover las vocaciones, especialmente rezar e ir a Misa”.
“Todo sacerdote proviene de una familia. La mejor manera de promover vocaciones es que los padres hablen con sus hijos sobre quiénes son, ayudándoles a entender que son hijos de Dios”, indicó el Prelado en otro tuit este jueves.
El 10 de noviembre, Mons. Gomez explicó que “hay muchos cambios e incertidumbres en el mundo de hoy, en el que nuestras relaciones humanas pueden estar fragmentadas o ser superficiales; y esto hace difícil que cualquiera de nosotros piense en una decisión permanente que durará toda la vida”.
En este contexto, precisó el Arzobispo de Los Ángeles, “Dios llama a hombres para ser sus sacerdotes, para que conformen sus vidas más cercanamente a imagen de Jesús y compartan de manera más íntima la participación del propio sacerdocio y la misión de Cristo”.
“Mis hermanos y hermanas, recordemos que sin importar nuestro llamado, sin importar nuestra vocación personal, ¡Jesús camina con nosotros en cada paso del camino!”.
El sitio web de la USCCB explica que la Semana Nacional de Conciencia por las Vocaciones es una celebración “de la Iglesia Católica en Estados Unidos dedicada a promover las vocaciones al sacerdocio, el diaconado y la vida consagrada, a través de la oración y la formación, y para renovar nuestras oraciones y ayuda por quienes están considerando una de estas vocaciones particulares”.
La primera edición de este evento fue 1976, cuando los obispos establecieron como fecha de celebración la semana 28 de cada año.
En 1997 se trasladó a la semana en la que se celebra la fiesta del Bautismo del Señor; sin embargo, desde 2014 se lleva a cabo en la primera semana completa de noviembre.
Nos separaremos. Estamos aquí, ya que, si bien con muchas dificultades nos pusimos de acuerdo en lo relativo a nuestro patrimonio, no lo logramos respecto a la convivencia y custodia de nuestro hijo. Pero es un tema que no queremos ver con un juez —comentaban en consultoría un joven matrimonio.
—Entiendo que han llegado hasta este punto con la seguridad de que ya no se aman… ¿es así? —les pregunté de forma clara y directa.
—No podemos fingir que no existen rescoldosde nuestro amor, pero ninguno desea ya reavivarlos, pues perdimos la esperanza de un futuro para los dos —afirmó la esposa mientras el marido asentía con los ojos bajos.
Lo que más nos duele es nuestro pequeño hijo, que es muy feliz cuando logra que nos abracemos todos al mismo tiempo —comentó con pesadumbre.
—¿Podría hacerles una sugerencia respetando el que no la acepten? —pregunté tranquilamente.
—La escuchamos.
Tarea: una carta cada uno
—Consiste en pedirles que, en una carta, escriban con mente y corazón, las razones por las reconocen que hubo un fuego del que aceptan que existe un rescoldo.
«Les pido que escriban una carta con mente y corazón…»
Lo harán reflexionando desde lo más íntimo de su ser, luego intercambiarán las cartas para leerlas en soledad y con la misma actitud de interiorización, por mucho que les duela.
Considérenlo como un acto de mutua justicia, y una manera de disponerse a poner punto final a su relación en los mejores términos, para luego disponerse a hablar del bien superior de su hijo, y llegar a un acuerdo.
—La verdad, no comprendemos del todo el porqué de tal sugerencia. Algo que nos parece difícil y doloroso, pero cooperaremos —contestaron con aire pensativo.
—Solo describan como sentían y pensaban cuando estaban en la plenitud de su amor, y al hacerlo, consideren que tal vez el orgullo se puede interponer, para no dejarles admitir la verdad.
Se guiarán por las siguientes preguntas sobre la verdad del amor:
Es sacrificado: ¿Qué tanto estaban dispuestos a sacrificarse para hacer feliz al otro?
Es libre: ¿al amarse se sentían libres de, y para el otro?
Es virtud y conocimiento: ¿Cuáles eran las tres virtudes o cualidades en el otro que hacía fácil amarlo?
Es correspondencia: ¿Consideraban que era justo corresponder al amor y la confianza del otro?
