Resistir es un verbo difícil, de esos que se me atragantan. Como un dolor hondo y constante. Cuando me siento incapaz de dar un paso más, decir otra palabra o soñar otro sueño.
«Resistiré», es el deseo que brota de mi corazón herido cada vez que he tocado la derrota y sentido la caída.
Resistiré en tiempos de guerra, de hambre, de incertidumbre. Cuando la batalla parezca perdida y los sueños imposibles de alcanzar.
También cuando todo se ponga en mi contra y nada de lo planeado pueda hacerse realidad.
Seguir
Con frecuencia corro el peligro de desistir. Tirarlo todo por la ventana antes de que esté perdido.
¿De qué madera estoy hecho? Me lo pregunto a menudo cuando las cosas no resultan como yo pensaba, soñaba, o deseaba. Y las lágrimas resbalan por mi piel.
La vida me pondrá a prueba, «para conocer su temple y comprobar su resistencia».
Haciéndome sentir tan pequeño y frágil en medio de mis días, en la oscuridad de la noche, cuando sólo brille alguna estrella, en un cielo negro.
Y entonces, en ese preciso momento, me repito lentamente, para no olvidarlo: «Resistiré».
Dios me da la fuerza
Pero no porque tenga que hacerlo, sino porque quiero hacerlo. Porque ese Dios en el que creo no me suelta en medio del mar revuelto. Me toma de la mano. Me necesita.
No me vuelvo hacia Él para cumplir un plan previsto, para responder a unas normas escritas, para satisfacer su deseo de ser amado.
Me vuelvo hacia Él porque lo necesito. ¿Qué haría yo sin su mirada en medio de mi noche? ¿Qué haría yo sin su Palabra pronunciada al oído? Me perdería.
Para resistir los embates de la vida sólo me queda volverme a Dios, como un niño aparentemente abandonado en medio de un bosque, perdido y sin rumbo.
Necesito volverme a Él cada noche. No para cumplir un plan de exigencias, sino para salvarme.
Con paz soñar
Por eso me gusta pensar que resistiré. Pero no por mérito propio o gracias a mi voluntad férrea.
No porque sepa hacerlo todo bien sino porque Dios me quiere y sólo quiere mi alegría, mi paz y mi plenitud.
Y espera que lo busque para cargar el corazón y descansar en su regazo.
Me gusta más ese Dios Padre que me espera siempre. Antes que pensar en un Dios justo y juez que se escandaliza de mi debilidad y lleva cuentas del bien que hago, de las normas que cumplo.
No quiero vivir en tensión. No quiero vivir en guerra. Resistiré, pero no porque sea muy capaz, sino porque Dios ha sembrado sueños en mi corazón.
Sé que son suyos porque superan mis fuerzas. Y me gusta soñar, pero más aún, vivir los sueños.
Sentir que se hacen realidad entre mis manos, a mis pies, ante mis ojos. Tocarlos con manos firmes y notar su calor.
Hasta el final
Resistiré cuando todo se ponga difícil. Dios me permitirá luchar hasta el último momento.
Y no me dejará abandonar el campo de batalla. Me empujará por la espalda susurrando al oído palabras de esperanza, para que crea en mí y en Él que me sostiene.
Me gusta la aventura de la vida porque las cosas no están claras. Y no quiero vivir con miedo a cometer cualquier error que enturbie mi mirada.
No quiero vivir con temor, sino con esperanza. No todo lo haré bien, lo he comprobado. Es la experiencia de los años.
Y en cualquier momento puedo echarlo todo a perder. Pero Dios ese día no me lo echará en cara. Me dirá que confíe y siga resistiendo. Que la vida es corta y su amor infinito.
Vale la pena esperar
¿Por qué tengo miedo? Todo va a salir bien y pienso que hay que ir poco a poco, sin lanzar las campanas al vuelo después de una victoria. Sin tirar la vida por la borda, después de una derrota.
Cada momento vale, y cada esfuerzo. No me desanimo. Porque merece la pena luchar y dar la vida.
Esperar a que todo florezca en medio del desierto. Y brote el agua en la sequedad de las rocas. Y mi corazón se abra a la vida, confiado.
Resistiré porque tengo muchos sueños dormidos en el alma. Sueños bellos y llenos de luz. Y el alma confía en esta vida que se me regala. No quiero temer y dejar de hacer.
Los sueños se abren ante mis ojos llenándome de luz. Es posible todo lo que hoy parece imposible.
Posible que se abra un camino y surja una nueva fuente de una tierra baldía. Posible que mi vida sea mejor que ahora, más llena de luz, de paz y esperanza.
