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¡La oración familiar, momento fuerte y valioso que aumenta nuestra fe!

¡La oración familiar, momento fuerte y valioso que aumenta nuestra fe!

La oración en familia… ¡qué importante es! Unirse en oración padres e hijos ¡Rezar en comunidad es sumamente importante! 

La Iglesia anima a los creyentes a tener este tiempo de espiritualidad en familia, «porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos».

Cómo nos explica esta meditación, la oración y la familia son dos grandes tesoros que tenemos en la tierra.

Este pequeño vídeo que les comparto hoy ofrece algunos consejos sacados de las entrevistas de «Secretos de la Oración» para lograr el propio estilo de oración familiar.

Plegaria y unidad familiar

Tener la oportunidad de crecer en un hogar donde la oración es parte del día a día es una hermosa bendición. Su importancia radica en el ejemplo de padres a hijos.

Aprender a orar en todas las estaciones de la vida junto con la familia fortalece la unión y los vínculos de parentesco.

La oración en familia brota de la escucha de Jesús, de la lectura y familiaridad con su Palabra. Nos lo confirma el Catecismo:

«La fe alcanza su mayor fecundidad cuando se vive en interacción con los demás, y en primer lugar con nuestro cónyuge y nuestros hijos, quienes, de hecho, forman nuestra primera comunidad de vida, nuestra Iglesia doméstica» (CIC, 1655).

Vivir la fe de forma concreta en el hogar implica que existan momentos de oración familiar, momentos de vivir los sacramentos juntos. Sobre todo en la misa del domingo, que se puede convertir en un auténtico ritual para disfrutar unidos.

El valor del ejemplo

Vale la pena que el momento de la oración sea acogedor y que no esté demasiado reglamentado. Cada familia encontrará su manera de rezar. Según los periodos del año, de los acontecimientos familiares, y de la creatividad de cada uno, recordando que podrá evolucionar. 

En lo que concierne a los hijos, la mejor manera de que los padres les transmitan la fe es vivirla ellos mismos. No hay mejor catequesis para un niño que la imagen de sus padres unidos en la oración, una imagen así es más edificadora, profunda y duradera que las palabras.

Es necesario que los hijos vean rezar a sus padres en el hogar. Nos enseña el papa Francisco que:

«Es vital que la oración en familia sea con devoción, que no se limite a las palabras, sino que se transforme en hechos y testimonios de fe, para que los niños aprenden a hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún canto, a estar en silencio hablando a Dios».

Así los niños aprenden a colocar al Señor en la línea de los primeros y más fundamentales afectos, dice san Josemaría:

«Aprende a tratar a Dios como Padre y a la Virgen como Madre. Aprende a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres. Cuando se comprende eso, se ve la gran tarea apostólica que pueden realizar los padres, y cómo están obligados a ser sinceramente piadosos, para poder transmitir, más que enseñar, esa piedad a los hijos, que comienza por la oración en familia».

Cuéntanos en los comentarios si la oración en familia es una de tus favoritas. ¿Cómo lo hacen?, ¿de qué maneras les gusta hacerlo?, ¿tienen alguna oración predilecta?

En este, el mes de la biblia, estas son 5 lecciones de Moisés

En este, el mes de la biblia, estas son 5 lecciones de Moisés

Comenzamos septiembre, ¡mes de la Biblia! Tiempo en el que año tras año nos concentramos en la celebración de la Sagrada Escritura como uno de los canales de la revelación de Dios.

Por eso queremos iniciar este mes con un recurso bastante sencillo que nos ayude a ver el ejemplo que dos personajes importantes del Antiguo testamento, nos dejan para la cotidianidad.

Dios eligió a Moisés para guiar al pueblo de Israel que se encontraba en la esclavitud bajo el dominio de Egipto y llevarlos a la tierra prometida. Así Moisés también es el mediador de la antigua alianza, por medio de quien Yahvé entregó la ley a su pueblo. 

Algunos autores y estudiosos de la Escritura dicen que el papel de Moisés en el Antiguo Testamento es una sombra y tipología de la figura y ministerio que Jesús desempeña en el Nuevo testamento.

Te invito a descubrir cinco enseñanzas de Moisés y Josué para nuestra vida:

1. Amar a Dios sobre todo, lleva a la obediencia

El libro de Deuteronomio contiene una máxima judía que recuerda de generación a generación cuál es el mayor mandato que debe cumplir el hombre:

«Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Dt. 6, 4-5).

