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Las decisiones difíciles son parte de la vida, no deben quitarte la paz.

Las decisiones difíciles son parte de la vida, no deben quitarte la paz.

A veces me detengo a pensar. Miro hacia atrás y se me ocurren otras historias con otros desenlaces para mi vida. ¿Qué hubiera pasado si hubiera decidido otra cosa?

Entre dos bienes posibles no es fácil tomar un camino u otro. ¿Cómo encuentro la paz después de la decisión tomada? ¿Acierto en el camino emprendido?

Hay una paz que viene con el tiempo y no siempre de forma inmediata. El tiempo me hace pensar que sí, que era lo que Dios quería.

Pero ¿y si hubiera tomado el otro camino también posible, también bueno, sería feliz? Mi vida habría sido diferente, y quizás hubiera pensado que era de Dios.

Sé que nunca es fácil elegir un camino u otro. Busco señales claras, incluso les pido a otros su consejo tratando de aclarar mi corazón. No saben, o no tienen la respuesta.

Soy yo en mi interior el que tiene que descubrir el querer de Dios, percibir sus voces, claras o a veces confusas. Y optar por uno u otro camino. No importa cuál sea. Sólo en mi corazón lo sabré con certeza.

No habrá flechas claras como en el camino a Santiago. No tendré un Gps preciso que me indique el camino. Y no habrá ángeles que bajen del cielo por la noche para hacerme ver cómo seguir mis pasos.

Sólo Dios en mi alma y otras percepciones de su voluntad en personas, en sucesos, en mociones del Espíritu me muestran su querer. Y sabré más o menos por dónde ir. Con miedo, con paz, con calma y con llanto.

Y me pondré a andar que es lo importante. Sabiendo que voy con Dios aunque a menudo no sepa bien hacia dónde. Elegiré un camino y no dejaré al azar los pasos que doy.

Dios no me deja

Me gusta pensar que cada día vuelvo a elegir mi camino de felicidad. Con riesgo a confundirme de nuevo. Con paz porque sé que Dios no se baja nunca de mi barca, no me deja solo en mis pasos.

Siento que todo hombre sufre las mismas dudas y siente los mismos miedos. ¿Acertaré siempre? No creo que se trate de acertar o de fallar. La vida es mucho más que eso.

Dios es mucho más grande que todas mis decisiones. No me mira en mis fracasos para echarme en cara mi ineptitud. Mira mi vida entera, con su grandeza y su pobreza y se conmueve, tiembla ante mí feliz y enamorado.

Esa imagen de Dios es la que me salva siempre. Incluso en esos momentos en los que dudo y no sé bien el camino a seguir. Cuando la vida es incierta y la tormenta arrecia. Me hace bien decidir con otros, discernir escuchando y compartiendo, encontrar salidas, oyendo dentro de mí y dentro de otros.

Decía Leonardo Boff hablando de S. Francisco y Santa Clara: «En sus búsquedas y dudas ambos se consultaban, y buscaban un camino en la oración».

Me hace bien escuchar a otros en mis búsquedas. Abrirme a la opinión y juicios de los que van a mi lado. No tienen la respuesta correcta, seguro, porque esa es mía.

Soy yo el que decido, pero escuchar ensancha mi alma y me hace más diestro en la búsqueda del querer de Dios.

Amar es la clave

Caminar con otros y amar en profundidad a las personas que van conmigo es lo que me hace más sabio. El amor me hace más conocedor de la vida. Cuanto más amo a Dios, más capacidad tengo para percibir sus deseos. Igual que cuando amo a una persona, con solo mirar sus ojos sé muy bien lo que desea.

Como dice S. Agustín: «Conocemos en la medida en la que amamos». El amor me hace más conocedor de la vida y de las personas. Y amando a Dios cada día más me vuelvo más capaz de descubrir sus deseos, su voluntad.

No es tan sencillo pero es el camino de mi vida. Navegar a tientas, buscar luces en la oscuridad y voces en medio del silencio. No acertaré siempre, eso lo tengo claro, no entenderé cada paso que doy. Pero sé que la vida se juega en decisiones pequeñas.

Cuando voy caminando en medio de la vida buscando el querer más sagrado de ese Dios que va conmigo. Vivir sin miedo a equivocarme es imposible. Pero saber que de mis errores aprendo es el camino para ser feliz.

Si me equivoco no es el fin del mundo. Puedo volver a empezar. Puedo retomar el paso con alegría. Y puedo avanzar en medio de la noche tomado de la mano de Dios. Puedo mirar las estrellas y confiar.

Desde lo alto Dios me cuida. Desde lo más hondo de mi alma me sostiene. Su voz, apenas perceptible, es más audible cuando callo. Cuando me quedo en silencio aguardando. Dios sabe mejor lo que me conviene. Y yo asiento esperando su abrazo

Las enseñanzas del amor de madre e hijo, Santa Mónica y San Agustín

Las enseñanzas del amor de madre e hijo, Santa Mónica y San Agustín

A finales de agosto celebramos a santa Mónica y a san Agustín. Dos santos, madre e hijo que juntos conquistaron tantas almas para el cielo.