Es comprensión y perdón: ¿Se sintieron alguna vez comprendidos y perdonados, en alguna miseria personal a través del amor del otro?
Siguiente entrevista
—Verá usted, nosotros le dijimos que no entendíamos el porqué de la tarea que nos dejó, y sucede que, al hacerla, hemos comprendido el para qué de la misma —dijo la esposa mientras que su cónyuge asentía ahora serenamente.
Cuando leímos lo que había escrito el uno del otro, nos sensibilizamos con la realidad de que por nuestro amor nos convertimos en una unidad, y que, a pesar de todos nuestros pesares, lo seguimos siendo.
Lo reconocimos cuando hemos visto a nuestro hijo como su fruto encarnado. Comprendemos que no habíamos logrado ponernos de acuerdo sobre cómo organizarnos en una “nueva forma de convivencia”, porque es verdaderamente imposible repartirlo entre un padre y una madre, que se convierten en dos o pareja, pero que ya no son una unidad.
Nos estábamos olvidando de un ser por el que daríamos la vida.
Sucedió entonces algo que habíamos descartado, pues el orgullo nos había invadido: quemamos, por así decirlo, nuestra lista de agravios, nos pedimos perdón, y descansó nuestro espíritu.
Ya no nos separaremos, hemos decidido desandar el camino para retornar al punto en que nos perdimos y estamos dispuestos a recibir ayuda para ello.
La pérdida de la unión de los padres, no puede ser atenuada por una alternativa en la que se encontrarán no “unidos”, sino “separados”. En la experiencia clínica se demuestra que el hijo sufre muy severamente la desaparición de la realidad de esa unión, aunque siga teniendo un padre y una madre.
Sin paredes, equipo de sonido o aire acondicionado, una iglesia debajo de un árbol ha impactado al centro de Mozambique con su voluntad de predicar las Buenas Nuevas.
Iniciada en agosto de 2020 en la ciudad de Chimoio, provincia de Manica, la iglesia debajo del árbol de mango ha crecido de 5 a 100 miembros en poco más de un año. Según el pastor Timoteo Mateus, el 95% de los fieles son personas que estaban perdidas, hasta ser alcanzadas por la palabra de Dios.
“Dios empezó a multiplicar los hermanos en número. Siempre estamos en oración, creyendo que lo mejor de Dios está por venir. Avanzamos hacia la gloria del Señor Jesús”, reveló el pastor Timoteo.
La iglesia comenzó en la casa del pastor Timoteo, con solo su esposa e hijos. Luego, en una semana de evangelismo, cinco personas más se unieron a los servicios en su casa.
Actualmente, se está construyendo un Centro de Recepción para brindar educación a los niños, así como una iglesia para servir a la congregación. Todo esto con el apoyo de donaciones recibidas por el ministerio.
Gracias a la iglesia, mluchos han crecido en el conocimiento de la Palabra de Dios, han sido bautizados en el Espíritu y han recibido dones de profecía. Además, la iglesia debajo del árbol ha recopilado testimonios de milagros.
Uno es el caso de un bebé de 1 año que tenía un corazón agrandado y necesitaba cirugía cardíaca. “Oramos con los padres y cuando fueron al hospital para la cirugía, Dios actuó poderosamente y la cirugía no fue necesaria. Hoy está sano y salvo. Fue la mano de Dios obrando, un verdadero milagro”, testificó Timoteo.
Por último, agregó que: «No importa el lugar, lo que importa es que el Evangelio llegue a las personas y que reciban a Jesús como Señor y Salvador de sus vidas «
No sé si es que no puedo perdonar o es que no quiero hacerlo. Parece que prefiero permanecer lleno de rencor y no liberar a quien me hizo daño.
Quizás no sepa el efecto que tuvieron sus palabras o actos en mí. Pero no importa, lo que no quiero es excusar su conducta, y no deseo que se sienta perdonado, libre ya de toda culpa.
Si lo hago así, no va a aprender, no va a escarmentar. Va a pensar que la misericordia es más fuerte que el castigo y el pago por el daño causado.
