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¡No olvides orar en agradecimiento por esa fecha especial!

¡No olvides orar en agradecimiento por esa fecha especial!

Un año más, una buena noticia, el detalle de alguien que te llegó al corazón, la naturaleza,… Es posible que un día sientas en tu interior un gran agradecimiento a Dios por todo lo que ha hecho por ti y no sepas bien cómo expresarlo. Para esos momentos especiales es esta oración de gracias.

Porque si hemos conocido el inmenso amor de Dios, es inevitable decirLe «gracias»; en nuestro cumpleaños, un día especial o en cualquier momento.

Papá Dios que iluminas toda vida,

que eres amigo, Papá, sobre todo papá,

compañero, y el Todo que necesito para ser feliz.

Gracias por el don de la vida,

gracias por el ejemplo, cercanía y amistad de los arcángeles,

estos fieles servidores y amigos tuyos,

que son tu defensa, tus mensajeros y tu medicina

en la misión de amor que has querido instaurar en medio de nosotros.  

Abbá, bendito seas por crearme,

por amarme, por mostrarte en todo momento.

Te amo y pido que sigamos siendo amigos,

que sigamos caminando juntos

y que tu Amor sea mi faro y el de todos tus hijos.

Papá Dios, adsum, aquí estoy…para lo que quieras.

Que pueda, desde mi límite, ser recipiente de tu luz

que ilumine a otros que desean, como yo, seguirte todos los días de la vida,

amando como Tú deseas.

Amén.

Sentirse amado y bendecido por Dios es algo muy grande, ¡la fuente de la felicidad! Es bonito darle gracias por ello de una manera sencilla pero llena de belleza.

¡Qué bueno rezar esta oración de gracias un día especial! Y además de las palabras, que la fidelidad a la misión que Él nos ha encomendado sea nuestro agradecimiento.

Gracias también a los que comparten sus oraciones y les invitamos a todos a hacernos llegar sus plegarias para que podamos hacerlas nuestras.

Jimmy Jack, ex convicto que cuenta como Jesús le salvó la vida.

Jimmy Jack, ex convicto que cuenta como Jesús le salvó la vida.

El ex convicto Jimmy Jack publicó su libro titulado, «Jimmy Jack: El maestro alcohólico», donde narra su viaje y experiencia en prisión. Además, en el libro afirma que el poder de Jesús literalmente le salvó la vida.

«Supe que estaría de cuatro a 10 años en prisión. Inmediatamente determiné que iba a convertir eso en algo bueno, y decidí que escribiría dos páginas escritas a mano al día sobre mi lucha en la vida con el alcohol y las drogas, y las experiencias cotidianas del encarcelamiento», dijo Jack.

Al compartir su historia, Jack espera que los lectores reconozcan el asombroso amor de Dios. «Espero que al leer mis experiencias encuentre algo en él que mejore su propio viaje personal, ya que todos debemos trabajar en nuestra propia salvación», explicó Jack.

Igualmente, agregó: «Espero que puedan descubrir el plan específico que el Creador ha diseñado exclusivamente para usted».

Asimismo, aseguró que si Jesús estuviera vivo en forma corporal hoy, pasaría su tiempo en cárceles, prisiones y guetos.

«Él vino para proporcionar libertad interior a los oprimidos y marginados de la sociedad, mientras que los eruditos y ricos no tenían necesidad de él», señaló Jack. 

Por último, añadió que: «Dado que los cristianos reconocen que él todavía está muy vivo a través del Espíritu Santo, no es sorprendente notar que su presencia es muy evidente en las cárceles y prisiones», concluyó.

¡La gran habilidad de Aacen White, el niño capaz de memorizar la biblia!

¡La gran habilidad de Aacen White, el niño capaz de memorizar la biblia!

Aacen White es un niño de 9 años que vive en Big Creek, Mississippi, y hace cosas comunes como cazar, pescar, pasar tiempo con su familia y cuidar a sus animales. Sin embargo, tiene la habilidad de memorizar la Biblia.