Ambos, unidos profundamente, me llevan a reflexionar no solo sobre la hermosa relación que hay entre madres e hijos, sino también sobre la hondura de la misma.

Desde el vientre, unidos casi al unísono, la relación que se forja entre madre e hijo es irrenunciable. Sucede, a pesar y a fortuna. Es un amor vivo que se nutre y aprende el uno del otro.

De estos dos grandes santos se despliegan una serie de enseñanzas para nuestra vida cotidiana que, dada la grandeza de la obre de san Agustín, pueden pasar desapercibidas.

Quiero dejarles algunas de ellas, producto de la reflexión personal:

1. Un amor perseverante en la oración

La vida familiar no siempre es un lecho de rosas. Siempre hay dificultades y vaya que santa Mónica las tuvo.

Un esposo que mantenía a su familia, pero con un carácter terrible, desordenado, mujeriego. Un hijo que al parecer podría haber seguido los pasos de su padre.

Y mientras tanto… santa Mónica resiliente, encontraba su fuerza en esa relación con Dios que desde pequeña seguramente había forjado. Con la mirada puesta firmemente en el destino final: la vida eterna.

Santa Mónica vivía con una misión: que ningún miembro de su familia quedara fuera del reino de Dios. Firme en la oración, las lágrimas de esa madre y de esa esposa retumbaron en el corazón de Dios.

Quien más fiel que nadie, obró su gracia y se valió del amor de esta madre y de esta esposa para obrar las maravillas en san Agustín, y más tarde en la conversión del esposo de Mónica.

2. La búsqueda de la verdad. Una inquietud que encontrará descanso

San Agustín, desde pequeño mostró una inquietud por aprenderlo todo, no se conformaba con lo que le decían. Necesitaba estudiar, aprender, pero también experimentar.

Pienso en él y lo veo como un joven cualquiera. Lleno de vida y de sensaciones abrumadoras frente a la grandeza de la creación y embriagado por la grandeza de sus dones.

Inquieto, como sus «Confesiones» nos lo cuentan, el corazón de san Agustín estuvo en búsqueda constante.

Una búsqueda que más de una vez puso a su madre de cabeza. Me imagino a Mónica angustiada como muchos de nosotros cuando encontramos a nuestros hijos o con el pelo pintado de verde o con la cabeza rapada por algún argumento que suena lógico pero que sabemos no es bueno.

Ambos buscaban lo mismo. Aunque durante muchos años Agustín no lo supo. La verdad a la que se enfrentaron ambos tuvo un desenlace que trasciende el tiempo y hoy llega a todos aquellos que los conocemos.

3. Una madre siempre interviene en la vida de los hijos

E intervenir no quiere decir entrometerse, dejemos eso en claro. Una cosa es ser entrometida y querer dirigir la vida del hijo y otra cosa es intervenir porque su vida se encuentra en peligro.

San Agustín viajó mucho, se unió a sectas, tuvo un hijo fuera del matrimonio. Era un hombre desordenado, sumamente inteligente, pero esclavo de sus propios vicios.

La mirada atenta de su madre y sus constantes intervenciones para mostrarle el camino rindieron sus frutos. Mónica no era una madre autoritaria, era una de cuidados constantes.

De auténtica preocupación por el futuro de su hijo. Un futuro que tenía que ver con la vida verdadera y no con los éxitos momentáneos.

Santa Mónica es un gran ejemplo de una madre que ama, que es prudente pero que también sabe intervenir en la vida de su hijo y sin temor le dice la verdad mirándolo a la cara. Viajando distancias enormes para ir al encuentro, acoger y corregir.

Acudió en búsqueda de ayuda a quien pudo, entre ellos san Ambrosio, pero sobre todo acudió al Rey de Reyes incansablemente. Ofreciendo su oración constante, sus sacrificios y ayunos.

Hoy, que pareciera que los padres le tenemos miedo a los hijos. Que aún viéndolos en la peor de las calamidades escogemos «el respetar su espacio y su libertad» y los dejamos solos por el mundo, detengámonos un poco a pensar y recordemos todo lo que hizo santa Mónica por su hijo.

4. Una fragilidad que reconoce su necesidad de Dios

«Hazme casto señor pero todavía no». Una frase que a más de uno nos deja pensando en los tormentos y fragilidades del propio Agustín.

Madre e hijo son una lección de amor hermosa. Conocedores de sus límites, rendidos ante ellos, pero encontrando la fuerza y la perseverancia necesarias acudiendo a la gracia de Dios.

En cada momento desde que san Agustín se encontró con Dios, pidió insistentemente su ayuda. Su libro, «Confesiones», nos muestra el corazón sincero de un hombre, profundamente frágil, pero que ama.