Posible si no dejo de resistir y caminar alegre en momentos de duda y miedo. Habrá un punto de inflexión que todo lo cambie. A mí sólo me queda confiar y creer contra toda esperanza.
currió el 6 de enero de 1865. La lava, tras una erupción bajaba hacia la aldea de Vena. Todo estaba perdido. Nada iba a poder salvarse. El sacerdote del lugar se subió a un peñasco y desde allí, con la estatua de la Virgen pidió una oración confiada a la Madre.
Un viento furioso apareció entonces como si quisiera golpear a la Virgen. De repente… ¡Todo se calmó! Sucedió el milagro, algo, una mano «omnipotente» frenaba la lengua de lava, la gran fuerza de la naturaleza.
Así lo recuerda un escrito de la época:
“Tras una erupción repentina, un imponente flujo de lava, que partía de los montes Sartorius, llega al distrito de “Giretto” y amenazando la aldea de Vena y llegando a menos de un kilómetro del Santuario. No es posible describir el pánico y el espanto que invadió a los habitantes de Vena. Sin embargo, la esperanza de aquellos buenos y fervientes cristianos no fracasó: recurrieron a la Virgen, la omnipotente Madre de Dios y la llevaron en procesión hacia la lava que amenazaba con la destrucción y la muerte, no el Santo Icono, sino una estatua de madera de la misma Virgen de Vena, que se veneraba en el Santuario, a imagen de la pintura de San Gregorio Magno.
Sobre la tierra descendía el crepúsculo vespertino y los reflejos rojizos de ese río inmenso e incandescente formaban en aquel tramo de cielo, como un lago de sangre. El reverendo Cantone, que había precedido a sus fieles, se subió a un peñasco saliente, que le sirvió de púlpito y desde allí incitó, una vez más, entre sollozos a los de los fieles, al arrepentimiento y la oración confiada en la Virgen.
De repente se levanta un viento furioso que en espantosos remolinos se arrastra sobre las lavas ardientes hasta golpear la estatua de la Virgen enrojeciéndole la cara. ¡Un grito de piedad y misericordia surge espontáneamente de la multitud presente! … Después de unos segundos, la calma vuelve y con calma la lava, como detenida por una mano omnipotente e invisible, se detiene en el acto. El prodigio, el gran e innegable prodigio, se había obtenido: aquellos buenos fieles siguieron siendo dueños de sus pequeñas viñas y de sus casas. Aquella estatua, desde ese día, se llamó la «Virgen del Fuego»
Esto es lo que se lee en las actas históricas del Santuario de santa María de la Veta (Madonna della Vena), que se encuentra justamente en Vena, Piedimonte Etneo una
localidad italiana en Sicilia.
El santuario y su primer milagro
El santuario es muy antiguo, tanto como la ciudad, ya que nació por otro milagro acontecido gracias a Nuestra Madre la Virgen María.
Ocurrió en el 597, cuando unos monjes basilianos (de san Basilio), escapando de las persecuciones decidieron esconderse en las alturas del Etna, llevándose consigo un cuadro de la Virgen, pintado sobre una tabla de cedro.
Cuenta una leyenda que la mula que cargaba el cuadro, a cierto punto se detuvo y comenzó a cavar el suelo con sus cascos, y en ese punto apareció una “veta” de agua.
Los monjes consideraron este acontecimiento como un signo divino y decidieron detenerse en el lugar indicado por la mula.
Allí mismo, con el consentimiento del Papa Gregorio Magno, fundaron el monasterio gregoriano de Vena.
La devoción a la Virgen se hizo tan popular, que muchos decidieron quedarse cerca de Nuestra Madre y así en poco tiempo surge el colorido pueblo de la Vena.
Para las personas de hoy en día, los números se utilizan para un propósito muy preciso: designar una cantidad. Pero en la Biblia, los números significan mucho más.
En cambio, en el Oriente antiguo tenían, además del significado cuantitativo, un significado simbólico y un significado gemátrico. Por lo tanto, en la Biblia los números abarcan estas tres realidades distintas.
Por eso, Jérôme Martineau, biblista canadiense, exdirector de la revista Notre-Dame du Cap, y ahora director de una comunidad de El Arca en Quebec, invita al lector de la Biblia que se encuentre con un número a preguntarse: ¿este número indica una cantidad o encierra un mensaje?
Para ayudarnos a verlo con más claridad, repasaremos el simbolismo de los números.