Es el amor al Señor y la adhesión a sus enseñanzas, lo que ayuda a los hijos de Dios a vivir en libertad.

Pensemos en las ocasiones en las que no hemos sido fieles al amor a Dios, o cuando nos hemos dejado llevar y no le hemos escuchado, como resultado empezamos a vivir cierto tipo de esclavitudes. 

Lo primero que hace Moisés en su esfuerzo de encomendar al pueblo a obedecer a Dios es ordenarles a amar a Dios. El fin es ser obedientes, es adoptar una forma de vida conforme a su voluntad, pero el único camino para hacerlo es amarle sobre todas las cosas.

La clave es sencilla, quien ama a Dios, le obedece. La prioridad del mensaje es que entendamos que nuestra obediencia nace de nuestro amor por Dios.

El amor que mueve nuestra obediencia es también impulsado por un reconocimiento de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

2. Recordar la bondad de Dios en nuestra vida nos incentiva a amar

Nuevamente el libro del Deuteronomio nos trae una acción de gracias que Moisés hace a Yahvé por su bondad:

«Comprendan ustedes hoy que no estoy hablando con sus hijos, los cuales no han visto la disciplina del Señor su Dios: su grandeza, su mano poderosa, su brazo extendido, sus señales y las obras que hizo en medio de Egipto a Faraón, rey de Egipto y a toda su tierra.

Lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y a sus carros, al hacer que el agua del Mar Rojo los cubriera cuando los perseguían a ustedes, y el Señor los destruyó completamente…» (Dt. 11, 2b-4).

Este discurso de Moisés es abundante en agradecimiento y reverencia a las proezas del Señor. Igual deberían ser nuestras conversaciones, oraciones y canciones dirigidas a Dios.

En repetidas ocasiones nos enfocamos en la oración de petición, sumamente válida, pero dejamos de lado la necesidad de agradecer a Dios por su actuar. Esta oración es maravillosa y puedes escucharla en cualquier momento. ¡Hay tanto que tenemos que agradecer!

La gloria de la libertad de Israel como nación no la ganó el propio pueblo de Israel, fue Dios en su misericordia infinita. Nosotros tampoco hemos ganado nuestra libertad y salvación. Por tanto, nuestro agradecimiento es merecido y necesario.

3. La adhesión a la vida en Dios trae salvación

«Y sucederá que si obedeces diligentemente al Señor tu Dios, cuidando de cumplir todos sus mandamientos, el Señor tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra.

Y todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán, si obedeces al Señor tu Dios» (Dt. 28,1-2).

Este pasaje nos presenta una bendición real, mucho más valiosa que riquezas o salud, es la bendición de contar con la cercanía de Dios en nuestras vidas.

Al obedecer al Señor, al buscar cumplir su voluntad, no solo afianzamos nuestro amor por Él, sino que cumplimos el propósito por el cual fuimos creados. 

Nosotros no somos el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, pero tenemos algo que Israel no tuvo en su tiempo, un líder, patriarca y rey más grande que el mismo Moisés: ¡Jesús!

La entrega abnegada de Cristo posibilita nuestra obediencia y adhesión a la voluntad de Dios. 

¿Qué podemos aprender en el mes de la Biblia de Josué?

También encontramos a Josué, quien podría decirse fue el segundo líder del pueblo después de Moisés, él es quien toma el mando y conduce a los israelitas a la tierra prometida después de la muerte de Moisés.

Josué es considerado como uno de los más grandes líderes militares de la Biblia por dirigir los siete años de la conquista de la tierra prometida. A menudo se presenta como un modelo para el liderazgo y una fuente de aplicación práctica sobre cómo ser un líder efectivo. 

4. Hay que ser líderes según la voluntad de Dios

Como líder militar, Josué sería considerado uno de los mayores generales de la historia humana. Pero sería un error atribuirle la victoria de Israel exclusivamente a Josué.

El libro del Éxodo nos presenta, por ejemplo, la batalla de Amalec, donde Josué sale vencedor, podría pensarse que esto se logra solamente gracias a su pericia, pero el mismo texto nos habla de una realidad durante la batalla:

«Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía. Más cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec» (Ex 17,11). La victoria no depende solo de la obra humana, sino también de la intervención divina.