En noviembre, White competirá en la división primaria, de 7 a 10 años, del Campeonato Nacional de Abejas Bíblicas en Covington, Kentucky. Donde los competidores deben haber aprendido la impresionante cantidad de 579 versos de la Palabra de Dios.

«Me gustaría ganar. Haré todo lo posible, pero el objetivo principal que todos deberían tener es aprender la palabra de Dios y darla a conocer. La victoria para mí es llegar”, reveló el pequeño.

Un niño dedicado a la Palabra de Dios

Su entrenadora y animadora principal es su madre, Whitney. Ella dijo que Aacen participó por primera vez en la competencia cuando tenía solo 7 años.

“Era el competidor más joven y único de Mississippi. Estaba aprendiendo a leer. Ese año fue suplente. Este año, es el octavo de los 120 finalistas en su división de edad ”, afirmó.

Aunque la madre apoya al niño, también busca el equilibrio en su vida personal, escolar y en su don. «Todavía quiero que sea un niño», expresó.

Aacer ya está pensando en su futuro: “Siempre he querido ser oftalmólogo cuando sea grande. Y también me gustaría ser predicador», declaró.

El niño ya ha hablado desde el púlpito de la iglesia Bautistas de la Nueva Esperanza donde su padre, Matthew, es ministro. Por último el niño aseguró que está orando por los líderes del país.

“Estaba pensando en cómo nuestro país se está desmoronando. Oro para que Dios abra los ojos de nuestros líderes como abrió los ojos de Saúl. Oro para que se vuelvan a Dios”, concluyó Aacer.

¿Te llenan de alegría los mandatos de Dios?

¿Te llenan de alegría los mandatos de Dios?

¿Cómo puede un mandato alegrar el corazón?

«Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos».

Los deseos de Dios son puros. Lo que Él quiere es mi bien, desea que viva y madure, que toque el cielo con mi vida, con mis obras.

¿Qué es lo que me manda Dios? A veces me invento preceptos, me pongo exigencias que vienen de mi deseo de perfección y pureza. Demasiadas normas tejidas sobre mi piel.

Son menos los mandatos de Dios. Son rectos y alegran el corazón. Eso es lo importante. Lo que me manda Dios es lo que me alegra el alma.

¿Cumplir los mandatos de Dios me alegra?

Uno piensa que lo que me manda alguien fuera de mí no puede nunca alegrarme. Es como si esa orden impuesta coartara mi libertad.

Como en la revolución estudiantil de mayo del 68 en París se decía: «Prohibido prohibir. La libertad comienza con una prohibición», Jim Morrison.

Y otras proclamas similares: «Dejen de prohibir tanto porque ya no alcanzo a desobedecer todo».

Entonces me detengo a pensar si me da alegría obedecer los mandatos de Dios. Si tengo paz en el alma al pensar en todo lo que me mandan.

¿Demasiadas prohibiciones?

¿Qué me pide Dios? ¿Qué desea que haga? ¿Me lo ha prohibido todo?

A veces puedo mirar la Iglesia como un conjunto de normas y prohibiciones. Esto se puede y esto no.

Y vivo sorteando obstáculos, evitando choques y luchando por no salirme del camino tan firmemente señalado.

El corazón sufre al sentir que todo está limitado por prohibiciones y mandatos. Como si obedeciendo pudiera ser más feliz.

¿No soy más feliz cuando hago lo que deseo, cuando no tengo límites en el ejercicio de mi libre voluntad?

Me cuesta creer en ese Dios que manda, impone y prohíbe. En ese Dios que marca límites y delimita el camino por el que debo ir.

Lo que Dios quiere

¿Qué es lo que Dios me pide realmente? ¿Qué es lo que espera de mí? No tengo todas las respuestas. Pero sé que Dios quiere que elija el bien y no el mal.

Desea que ame y que no odie. Desea que siembre la paz y haga realidad las bienaventuranzas en la tierra.

Es un Dios que tiene más deseos en su corazón de Padre que prohibiciones que limitan mi acción en el mundo.