1 EL SENTIDO SIMBÓLICO
El número 1
Simboliza a Dios, lo único. Expresa exclusividad, primacía, excelencia. Como dice Jesús: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30). De igual forma, san Pablo declara: “Hay (…) un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios” (Ef 4,5). El número 1 simboliza el entorno divino.
El número 2
Representa al ser humano, en quien existe una dualidad, una división interior, consecuencia del pecado original. Este sentido permite resolver ciertos enigmas contenidos en el Evangelio.
Por ejemplo, en Jericó, según san Marcos (10,46) es un solo ciego, de nombre Bartimeo, el que es sanado, mientras que en la misma escena relatada por san Mateo (20,30), ¡había dos ciegos!
¿Quién dice la verdad? Los dos: Marcos nos ofrece la versión histórica de los hechos, mientras que Mateo recurre al número simbólico.
El número 3
Expresa una totalidad, en relación con las tres dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. En la Biblia, decir tres equivale a decir “la totalidad” o “siempre”.
Así, los tres hijos de Noé representan la totalidad de sus descendientes. Las tres negaciones de Pedro simbolizan todas las veces que Pedro fue infiel a su Maestro. Las tres tentaciones que Jesús sufrió del diablo representan todas las tentaciones que tuvo que afrontar durante su existencia terrenal.
Y cuando el Antiguo Testamento llama a Dios tres veces santo, es para significar que él posee la plenitud de la santidad.
El número 4
Simboliza el cosmos, el mundo, en relación con los cuatro puntos cardinales. Además, cuando Ezequiel le pide al Espíritu que venga de los cuatro vientos para soplar sobre los huesos secos, no significa que solo haya cuatro vientos, sino que llama a todos los vientos del mundo entero.
Del mismo modo, cuando el autor del Apocalipsis habla del trono de Dios, rodeado de cuatro Seres Vivientes, quiere decir que toda la Tierra es su trono.
El número 5
Simboliza “algunos”, una cantidad indeterminada. Así, Jesús, durante la multiplicación de los panes, tomó cinco panes; en el mercado, se vendieron cinco pájaros por dos monedas; Isabel, madre de Juan Bautista, tras concebir, permaneció oculta en su casa durante cinco meses.
Varias veces en sus parábolas, Jesús emplea el número 5 dándole este sentido indeterminado: las cinco jóvenes prudentes y las cinco insensatas, los cinco talentos, los cinco pares de bueyes comprados por los invitados al banquete…
El número 7
Representa la perfección. Jesús le dirá a Pedro que debe perdonar a su hermano hasta 70 veces.
El 7 a menudo aparece en relación a las cosas de Dios. El autor del Apocalipsis es el que lo usa con más frecuencia (54 veces) para describir simbólicamente las realidades divinas: las siete Iglesias de Asia, los siete Espíritus alrededor del trono de Dios, las siete trompetas, los siete candelabros, los siete cuernos y los siete ojos del Cordero, los siete truenos, las siete plagas, las siete copas derramadas.
El 7 también puede designar la perfección en el mal, como es el caso cuando Jesús enseña que, si un espíritu impuro sale de un hombre, puede regresar con otros siete espíritus más malvados, o cuando el Evangelio nos dice que el Señor libró a María Magdalena de siete demonios.
La Tradición cristiana ha permanecido fiel a este simbolismo, fijando en 7 el número de sacramentos y dones del Espíritu Santo.
El número 12
Expresa la elección. Así, hablamos de las 12 tribus de Israel, ¡mientras que el Antiguo Testamento menciona más de 12! Pero eso significa que estas tribus son las elegidas.
Los 12 apóstoles de Jesús, a quienes él llama Los Doce, son los elegidos del Señor. El Apocalipsis habla de las 12 estrellas que coronan a la Mujer, las 12 puertas de la Jerusalén celestial, los 12 ángeles y los 12 frutos del árbol de la Vida.
El número 40
Representa la sustitución de un período por otro, o bien la duración de una generación. Así, el diluvio continúa durante 40 días y 40 noches, el tiempo del paso hacia una nueva humanidad.
Los israelitas pasan 40 años en el desierto, el tiempo necesario para que la generación infiel sea reemplazada por otra. Moisés se queda 40 días en el monte Sinaí, Elías camina 40 días. Jesús ayunó durante 40 días para marcar su transición de la vida privada a la pública.
2 EL SENTIDO GEMÁTRICO
Además del significado cuantitativo y simbólico, el tercer sentido que un número puede tener en la Biblia es el significado gemátrico.
Particularidad de las lenguas hebrea y griega, la gematría es una forma de exégesis que asocia un número con una letra. Así, una palabra también puede designar un número cuando se suman las “letras-números”.
