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Joven esquizofrénico fue curado por la obra del Señor.

Joven esquizofrénico fue curado por la obra del Señor.

Un joven que escuchó voces durante tres años continuos, fue curado por el Señor a través de una mezcla entre tratamientos médicos y la fe.

Las voces le decían al joven que era tonto, que no lo lograría y que no era bueno.

Ante la difícil situación del chico, su pastor y sus padres decidieron ponerlo en tratamiento con el Dr. Don Colbert.

Colbert y su esposa, Mary, compartieron la historia del joven con el Dr. Steve Greene en un episodio reciente del podcast de Greenelines en Charisma Podcast Network. 

“Escuchó diferentes voces durante todo el día», expresó Colbert. «Lo vi una vez hace unos seis meses. Lo pusimos en un buen programa nutricional para disminuir la inflamación en el cerebro, les quitamos el gluten, todos los alimentos inflamatorios, y lo hizo mucho mejor”, indicó.

El psiquiatra contó que las voces habían disminuido, pero seguía escuchándolas a lo lejos. Así que el doctor decidió practicarle una terapia basada en el trauma.

«Descubrimos que no se había perdonado a sí mismo», dijo el médico. «Estas voces le hicieron tan condenado que, literalmente, no podía perdonarse a sí mismo. Pensaba que era tonto. Pensaba que no era bueno. Se sentía condenado».

Pecado imperdonable

Colbert intuyó que el chico estaba escuchando una voz que le decía que había cometido el pecado imperdonable. Cuando se lo dijo, el joven afirmó con sorpresa.

El psiquiatra explicó que esto ocurre generalmente con las personas que escuchan voces.

Asimismo, Colbert le dijo que esas voces mentían cuando lo condenaban.

Luego de 10 minutos, las voces del chico desaparecieron, y los padres pusieron sus manos sobre el joven y le oraron mientras recibía el espíritu santo.

La compañía de Dios. El alivio del temor a la soledad.

La compañía de Dios. El alivio del temor a la soledad.

Cuesta aceptar la soledad no deseada y abrazar las dificultades que la vida pone ante mis pasos.

Mi corazón no quiere lo que duele, no busca lo que da miedo, no sueña lo que no me alegra.

Y me enojo con ese Dios que no hace realidad ni mis planes, ni mis anhelos. Y se lo he pedido tantas veces. Una vida concreta, unos sueños precisos, un lugar fuera de mí que llegara a ser mío.

He querido atar los mares para navegar mi rumbo sin temer las tormentas. He intentado detener las estrellas en medio de mi firmamento para alumbrar mis pasos.

He pretendido hacer la vida a la medida de mis abrazos cuando los abro mirando el universo.

siento el dolor cuando vivo lo que no he elegido o sufro lo que nunca he querido. Cuando me hiere el desamor o el desprecio y el abandono se adentra en mis entrañas, rompiendo mi carne.

Tengo la huella de Dios

Tengo sobre la piel la marca de un amor infinito.

No sé cómo ese Dios contra el que me rebelo me dejó su beso en algún momento. Cuando nací solo y sufrí al cruzar el vértigo que separa el útero materno de la tierra desangelada que hoy habito.

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Y en ese saltar a la vida sin previo aviso una mano silenciosa y sagrada sostuvo mi miedo más íntimo y me mostró un horizonte más amplio ante mis ojos.

Entre lágrimas me abrí paso hacia la vida y esperé un abrazo infinito, en manos de madre.

Ella sostuvo temblando los primeros momentos de la vida que no era un derecho, siempre fue un don inmerecido.

Y así me sigue costando la vida cuando experimento el abandono, la renuncia o la pérdida. Esa soledad no deseada mirando al mar.

Llamados a la comunión

COMMUNITY

Aun así me resisto a aceptar que mi vocación sea la soledad, es todo lo contrario. Como comentaba Sor Verónica, fundadora de Iesu Comunio:

«Uno no es sin la suma de sus hermanos. Somos un solo cuerpo en Cristo Jesús. Mirad cómo se aman. La comunión es misión. Querernos es una bomba para este mundo frío y solitario».