Quiere que sea generoso y no guarde mi riqueza de forma egoísta, como dice la Biblia:

«Vosotros los ricos, gemid y llorad ante las desgracias que se os avecinan. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos son pasto de la polilla. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros».

La ley del amor

El mandato del Dios tiene que ver con la caridad, con el amor a mi prójimo, con mi preocupación por el que sufre, por el abandonado, por el migrante. Su mandato es que mi vida sea para dar amor a los demás:

«Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa».

Mi caridad es lo que me levanta el alma y me anima a luchar, a entregar la vida. El mandato del amor se impone por encima del mandato del odio.

Dios sólo me pide que ame, que me entregue. Luego el hombre pone los límites, marca los caminos y deletrea las exigencias. Y me siento más seguro entre normas que dejan claro el camino por el que seguir.

La felicidad es más sencilla

En ocasiones le he dado más importancia a la norma que al amor de Dios. Me haimportado más la prohibición o el precepto que el Espíritu que habita el mandato último de mi Padre.

Su deseo es que viva y ame en plenitud. Sólo busca que sea feliz, que me sienta amado y querido como soy. Que entienda que mis pecados me alejan de la meta.

Pero no porque vaya a recibir una pena por mis errores, sino simplemente porque mi pecado me llena de rabia, de dolor, de angustia, de indiferencia, de desdén hacia la vida de los hombres.

Mi pecado me embrutece, me deshumaniza y acaba por tapar la voz de Dios en mi alma. Mi pecado me vuelve autorreferente en esa búsqueda de una felicidad rápida y superficial.

Vivir para dar vida

El amor de Dios quiere que sea fiel en mis amores. Noble en mi entrega. Veraz en mi forma de vivir.

Su mandato es que viva para dar la vida y no me canse de buscar la felicidad de aquel a quien amo. Que no me canse de intentar mostrarle su belleza, su rostro oculto.

El amor de Dios es el mandato que quiere hacerme firme y fiel a mi verdad. Quiere Dios que viva con raíces hondas. Y ame con pureza respetando los deseos de la persona amada.

Que no me obsesione la búsqueda del poder. Ni no me aferre al éxito como mi tabla de salvación.

Quiere que sea feliz con las cosas pequeñas que da la vida. Que acepte con humildad que no todo puedo hacerlo bien.

Que sepa que la vida se juega en elecciones simples en las que opto por el bien del otro antes que por el mío propio.

Pobre, libre, alegre

El mandato de Dios quiere que alabe a mi hermano y busque su bien. Que piense en los que sufren y trate de mitigar su dolor. Que viva el presente sin angustiarme por el futuro incierto.

Desea Dios que mis acciones y omisiones siembren esperanza y nunca angustias y miedo. Quiere Dios que sea pobre de espíritu para llevar paz y alegría.

Me manda Dios que sea fiel a mí mismo, a mi verdad. Que no huya de mis compromisos y acepte el camino que he elegido en libertad.

¡No temas desnudar tu alma frente a Dios!

¡No temas desnudar tu alma frente a Dios!

veces no quiero mostrarte cómo soy.No estoy dispuesto a desnudar mi alma. Me parece injusto desvelar mis debilidades, mostrarme vulnerable ante tus ojos y ver cómo tu mirada cambia, y cae la imagen que tenías de mí.

Tal vez por eso me escondo. Me he inventado disfraces tras los cuales la vida se ve desde la trinchera. Oculto detrás de una máscara, escondido a los ojos del mundo.

Con ese aspecto me parece que soy mejor, más bello, más alto, más poderoso. Me he puesto maquillaje para disimular las arrugas y cubrir mis carencias.

Con pintura logro que desaparezca la tristeza y no se vea la angustia. Detrás de algún biombo parezco más delgado, más profundo, más inteligente, más audaz.

Desde la barrera me veo más atractivo, más valiente, más aventurero. Es curioso lo que consigue un buen disfraz.

¿Me aceptarás?

Te hago ver que soy valiente contando hazañas que no he logrado. Te muestro mi seguridad con palabras fuertes para ocultar como puedo mi inseguridad más profunda.