El juego bíblico más famoso de gematría, según Jérôme Martineau, es el que se encuentra en el Apocalipsis, referente al número 666, que designa a la Bestia.
El autor del Apocalipsis afirma que se trata de una “cifra humana”, por lo que nació la hipótesis de que el que se escondería detrás de esta figura sería el emperador Nerón. En efecto, el valor numérico de su nombre, si añadimos su título de “César”, es 666: QSAR NERON = 100 + 60 + 200 + 50 + 200 + 6 + 50 = 666.
Otro ejemplo, en Génesis: la invasión de Palestina por cuatro ejércitos poderosos, que tomaron prisionero a Lot, sobrino de Abraham.
Cuando Abraham fue informado, reunió a 318 hombres, se puso en camino para perseguir a los secuestradores y logró liberar a Lot. ¿Cómo podemos imaginar que Abraham, disponiendo solo de 318 hombres, fuera capaz de derrotar a los cuatro poderosos ejércitos de Mesopotamia?
Este número, 318, explica el biblista, tiene un significado especial. Sabemos que Abraham tenía un siervo llamado Eliezer, a quien había designado como heredero de todos sus bienes.
Si tomamos los números que corresponden a las letras hebreas de este nombre, obtenemos e=1 + l=30 + i=10 + e=70 + z=7 + e=1 + r=200 = 318. Lo que significaría que Abraham fue a luchar acompañado de todos sus herederos, y que estos herederos siempre triunfarán sobre sus enemigos.
El más reciente elemento considerado responsable de la difusión del satanismo, sobre todo entre los jóvenes, es Internet. Con la llegada de internet y su difusión, se han multiplicado las posibilidades de comunicación e información. Por su dificultad de reglamentación y control, también este medio de comunicación se ha convertido en posible vehículo de ilegalidad.
La propaganda satanista se ha puesto al día en seguida, poniendo en marcha numerosas páginas web, creadas por sectas o por satanistas aislados, para difundir las propias doctrinas y crear comunidades virtuales de “apasionados del tema”.
Se han examinado también algunos newsgroup, o grupos de correo electrónico dedicados al satanismo. A través de este medio los inscritos tienen la posibilidad de dejar mensajes en una especie de escaparate virtual, permitiendo a otros usuarios interesados que respondan.
El ámbito donde los elementos de instigación a actos ilegales parecen mayores es el de los chat, grupos de conversación en tiempo real, y de los newsgroups hospedados por estos sitios, donde el control es obviamente más difícil.
En estas secciones hay referencias a técnicas para suicidarse, para construir armas, exhortaciones al canibalismo y al racismo, fantasías de tortura y sacrificios humanos. En esta perspectiva, Internet es seguramente el medio más eficaz y directo para acercarse al mundo del satanismo, no solo para los simples curiosos, sino también para quien, como los adolescentes, tiene mayor probabilidad de ser influenciado y condicionado por una visión del mundo que parece sexualmente libre, indiferente ante la muerte y el sufrimiento, pero también violenta, despreciativa y nihilista.
Los contenidos de los sitios satánicos que incitan explícitamente a formas criminales, como violencia sexual, suicidio u homicidio, constituyen una posible fuente de “exposición” para muchos sujetos con perfiles de personalidad en riesgo, como menores, personas con depresión, sádicos u otras personas psicológicamente sugestionables.
El contacto con el mundo del satanismo, allí donde para los juegos de rol y la música es indirecto, en lo que respecta a internet, puede ser mucho más inmediato y directo, pero también más peligroso y difícilmente detectable.
Existen incluso sitios en Internet que realizan videos de muerte a petición; los jóvenes pueden enviar su historia por e-mail y pedir la puesta en escena de un tipo de homicidio en concreto, más o menos violento y sanguinario, y después reciben el video en casa. Los protagonistas de estas grabaciones no mueren de verdad, pero las imágenes son muy inquietantes, sobre todo si se piensa que son los muchachos quienes las piden.
En Internet, por desgracia, se encuentran muchísimas páginas anticristianas, no hace mucho existía una especie de “juego de la blasfemia”, donde el navegante podía inventar su propia blasfemia y enviarla por correo electrónico. La blasfemia se publicaba de forma anónima, las páginas se dividían en categorías: blasfemias a Jesús, a la Virgen, a Dios, al Papa.
Es un juego peligroso, pero sobre todo desinformativo porque invita a los jóvenes a una mala acción, escondiéndose tras el anonimato, lo mismo que hacen los inventores del juego, que no tienen el valor de identificarse en el sitio blasfemo.