El que ama nunca está solo. El que se abre a su hermano y forja un vínculo, alza la mano, arriesga un paso en busca de una intimidad que provoca tensión, o miedo a un rechazo que el alma no desea.

Una amistad desde Dios que me hace luz y fuego enmedio del frío de las noches.

Y me lanza al vacío que viven tantos que amándose se sienten solos, entregando sus vidas tocan la frialdad de no sentirse escuchados, ni amados.

desean ser queridos por alguien que no quiera cambiarlos y los acepte en su originalidad.

Sueñan con tocar el amor en su corta vida, un amor eterno. Un amor distinto al mío, sin mis pretensiones, sin mis prejuicios.

El amor lo cambia todo

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Just Life | Shutterstock

Leía el otro día:

«Llevaba treinta y cinco años sintiéndome solo en este planeta, y un buen día tú apareces de la nada y de repente lo entiendo. – ¿Qué es lo que entiendes? Hizo un gesto de negación y se encogió levemente de hombros. – El amor».

El encuentro humano provoca un cambio en mi alma que me abre a mi hermano.

Saberme amado de repente, súbitamente, cuando menos lo esperaba lo cambia todo a mi alrededor.

Y entonces mi historia cobra un sentido. Y se abre una puerta que yo mismo antes cerraba por miedo, por angustia, atando los cabos sueltos de mi pasado.

Es esa la puerta sagrada que vela mi alma para que no se exponga nunca al rechazo, ni al olvido de nadie.

Y entonces, al verme amado en mi verdad, tal como soy, la soledad estalla en mil pedazos.

El que ama nunca está solo

MOUNTAINS

No está nunca solo el que ama, el que se vincula rompiendo sus temores, el que sale de sí mismo venciendo su prudencia y pudor.

El que se expone en su verdad sin temer el abandono. El que ama y se ha sabido amado antes por Dios, por alguien, por un amor humano limitado y pobre que refleja vagamente el amor eterno de Dios en su vida.

Puede amar aquel que tiene su amor más seguro en ese Dios que camina a su lado.

Nada lo perturba porque de esa forma ya no siente que la vida se pueda perder en medio de tantos pasos dados por los caminos.

Y así ya no estoy solo aunque esté solo o acompañado de extraños o conocidos. Ya nunca camino solo aunque el silencio me aturda los oídos.

Ya nunca estaré solo, ni en la hora de mi muerte porque la mano de Dios sostendrá mis tímidos pasos.

Incluso cuando camine cansado al borde del abismo. El amor es más fuerte y la vida anclada en corazones asciende de forma más liviana hacia el cielo.

Quiero besar la soledad que habito. Porque en ella me hago hombre, hijo, hermano, padre. En ella soy más de Dios y más de los hombres.

Beso esa soledad que todo hombre vive, sea cual sea su camino y comparta sus pasos con quien los comparta.

Pero cuando vivo la soledad entrelazada en gestos de amor todo cambia. No son mis planes los que me definen, sino mi sí alegre y fiel al camino que Dios me señala. En Él encuentro la paz y sonrío.

Sufrió hemorragias cerebrales, tras la oración de su comunidad se recuperó.

Sufrió hemorragias cerebrales, tras la oración de su comunidad se recuperó.

Marty Cowling tuvo un accidente cuando viajaba en motocicleta a Oklahoma en octubre de 2019, tras el impacto, salió volando a más de 30 metros, la caída lo dejó en coma. Dos días después, su esposa, Sherry, que estaba en un crucero durante el accidente, se enteró de la noticia.

Al escuchar la noticia, Sherry oró durante su viaje de ocho horas al hospital para que Marty sobreviviera. Al llegar al hospital, presenció el estado de riesgo de su esposo, quien tenía fractura de cráneo y cuello, y además, presentaba múltiples hemorragias cerebrales.