Finalmente dentro del liderazgo de Josué aprendemos la necesaria humildad que debe tener el nuestro. Aquella humildad que nos permite reconocer que no lo podemos todo, que nuestras fuerzas son limitadas, y que por tanto, necesitamos de la asistencia de Dios.

5. Dios es siempre fiel a sus promesas

La principal lección que podemos encontrar en la vida de Josué, es que Dios es siempre fiel a sus promesas. Yahvé le prometió a Abraham que sus descendientes habitarían en la tierra, y bajo Josué, Dios trajo al pueblo a la tierra que Él les había prometido.

Este hecho completó la misión de redención que Dios comenzó con Moisés al sacar a Israel de Egipto.

Todo esto es también una tipología que apunta a la redención final que Jesús trae a la comunidad de fe. Al igual que Moisés, Jesús nos liberó de la servidumbre y la esclavitud del pecado.

Y al igual que Josué, Jesús nos llevará a la tierra prometida y al reposo eterno:

«Está claro que Josué no introdujo a los israelitas en el descanso definitivo, pues, de haberlo hecho, no se aludiría a “otro día” de descanso después de todo aquello.

Por consiguiente, el pueblo de Dios está aún en espera de un descanso, ya que de haber entrado en el descanso de Dios, también él descansaría de todos sus trabajos, lo mismo que Dios descansó de los suyos» (Hebreos 4, 8-10).

Ver a Jesús, es ver con los mismos ojos al projimo.

Ver a Jesús, es ver con los mismos ojos al projimo.

La vida que no se entrega no sirve para nada. El amor que no se convierte en servicio no es amor verdadero. El corazón que no se pone en la piel del que está enfrente no logra ayudar de verdad.

Los ojos que no ven el dolor del que me mira no han aprendido a mirar como me mira Dios. La vida que guardo egoístamente por miedo a que se pierda, se vuelve inservible. Como la sal que no sala. Como la semilla que muere fuera de la tierra fecunda.

Nada tiene total sentido si no es para mirar un horizonte más amplio que el que delimitan mis deseos y proyectos personales. Romper esa línea mágica que me ata es lo que de verdad me salva.

Leía el otro día: «Ahora estaba empezando a comprender, de una manera brutal, que hasta que no se ha sufrido en carne propia una pérdida, con el consiguiente dolor, es imposible empatizar realmente con otras personas en igual situación».

Hasta que no he sufrido lo que el otro sufre no puedo de verdad comprender lo que está viviendo.

¿Tengo que sufrir yo la enfermedad para entender al enfermo? ¿O padecer yo la muerte de alguien amado para acercarme al dolor del que sufre una ausencia? No lo sé, pero es lo más fácil.

Me sirven más las palabras y consejo del que ha vivido o está viviendo lo mismo que yo. Entonces veo qué difícil resulta cuando no he vivido lo que otros viven y tengo que ayudarles igualmente.

No tengo la misma autoridad moral del que ha padecido la cruz y ha vivido la resurrección. Tal vez no sientan mi comprensión verdadera o no crean en la autoridad de mis palabras al no haber sufrido lo mismo.

Aún así no me puedo eximir de mi obligación de ponerme en su lugar. De acercarme de rodillas a su misterio aunque no acabe de comprenderlo. Sólo tengo que mirar conmovido esa vida suya que es tan frágil y se abre ante mí. Sólo puedo respetar con ojos bien abierto todo lo que viven al ver cómo confían en mis palabras.

El corazón de mi hermano es siempre un misterio, es un regalo que se me entrega sin yo merecer nada. Y yo tengo que ayudarle a pasar ese momento difícil que atraviesa, en ese preciso instante en el que se encuentra conmigo.

La antropóloga Margaret Mead explica: «Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización».

La solidaridad en medio del dolor es el rasgo más humano. Puede llegar a superar a instinto de la supervivencia. Por ayudar al que está a punto de padecer llego a arriesgar mi propia vida.

Es lo más humano esa capacidad mía de dejar de pensar en mí mismo, en mis intereses, en mi bienestar y en mi comodidad para abrirme generoso al que está frente a mí sufriendo.