Hago como que no necesito tu abrazo mientras te lo suplico callado, con ademanes mudos.

Hago bromas para quitar la tensión que me provoca ser yo mismo ante tus ojos y que tú me descubras en mi verdad.

¿Me aceptarás cuando sepas quién soy en lo más hondo? ¿Seguirás queriéndome cuando no esté a la altura de tus expectativas, esas que nunca has verbalizado?

Soñabas con alguien distinto y no soy el que hace posibles tus sueños. No tengo la fuerza que pensabas, ni la sagacidad que imaginabas.

Perdón, Dios, te mentí

Por eso te engaño y te digo que hice lo que no hice. Porque eso era lo que esperabas de mí y no quiero defraudarte.

No quiero confesar que lo que me pediste lo olvidé. Temo tu reacción, tu desprecio, tu desencanto.

He hecho cosas muy distintas de aquellas que tú esperabas. Tienes una imagen de mí tan perfecta que no puedo sostenerla en el tiempo. Y me avergüenza tener que estropearla.

No soy esa persona perfecta que te mostré para que me amaras. Tengo el alma herida desde niño y he tocado muchas veces la piel áspera de la derrota.

Me cuesta mostrarme

Por eso me cuesta tener que asumir nuevas batallas perdidas. Me he sentido solo muy a menudo y no quiero que notes el miedo que tengo a volver a sufrir la soledad.

Me cuesta decirte quién soy porque no sé si me reconocerás cuando me veas desnudo y sin maquillajes ante tus ojos.

Puede que entonces me abandones al sentirte engañado. Así me ha ocurrido tantas veces y ya no pienso que ahora pueda ser diferente.

Por eso veo que las máscaras que me he inventado me protegen en un mundo hostil que sólo quiere conocer las historias bonitas de los héroes.

Este mundo ingrato no quiere saber nada de villanos. Menos aún de cobardes indignos.

Desea escuchar las virtudes de los hombres porque teme enfrentarse continuamente con sus defectos y pecados.

Sé que valgo

Pero sé en el fondo de mi alma que soy más que mi pecado más terrible. Valgo más que ese crimen que no soy capaz de confesar. Mucho más que el desprecio que me produce mi propia pobreza.

Miro con dolor mi miseria y no la acepto, no la quiero. Por eso la escondo detrás de alguna máscara sonriente que ahuyente las penas.

Siempre estaré sereno y con paz, siempre veré el lado bueno de las cosas, nunca tendré un momento de temor o de angustia, en ningún momento me verás amargado o lleno de miedos.

Así, oculto tras mis máscaras serenas, me siento más seguro. Y tú me aceptas. Pero siempre de nuevo me confronto con mi verdad.

Y vuelvo a pensar que sí, que estoy dispuesto a desenmascarar al yo escondido en lo más profundo de mi ser, bajo la apariencia de esa piel perfecta que te muestro, para que me alabes y te alegres al verme perfecto.

Quiero mostrar la verdad

Soy imperfecto y me duele el dolor de mi propia vida. Pero sé que quiero decirte quién soy.

Es cierto que temo que nunca más quieras saber de mí. Pero tengo que hacerlo. Quiero quitarme todas las máscaras y decirte quién soy.

Aunque me asuste el rechazo. Lo he vivido ya antes. He sobrevivido al desprecio oculto bajo mi maquillaje.

Disfrazado valgo más, eso he pensado. Pero me duelen las mentiras y quiero dejar de vivir con mentiras.

Soy el que soy y no temo la verdad de mi vida. No temo tu rechazo. Quiero ser honesto conmigo mismo, contigo, con Dios.

No quiero olvidarme nada. Ni le oculto a Dios ninguno de mis pecados. No le escondo mi fragilidad.

Él me conoce mejor que yo y me anima a ser sincero. Me desnudo ante ti. Fuera todas las máscaras.

¿Me aceptarás? No lo dudo. Mi vulnerabilidad atraerá tu misericordia. Estoy seguro.