Pronto, la familia de la iglesia de Sherry se unió a ella en oración por la curación de su esposo. Toda la iglesia los colmó de oraciones y apoyo físico, espiritual y mental.

Luego, tres semanas después, la condición de Marty se salió de control. Su presión arterial bajó, sus órganos comenzaron a detenerse y estaba luchando contra la insuficiencia renal, la sepsis y la neumonía. Además, también surgieron otros problemas potencialmente mortales.

En medio de la incertidumbre, una enfermera se acercó a Sherry y le recordó que nunca dejara de orar. Luego, surgieron oraciones entre la familia, los amigos y la iglesia de Sherry y pronto fueron testigos de la estabilización de la condición de Marty.

“En oración y fe, eso es todo lo que sabía hacer. Porque todo lo demás estaba fuera de mi control. Esto prueba que nada es imposible para Dios”, dijo Sherry.

Marty continuó recuperándose y, a pesar del trauma en su cerebro, no estaba paralizado ni preocupado. Dice que cuando vio cómo las oraciones tuvieron un impacto en su recuperación, se sintió animado a acercarse a otros en su momento de necesidad, sabiendo que Dios puede interceder por ellos.

Paciente en coma escribe versículo de la biblia luego de superar la muerte.

Paciente en coma escribe versículo de la biblia luego de superar la muerte.

Un hombre de 29 años llamado Danilo Lopes Herbst, quien fue derribado de una escalera y arrastrado por un vehículo de transporte pesado, mientras realizaba trabajos de reparación en un poste, despertó de un coma este sábado (13) y lo primero que hizo fue escribir un versículo de la Biblia.

El accidente ocurrió el miércoles 10 de noviembre en la ciudad de Santa Maria de Jatibá, Espírito Santo, Brasil, según información proporcionada por el diario O Globo.

Grabado por cámara de seguridad, el accidente muestra la parte trasera de un camión que pasa junto al poste, cuando el hombre es arrojado a la calle junto con la escalera y arrastrado unos metros, hasta que alguien se apresura a ayudarlo.

Tras ser trasladado al Hospital Estatal de Urgencias y Emergencias, en Vitória, donde permaneció en coma, le diagnosticaron traumatismo craneoencefálico y perforación pulmonar.

Su hermana, Daniela Herbst, compartió la imagen del versículo que escribió, 

El corazón del hombre piensa su camino;
Mas Jehová endereza sus pasos.

Proverbios 16:9

El hombre escribió un verso cuando se despertó

Dios camina detrás de ti en tus problemas, a punto de desmayar te sostiene. ¡Ten fe!

Dios camina detrás de ti en tus problemas, a punto de desmayar te sostiene. ¡Ten fe!

Jesús salvará a todos. Dice la Biblia:

«Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad».

El Hijo del hombre vendrá para salvarme:

«Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo».

Cuando todo parece perdido surge el salvador de la nada, en el último instante. Como esas películas en las que sé que al final todo saldrá bien y el protagonista no morirá.

Dios va a venir y lo iluminará todo

GIRL, OPEN ARMS

Pienso en el Salvador que viene en medio de esa oscuridad que trae la noche. Como el sol que amanece cada mañana desterrando las tinieblas.

La luz se impone sobre la noche. Me gusta la luz. Me gusta la vida por encima de la muerte y esa risa que vence el llanto.

Elijo el abrazo que cubre la desnudez de la soledad. Me gusta el fuego que calienta y purifica, no ese fuego que todo lo destruye, como la lava de un volcán.

Me gusta el sol que protege mis pasos, no el sol que me ciega impidiéndome ver. La luz es más tentadora.

La oscuridad es mi refugio cuando no me siento bien, en paz conmigo mismo y no quiero que me vean y descubran mi pobreza.

El amor rompe el odio. Las palabras quiebran ese silencio incómodo que me separa y aleja del desconocido.

Me gusta la luz que nunca se apaga. No esa noche indescifrable que se erige con fuerza delante de mis pasos.