No le cierro mi carne cuando suplica misericordia. No corto el diálogo y me acerco, sin guardar las distancias sagradas. Y pienso en lo que el otro siente, en su dolor, en su angustia.

No pienso en mí, ni en lo que necesito. Tampoco pongo por delante mi dolor o mis miedos, mis recelos e inseguridades. Pienso sólo en aquel que está ante mí. Contemplo como algo sagrado su vida, su enfermedad, su miseria.

Me vuelvo misericordioso y acepto ser sólo el camino al cielo, al Padre, a la misericordia de Dios. No soy yo el centro ni el salvador. Tengo claro que el centro siempre es Dios y sólo Él salva la vida de los hombres.

Por eso sé que lo que de verdad importa es lo que necesita quien me busca en ese momento. El dolor de muchos que se hace viral a mi alrededor. Las injusticias gritadas al viento que yo mismo denuncio.

Quiero tender la mano a mi hermano aún con el riesgo de sufrir, de perder, de no ganar nada. Es el camino de la solidaridad. El camino de la ayuda a superar las dificultades.

Este tiempo que vivo está lleno de dolor y de angustia. Y me desborda lo inabarcable del sufrimiento. No logro consolar a tantos que sufren con mis palabras y con mis abrazos.

Tengo que meterme en mi corazón para hallar la paz que pueda entregar al que le falta. Estar con Dios para poder dar tranquilidad a los que la han perdido. No paso de largo ante el que me pide ayuda.

Miro a Jesús como me dice el P. Kentenich: «¿Cómo amó el Señor a los hombres? Nadie tiene mayor amor que quien da su vida por sus amigos (Jn 15, 13). ¡Y cómo amó él al prójimo! Al precio de su propia vida, entregando su propia vida. ¿Qué significa: el amor al prójimo es idéntico con el amor a Dios? El Señor coloca ambos mandamientos uno junto al otro. Y si examinan al apóstol Pablo, es algo peculiar, en la culminación de su himno sobre el amor, cómo uno y otro amor fluyen uno hacia el otro y cómo el amor a Dios opera en el amor al prójimo».

El amor a Dios, el amor de Dios, despierta mi solidaridad, mi amor al que necesita, mi amor humano y generoso con el que está a mi lado. Ese amor es el que me salva de la soledad egoísta del que no necesita a nadie y al que nadie necesita.

Moisés y la Zarza ardiente nos dejan lecciones importantes.

Moisés y la Zarza ardiente nos dejan lecciones importantes.

Hay una expresión que dice algo así como «Ella está en llamas». La mujer mencionada, sea lo que sea que esté haciendo, está realizando bien la tarea.

El fuego comunica intensidad a la acción. A veces, los cristianos describen su fe como «en llamas». Esta expresión es apropiada considerando las formas en que se evoca el fuego en la Biblia. Algunos de los cuales describirían apropiadamente la fe.

Un caso particular ocurre en el libro donde Moisés, antes de convertirse en una figura de renombre a lo largo de los siglos, se encontró con una zarza ardiendo. Aunque no se trataba de un incendio ordinario. Este arbusto fue incendiado por una presencia divina. 

En ese terreno sagrado es donde Moisés se encontró con el gran YO SOY. El momento marcó un cambio en su vida donde Dios encendería su fe, dándole el encargo de guiar a otros con un propósito ordenado por Dios.

Hay lecciones para el creyente de hoy en día en esta historia. Lecciones que son importantes para cualquier creyente a lo largo de la historia. Examinaremos 3 lecciones importantes de Moisés y la zarza ardiente, después de tomarnos un tiempo para comprender el contexto de este evento.

¿Qué sucede en la historia de Moisés y la zarza ardiente?

Leemos sobre Moisés y la zarza ardiente en el tercer capítulo del Éxodo. El pasaje comienza con una descripción de Moisés sirviendo como pastor de las ovejas de su suegro. Moisés lleva el rebaño de ovejas al desierto y llega a una montaña llamada Horeb. 

Mientras se cumple un deber ordinario, sucede algo muy inusual: un arbusto se incendia. Solo un arbusto. Moisés no es ajeno al fuego, pero una sola zarza ardiendo probablemente le parezca extraño. Aún más extraño, Moisés observa rápidamente que el fuego no estaba destruyendo la vegetación.

“Así que Moisés pensó: ‘Debo ir y contemplar este espectáculo extraordinario. ¿Por qué no se está quemando la zarza? (Éxodo 3: 3).