Perdonar para salvarse
Leía el otro día:
«No es lo mismo perdonar que ser indulgente o que justificar o que tener misericordia o disculpar. Tampoco es posible perdonar si no hay un previo arrepentimiento por parte del perdonado. Pero qué sentido tiene perdonar o no hacerlo, dejar la afrenta aplanarse con el tiempo, desaparecer y olvidar cuando la muerte lo iguala todo, lo acalla todo, lo aplaca todo sin vuelta atrás, sin posibilidad ya de silenciar aquello que se dijo, de hablar lo que se silenció con la esperanza de encontrar un momento mejor, imposible ya justificar lo que se pretendía explicar, o rectificar lo erróneo, lo malo, lo deficiente. Perdonar para salvarse. Ésa era su única salida«.
Perdono para salvarme. Quizás ahí se encuentra mi camino de salvación.
Perdonar a los que me han hecho daño, a los que me han herido. Al que me ha traicionado, a aquel que me difamó o me criticó a mis espaldas.
Cuando me han herido
¡Cuánto cuesta perdonar de verdad! ¿Es posible volver a confiar y amar después de haber sido traicionado y herido?
No lo sé. El jarrón roto se puede recomponer pero nada vuelve a ser lo mismo que antes. La inocencia quebrada, la pureza mancillada, la confianza rota, la alegría quebrada.
Tiene el alma una piel muy fina que la cubre, es sensible a cualquier violencia, a cualquier palabra agresiva.
Y cuando me siento herido me cierro, me escondo dentro de mi alma y no estoy dispuesto a arriesgarme a salir.
No quiero que me hagan daño. No quiero volver a ser herido.
Y si el que me ha herido es aquel que me prometió amor y fidelidad eterna, ¿qué puedo hacer?
El difícil camino del perdón
Siempre hay varios caminos ante mí. Algunos me sanan, otros me enferman. El perdón siempre me sana, pero no es tan fácil.
Porque ya nada es como al principio, cuando todo era puro e inocente, virgen e inexplorado.
Roto todo dentro de mí no es tan sencillo recorrer los mismos pasos que ya di. Volver a empezar desde el principio parece imposible.
¿Es posible el perdón? La misericordia es una gracia que pido de rodillas.
Quiero perdonar, quiero pasar página, quiero olvidar aun sabiendo que siempre recordaré lo ocurrido. No importa.
Debo perdonarme yo
Y me perdono a mí mismo aunque no tenga ninguna culpa. Yo no provoqué el daño que he recibido. No hice nada para que me hirieran.
Puedo pensar que sí, que alguna culpa tendré. Pero no es verdad. Me han herido o yo mismo he herido.
No hay ninguna relación en el que la culpa sólo sea de uno de los dos. Mi cuota de culpa ha de ser perdonada.
Me cuesta mucho perdonarme. Mi orgullo, la sensación que tenía de que yo podía.
Cuando comienzo una aventura siempre creo que voy a poder. Es lo que me permite lanzarme al abismo.
La confianza en mis fuerzas, en mis capacidades, en mis dones. La fe ciega en mí.
Y luego no es posible, no puedo, no soy todopoderoso. Caigo, me desplomo y brota la desconfianza. Ya no puedo, es imposible.
Cómo voy a seguir amando…
¿Cómo voy a amar como antes al que me ha hecho daño?
¿Cómo van a poder amarme después de mi traición, de mi infidelidad, de mi deslealtad, de mi mentira, de mis palabras hirientes, de mi rabia y mi odio?
Me parece imposible que alguien pueda perdonar todas mis ofensas. Y es que yo no me perdono. No tengo misericordia conmigo mismo. No puedo volver a creer en mí.
Puede que incluso afloren en ocasiones sentimientos autodestructivos. Mejor acabar con todo cuando no puede hacer las cosas bien.
Mejor un punto final que acabe con mi historia para que no siga así haciendo daño a los que me rodean.
Mejor cortar el hilo de la vida para que no haya la tentación de herir y poder ser herido.
Dios hace posible el perdón
Pero Dios me mira con misericordia y me recuerda hoy que soy una persona preciosa a sus ojos.