En la oscuridad hace falta fe

Pero a menudo tengo que creer sin ver, creer sin ver la luz, creer en medio de la noche y la oscuridad. Decía el padre José Kentenich:

«¿Qué significa creer? Significa la apertura de la cabeza y del corazón para Dios, a pesar de que Dios se encuentra a menudo en la oscuridad, detrás de la nube. Como Dios no está frente a mí vestido con hermosas ropas y diciéndome: ¡Hola!, sino que siempre y en todas partes se encuentra en la oscuridad, tener un sentido perceptivo para Dios significa descubrir a Dios en todas partes a pesar de que está detrás de la nube, a pesar de que está en la oscuridad».

En ocasiones la vida me muestra sus sombras, sus noches, su oscuridad y sus nubes. No logro descifrar en qué lugar se encuentra Dios escondido.

Hace falta fe para aferrarme a la vida que no poseo, a la alegría que no acaricio, al futuro que aún no es presente.

Fe para suplicar que la luz ilumine el camino a seguir y me ayude a descifrar el sentido de tantas encrucijadas.

Quisiera tener una fe viva capaz de interpretar los signos de los tiempos como les decía Jesús a los suyos:

«Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta».

Viene a liberarme, ¿dónde puedo reconocerlo?

YOUNG

Dios está a la puerta oculto detrás de las desgracias y oscuridades. Oculto para decirme que viene a salvarme, a sacarme de mis tristezas.

Para que sea Él con su alegría el que reine en mi corazón. Esa mirada positiva y llena de esperanza es la que me salva.

Intento descifrar los signos de los tiempos. ¿Dónde me habla Dios hoy? Los cambios no deseados, las pérdidas no queridas.

No hay respuestas claras y no se me muestran con nitidez los pasos que quiero dar. Pero sigo caminando confiado.

En algún momento se apartará una nube, aparecerá una luz, surgirá una estrella, una palabra romperá el silencio, una melodía iluminará mi alma.

Un abrazo acabará con mis pasos fríos. Y sentiré que todo tiene una respuesta en el corazón de Dios.

Del miedo a la esperanza

No quiero tener miedo a ese Dios oculto en medio de mis pasos. Tampoco me desespero si el presente no desvela los misterios.

No vivo sobrecogido sintiendo que la derrota es lo último que tengo. Es sólo un paso más. Una parte del camino lleno de espinos y parajes claros.

Sonrío al saber que sólo quiero vivir cerca de Dios para pensar bien lo que me está diciendo.

¿Cómo me está hablando Dios en mi vida? Me habla en el silencio de mi corazón. En las conversaciones que tengo a lo largo del día.

O en un mensaje recibido. Tal vez en una noticia que leo con sorpresa. O en una canción que me llena el alma de alegría.

Quizás en una persona que sufre a mi lado y precisa mi ayuda y cercanía. En una celebración a la que soy invitado. En una tarea en la que tengo que participar con el corazón en calma.

Dios, ¡ilumíname!

Los días pasan. Nada dura eternamente, sólo el cielo. Doy palos de ciego buscando el camino.

Le pido a Dios en mi alma que me ilumine, que me muestre lo que quiere de mí, que sepa por dónde seguir y cómo crecer.

Parece fácil, pero no siempre entiendo las preguntas que brotan en mi alma. Siento miedo a fallar. Me escondo a veces.

Pero no puedo dejar de buscar, de indagar, de interpretar. Los caminos de Dios no son mis caminos. Él tiene propósitos que yo desconozco.

No pretendo tener claridad sobre todo. Sería necio pretender ser como Dios. Sólo busco algo de luz para poder sembrar yo claridades a mi alrededor.

Con Dios podemos encontrar la felicidad en medio del dolor.

Con Dios podemos encontrar la felicidad en medio del dolor.

La pregunta seguramente tiene a más de uno intrigado. Encierra —aparentemente— una contradicción. ¿Sufrir y ser feliz? Cosa de locos.