El fuego se describe inicialmente como iniciado por un ángel del Señor. Sin embargo, una vez que Moisés se da cuenta de la zarza, es cuando Dios comienza a hablar con Moisés. 

Cuando Dios le habla a su siervo, llama a Moisés por su nombre. De hecho, ¡él llama el nombre de Moisés dos veces! A este reconocimiento personal, Moisés responde de la misma manera. Se presenta fácilmente a Dios.

Dios instruye a Moisés

A partir de ahí, Dios comienza a darle instrucciones a Moisés. Primero, tiene que quitarse las sandalias porque el suelo es sagrado, posiblemente por lo que acaba de ocurrir con la zarza ardiente. 

Entonces Dios le habla a Moisés y le dice que Él es el Dios de sus antepasados. También los llama por su nombre: Abraham, Isaac, Jacob. Dios dice que sabe que sus hijos están sufriendo en Egipto. Él escucha sus oraciones y tiene una respuesta.

Dios le da a Moisés una orden: ir a Egipto y presentar un caso ante el faraón para que los judíos sean liberados. Y le dice a Moisés que esta aventura no será fácil. 

Como Dios eligió hablar con Moisés a través de la zarza en lugar de la oración estándar , podemos estar seguros de que hay simbolismo y lecciones importantes que aprender de esta historia.

La zarza ardiente muestra la cercanía de Dios

Dios se acercó a Moisés en esta historia. Dio a conocer su presencia. Moisés aceptó esa cercanía cuando Él a su vez se presentó a Dios. Esta historia, como otras en la Biblia, habla de la omnipresencia de Dios. Él nos encuentra donde estamos incluso cuando no sabemos dónde encontrarlo, o si ni siquiera pensamos en buscar.

Además, Dios se manifestó a través de una zarza ardiente. Dios elige cómo dará a conocer Su presencia. Para algo tan monumental, como la misión de Moisés, Dios apareció como algo extraordinario. 

Sabemos que la presencia de Dios con Moisés no se limita a la zarza cuando le dice a Moisés que estará con él durante el viaje. Moisés no está solo y, de hecho, nunca estuvo solo. Desde el momento en que se despertó hasta el momento en que viajó a Horeb y vio la zarza ardiendo, Dios estuvo con él.

Hoy, podemos aplicar este conocimiento a nuestras propias vidas reconociendo que Dios está presente con nosotros todos los días y durante todo el día. Nos ve despertar y nos ve dormir. Dios también tiene el poder de dar a conocer Su presencia de una manera no tan sutil. 

Moisés se encontró con una zarza ardiendo, pero podemos encontrarnos frente a circunstancias inusuales, o tal vez ver un cartel publicitario o una nube, algo que nos informa que Dios está presente y nos está llamando.

La zarza ardiente muestra el llamado de Dios

Dios le dio un mandato a Moisés, un llamado o vocación divina. A pesar de que Moisés dudaba de sí mismo, el mandato de Dios se mantuvo. Y como revela el resto del Éxodo, Dios cumplió Su palabra. Siempre lo hace. Lo que la historia de Moisés informa a los lectores es que Dios les da un propósito a sus hijos. 

Ese propósito puede ser algo para lo que no nos sentimos capacitados, pero Dios tiene un plan. El plan de Dios para Moisés no se pensó en el acto. Dios le dio una tarea que ya estaba calculada.

Todo lo que Moisés no tenía, Dios lo supliría y lo hizo. Lo mismo es cierto para los cristianos de hoy. A veces se nos llama a hacer cosas que no nos emocionan o no son capaces de realizar. 

Sin embargo, si Dios sabe que podemos, ¿por qué no podemos creer en nosotros mismos? La implicación es que Dios no sabe tanto como nosotros si dudamos de Su llamado en nuestras vidas.

En cambio, lo que deberíamos hacer es humillarnos ante Dios y preguntarle cuál es la mejor forma de cumplir nuestra vocación.

La zarza ardiente muestra la confianza sobre la duda

Moisés no fue perfecto en su relación con Dios. En este capítulo dudó, luego nuevamente en Éxodo dudó. Esta duda posterior llevó a que su hermano Aarón sirviera como la voz del pueblo. Moisés actuó como intérprete. 