Mira mi alma y me dice que es muy bella. Me pide que no tenga miedo de mí mismo, que no me asombre al ver mi fragilidad. Que no me sorprenda al contemplar mi pecado.
Soy capaz de lo peor, lo sé y puedo guardar en mi alma un odio inmenso y una rabia infinita.
Pero eso no hace que no valga para nada. No soy solo mi pecado. Soy mucho más. Soy un corazón con una fuerza inmensa para amar y entregarse por entero.
Pero la vida me dejó herido y lloro y sangro por esa herida que otros provocaron. Intentaré perdonarlos.
A ellos, a mí mismo, para poder empezar yo mi propio camino y sentir así que puedo amar. Que puedo construir un hogar santo desde mi fragilidad, desde mi alma rota.
El Amor siempre está
Puedo urdir vínculos sanos aunque sienta que todos mis amores están heridos.
Puedo, si dejo que Dios me cubra con su poder, con su misericordia y me permita creer en mí mismo.
Hoy me levanto y me perdono por todo lo que hago mal. Y le pido a Dios la gracia para perdonar a los que me han hecho daño.
Y también esa gracia de poder perdonar al mismo Dios por lo que no ha sido posible en mi propia vida.
Por los planes frustrados, por los sucesos que me han dolido, por las pérdidas y las ausencias.
Dios me mira conmovido. Sabe la grandeza que esconden mis miedos. Y me susurra cuánto me quiere.
El hombre de 52 años, Nolan Ostrowski, feligrés de la iglesia católica San Pedro en Eaton Rapids, Michigan, compartió su historia con la diócesis en una entrevista el 1 de noviembre.
Cuando sus síntomas de COVID-19 empeoraron, Ostrowski fue ingresado el 25 de julio en el Hospital Sparrow, en Lansing.
“Y luego, una noche, estaba sentado allí y me desperté y sentí que había mucha oscuridad a mi alrededor, mucha desesperación sobre mí, y noté que había alguien sentado al costado de mi cabecera. Yo no podía volverme para ver quién era, todo lo que podía ver eran sus piernas y su túnica marrón”, dijo Ostrowski, y agregó que inicialmente pensó que podría ser su ángel de la guarda.
Esa aparente visita ocurrió el 30 de julio, en la fiesta del Beato Solanus Casey. La noche siguiente, 31 de julio, la misma figura con túnica marrón apareció nuevamente en la habitación del hospital, aunque esta vez la figura estaba sentada a los pies de su cama con las manos en los muslos.
“Se sentó allí y fue entonces cuando me di cuenta de que este no era solo mi ángel. Este es un santo. Es alguien especial”, recordó Ostrowski, quien luego comenzó a rezar y “suplicar” por su vida. Le dijo a la figura que no quería que sus hijos crecieran sin él.
“No hubo respuesta. Era como si estuviera hablando con una estatua. Nada. Y luego dije: ‘Bueno, si me salvas, nunca volveré a usar el nombre de Dios en vano’. Y saltó como si hubiera ganado la lotería. Quiero decir, fue algo sorprendente. Y corrió al lado de mi cama. Y cuando corría, era como un movimiento flotante y que brincaba”, dijo Ostrowski.
“Y extendió la mano y tocó mi caja torácica debajo del brazo y luego en la parte inferior de mi caja torácica. Recuerdo haber levantado un poco el brazo, pero todo fue muy rápido. Y luego dio un paso atrás, y sentí que había una tranquilidad que se apoderó de mí y me sentí muy relajado y cómodo. Sabía que era salvo”, comentó.
Al día siguiente, la esposa de Ostrowski, Kathleen, le mostró una fotografía del Beato Solanus.
El hombre lo reconoció instantáneamente como la figura que lo había visitado dos veces.
El P. Solanus Casey era un sacerdote capuchino que vivió gran parte de su vida en el monasterio de San Buenaventura en Detroit. Fue conocido durante su vida como un hacedor de maravillas, por su gran fe y por sus habilidades como consejero espiritual, pero especialmente por su gran atención a los enfermos. Fue beatificado en una ceremonia celebrada en Ford Field (Detroit) en 2017.