Por supuesto, no significa que tengamos que sufrir para ser felices, pero sí que debamos aprender cómo sufrir para ser felices. Esto porque el sufrimiento es parte inexorable de la vida.

El sufrimiento es consecuencia del pecado, puesto que Dios, en su bondad y creación amorosa, nunca había pensado algo así para nosotros.

Dios nunca quiso el sufrimiento, no quiere que suframos. Pero como a causa de ese pecado no tenemos opción, hay que encarar la vida con madurez y luchar por nuestra felicidad.

Algunos sufrimientos valen la pena, y otros no…

el sufrimiento, ¿Cuál es el secreto para hallar felicidad incluso en medio del sufrimiento?

Esto es algo que quisiera aclarar muy bien. Algunos sufrimientos vienen y son parte de la vida, no los pedimos, no los queremos, pero hacen parte de la compleja realidad que vivimos.

Por ejemplo, una madre sacrifica su sueño porque tiene que lactar y cuidar a su bebé a lo largo de toda la madrugada, aunque tenga al día siguiente una larga jornada de trabajo.

Padres que se tienen que sacrificar y «sudar la gota gorda» para dar de comer y brindar una buena educación a sus hijos, como nunca la tuvieron ellos.

Una persona que en algún momento de su vida tiene que aprender a vivir con alguna enfermedad —sin ninguna responsabilidad de su parte— más allá de haberla heredado genéticamente de sus ancestros.

No obstante, hay otra clase de sufrimientos que son culpa de decisiones equivocadas, y en ese sentido tienen una explicación bastante más sencilla, e incluso, podríamos decir que la persona se las buscó.

Pienso, por ejemplo, en el sufrimiento que atraviesa una familia cuando tiene un hijo que por mala conducta se vuelve un adicto a las drogas.

El trauma de tantos niños que atraviesan áridos valles, debido al divorcio de sus padres. Jóvenes a los que les resulta muy difícil asumir su vida con responsabilidad y compromiso.

En las tantas formas de violencia doméstica. La corrupción que vemos por doquier, sembrando la pobreza y desigualdad social, generando cada vez más brechas sociales. La lista podría continuar.

La vida solo tiene sentido gracias al amor

el sufrimiento, ¿Cuál es el secreto para hallar felicidad incluso en medio del sufrimiento?

¿Quién de nosotros no quiere ser amado? ¿Querido, abrazado, protegido? Así como amar, querer, cultivar amistades, ayudar y socorrer aquellos que necesitan ayuda.

Cuando las circunstancias son agradables y los motivos son afables, debo decir que no suele costarnos mucho. Si se trata por ejemplo de sacrificarse por el bien de un hijo, no resulta tan difícil encontrar las fuerzas para hacerlo. A fin de cuentas, ¿qué padre no quiere lo mejor para sus hijos?

Pero ¿cuál suele ser nuestra reacción, contra Dios mismo, cuando toca a la puerta de nuestra casa la muerte de algún familiar? ¿Cómo queda nuestra relación con Dios cuando un hijo atraviesa por una enfermedad incurable?

¿Qué pensamientos de venganza no tenemos, incluso contra Dios, cuando sufrimos injusticias sin ninguna culpa?, ¿cuántas veces nos volvemos contra Dios y le reclamamos sin piedad?

¿Dónde está su amor y bondad cuando sufrimos sin justa razón?, ¿dónde está Dios cuando nos sentimos solos en el sufrimiento?

Es en estos momentos que debemos superar esos sentimientos encontrados y amar a Dios sobre todas las cosas. Incluso sobre nuestro sufrimiento, Él no es el culpable, Él no lo quiere.

Pero nosotros buscamos a toda costa un culpable, y como no podemos aceptar que la vida nos trate así, no podemos creer que Dios —aún en medio al sufrimiento— nos ame y nos quiera.

Debemos hacer un esfuerzo y reconocer a qué «dios» estamos mirando. ¿Un dios al que no le importamos y nos tiene abandonados? Ese no es nuestro Dios.