Aunque era imperfecto en su fe, Moisés demostró mucha confianza en Dios. Se le asignó una tarea importante que probablemente parecía imposible según los estándares humanos. Se suponía que debía liberar a toda una nación de la esclavitud.

Independientemente de las dudas que cruzaran por su mente durante la aventura, Moisés mantuvo su relación con Dios. Actuó en nombre del Señor incluso cuando se encontró con oposición.

Debemos trabajar para mostrar este mismo nivel de confianza y Dios, e idealmente, más confianza de la que logró Moisés. 

Si vemos que Dios puede hacer grandes cosas a través de un hombre, ¿Qué puede hacer a través de nosotros? Moisés dudó porque miró las circunstancias. Cuando logró confiar, miró a Dios. Nosotros deberíamos hacer lo mismo.

Nuestra zarza ardiente

¿Dios te está hablando hoy, a través de una persona, un sermón, un mensaje en una valla publicitaria? ¿Dios te está llamando por tu nombre para que le sirvas? Moisés nos muestra que Dios puede alcanzarnos dondequiera que estemos y a quien Él elija. Dios puede realizar lo simplista y lo extraordinario, por su cuenta y a través de su pueblo.

Moisés se topó con obstáculos, algunos predeterminados, otros Él mismo se creó a través de sus dudas. En todos los casos, Dios lo ayudó. Dios nunca se apartó de su lado.

Debemos sentirnos animados al saber que Dios nos apoyará en todo lo que nos ha llamado a lograr. Así como nos llama por nuestro nombre, nos da a cada uno una vocación. Simplemente tenemos que responderle y decir: «Aquí estoy, Señor».

No dejes de practicar las actividades que aumentan nuestra fe con el Señor

No dejes de practicar las actividades que aumentan nuestra fe con el Señor

Hay personas que asisten a la iglesia, son buenos samaritanos, o aparentan ser muy creyentes de Dios, sin embargo, eso no indica necesariamente que son personas con mucha fe.

También podemos ver a personas que han perdido el amor hacia el Padre, sin embargo, ocupan altos puestos en su iglesia.

¿Cómo identificamos cuando la fe de nuestros hermanos cae, o incluso la nuestra? Acá te dejamos algunos aspectos a tomar en cuenta:

  • Dejó de leer la Biblia                                    

Cuando algún cristiano deja de leer la palabra de Dios, lo hará de manera gradual hasta alejarse totalmente.

La Biblia te aleja del pecado, así que alguien quien no está leyendo la Biblia, puede caer ante la vulnerabilidad de las malas acciones.

La Biblia te nutre con experiencias positivas, te hace recordar tu unión con Dios y te da un panorama de la complicaciones que trae pecar.

  • Abandona el temor a Dios

La persona que gradualmente pierde su fe deja de tener temor de Dios. En este sentido, pensará: “puedo pecar, Dios no hará nada.

Además, esta persona se estará desviando del propósito de Dios, porque no le dará la importancia suficiente.

Quienes temen de Dios, demuestran que creen en él, en su poder y en su Gloria.

  • Abandono de la Santidad

La persona que pierde su fe en Dios comienza a cometer los mismos pecados que cometía antes de convertirse. Esto tiene gran sentido, porque esa persona al disminuir su fe también deja de creer en lo que Dios quiere que haga, moralmente hablando.

Asimismo, estas personas comienzan a gozarse en pensamientos que provienen del pecado y su accionar cambia negativamente y sin remordimientos.

  • Dejó de asistir a misa

Otra muestra de falta de fe ocurre cuando la persona deja de asistir a la iglesia. Esto puede indicar que ya no tiene ganas de encontrarse para celebrar la fe.

Alguien quien deja la iglesia utilizará ese tiempo para otras actividades que lo alejarán de la fe.

Ocasionalmente, las personas que dejaron de asistir a la iglesia lo hicieron de manera gradual hasta que se les hizo costumbre no asistir más.

  • Dejó de orar

La oración es nuestra comunicación con Dios. Una persona con poca fe creerá que Dios no lo escucha ni lo puede sentir. Esto se terminará traduciendo en un abandono total de la oración.

¿Cómo se puede hablar con Dios sin tener fe en su existencia? Es cuesta arriba. La falta de oración es un síntoma clave de creer que Dios no está ahí.