El Dios de nuestra fe cristiana, es un Padre que entregó a su único Hijo para morir en la cruz, y ofrecer su vida por amor por nosotros.

Es un Hijo que asumió en su carne nuestras heridas y dolores, y se sacrificó para darle un nuevo sentido a esta vida corrompida por el pecado y sus consecuencias.

Nuestro Dios nos creó por amor, y por un acto de misericordia aún más increíble, le pidió a su Hijo un sacrificio inimaginable.

Solo entonces, tiene sentido asumir nuestros sufrimientos y acercarnos a la cruz de Cristo, porque de esa manera, nuestras propias cruces se convierten también en una ocasión para amar.

Mi propio sufrimiento, que no tiene ningún sentido, participa y completa la obra redentora de Cristo. Y si participo junto con Él de su sacrificio, participo también de la alegría de su Resurrección (1 Pedro 4, 13).

Por supuesto esta actitud exige de mi parte amar a Jesús, entregarle mis cargas y no alejarme de Él por rencor o amarguras.

El sufrimiento puede ser un camino de amor 

Sufrimiento: ¿qué hacer con él y cómo aceptarlo?

¿Cuántas veces nos ha dicho Cristo que quien quiera seguirlo debe cargar su cruz a cuestas para ser su discípulo? (Mateo 16, 24).

Esto implica asumir la vida tal cual es, asumiendo lo bueno y malo, las alegrías y tristezas. Cristo nos quiere por completo, no a medias, o estamos con Él o no, para Dios, no hay medio término.

Eres frío o caliente (Apocalipsis 3, 14). Nuestro lenguaje debe ser «sí, sí o no, no» (Mateo 5, 37). Cuando optamos por el camino de la vida cristiana, sabemos muy bien cuál es el horizonte: la cruz. Pero una cruz, que después de tres días se convierte en el Árbol de la vida.

Cristo nos enseña con su ejemplo a entregar la propia vida por los amigos. Y no solo eso, a preocuparnos por el desconocido que está tirado y maltratado a la vera del camino (Lucas 10, 25-37).

Hasta llega al punto de decirnos que amemos a los enemigos (Mateo 5, 38-48). Que nunca devolvamos el mal cuando nos hacen daño (Romanos 12, 17-21), sino que siempre amemos y hagamos lo que es bueno.

Incluso cuando se trata de amar a nuestros seres queridos, el verdadero compromiso por el otro, implica generosidad, renuncia personal, sacrificio, entrega… y todo esto, si lo queremos vivir como lo vivió Cristo, sin medias tintas, significa una cuota de sufrimiento.

Puesto que renunciamos a nuestros caprichos, gustos, intereses personales, espacios y comodidades, que no siempre tienen que ser malos.

Pero el amor que aprendemos de Cristo siempre pone al otro antes que a uno mismo, y está dispuesto a renunciar a sí mismo, por el bien del otro.

Eso comporta una cuota de mortificación. Y la verdad es que, en la cultura actual, estamos cada vez menos acostumbrados a vivir esos actos de generosidad.

Mi sufrimiento puede ser un camino de realización

Sufrimiento: ¿qué hacer con él y cómo aceptarlo?

Dicho todo esto, podemos comprender un poco más y mejor, cómo el sufrimiento vivido de la mano de Cristo es un camino de realización personal.

A través de él crecemos en el amor y hacemos de nuestra vida un acto de gloria a Dios, buscando el bien común, y por supuesto, nuestra propia salvación.

Con Cristo aprendemos que debemos ser los protagonistas de nuestro sufrimiento, haciéndolo un medio para acercarnos y asemejarnos más a Él.

Así como el amor, el sufrimiento también es un camino para tener una relación más íntima con Él.

Porque es el camino por el que demuestras tu misericordia por el otro de una forma única. Así podemos entender la afirmación de san Agustín, cuando dice en la proclamación del Pregón Pascual:

«¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!». Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido perdonado por la muerte de Cristo.