Que busca ayuda en aquel que todo lo puede. Quiero creer que esa perseverancia, ese clamor al cielo, esa sinceridad y candidez con la que se dirige a Dios, es reflejo del ejemplo que su madre le tiene que haber dado con la vida misma.

Pensemos en estos dos grandes santos siempre, madre e hijo, que con su amor le dejaron un legado invaluable a las familias del mundo: el éxito está en que todos lleguemos a Cristo.

¡Santa Mónica y san Agustín, rueguen por nosotros!

¿Qué dice la biblia sobre la limosna?

¿Qué dice la biblia sobre la limosna?

En la Biblia encontramos la palabra griega “eleemosyne” proviene de “éleos”, que quiere decir compasión y misericordia, inicialmente indicaba la actitud del hombre misericordioso y, luego, todas las obras de caridad hacia los necesitados.

Jesús hace de la limosna una condición del acercamiento a su reino (cf. Lc 12, 32-33) y de la verdadera perfección (cf. Mc 10, 21 y paral.). Por otra parte, cuando Judas —frente a la mujer que ungía los pies de Jesús— pronunció la frase: “¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres?” (Jn 12, 5), Cristo defiende a la mujer respondiendo: “Pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre” (Jn 12, 8). Una y otra frase ofrecen motivo de gran reflexión.

La primera subraya que en el hombre habrá siempre necesidades que no podrán ser satisfechas de otro modo sino con la ayuda al necesitado y con hacer participar a los otros de los propios bienes. Podemos no estar de acuerdo con el que hace la limosna por el modo en que la hace. Podemos también no estar de acuerdo con quien tiende la mano pidiendo limosna, en cuanto que no se esfuerza para ganarse la vida por sí. Sin embargo, el hecho mismo de prestar ayuda a quien tiene necesidad de ella, el hecho de compartir con los otros los propios bienes, debe suscitar respeto.

Sin embargo, nos parece que podemos ver que Jesús piensa en la limosna material y pecuniaria a su manera. En este sentido, es elocuente el ejemplo de la viuda pobre que arrojó dos monedas al tesoro del Templo. Desde el punto de vista material es una oferta miserable en comparación con las de los ricos. Sin embargo, Cristo observa al respecto: esta pobre viuda ha dado más que a nadie. … de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir (Lc 21,3-4). Jesús nota sobre todo el valor interior del don, la disponibilidad a compartir, la prontitud a dar de lo suyo.

A ese respecto san Pablo nos recuerda: Aunque repartiera todos mis bienes …. si no tengo amor, no me sirve para nada (1Co 13,3) y san Agustín observa: Si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has hecho nada, en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aún cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna” (Enarrat. in Ps. CXXV, 5).

Aquí tocamos el núcleo central del problema. En la Sagrada Escritura y según las categorías evangélicas, “limosna” significa, ante todo, don interior. Significa la actitud de apertura “hacia el otro”. Precisamente tal actitud es un factor indispensable de la conversión, así como son también indispensables la oración y el ayuno. En efecto, se expresa bien San Agustín:  “¡Cuán prontamente son acogidas las oraciones de quien obra el bien!, y ésta es la justicia del hombre en la vida presente: el ayuno, la limosna, la oración” (Enarrat. in Ps. XLII, 8)

La “limosna” así entendida tiene un significado, en cierto sentido, decisivo para tal conversión. Para convencerse de ello, basta recordar la imagen del juicio final que Cristo nos ha dado en el Evangelio de Mateo (cf. Mt 25,35-40). Y los Padres de la Iglesia dirán después con San Pedro Crisólogo: “La mano del pobre es el gazofilacio (Lugar donde se recogían las limosnas y el tesoro en el Templo de Jerusalén) de Cristo, porque todo lo que el pobre recibe es Cristo quien lo recibe” (Sermo VIII, 4), y con San Gregorio Nacianceno: “El Señor de todas las cosas quiere la misericordia, no el sacrificio; y nosotros la damos a través de los pobres” (De pauperum amore, XI).

«Por tanto, esta apertura a los otros, que se expresa con la “ayuda”, con el “compartir” la comida, el vaso de agua, la palabra buena, el consuelo, la visita, el tiempo precioso, etc., este don interior ofrecido al otro llega directamente a Cristo, directamente a Dios. Decide el encuentro con Él. Es la conversión.… La “limosna” entendida según el Evangelio, según la enseñanza de Cristo, tiene un significado definitivo, decisivo en nuestra conversión a Dios. Si falta la limosna, nuestra vida no converge aún plenamente hacia Dios». (S. Giovanni Paolo II, 1979).

Ciertamente, los que piden limosna no deben hacer trampa, no pueden ser arrogantes o violentos ni siquiera verbalmente. La limosna no se puede coaccionar, sino que debe ser una obra de misericordia, inspirada por el amor al hermano. Las personas que se topan con indigentes deben recordar el significado esencial que la limosa tiene frente a Dios y, sobre todo, aprender a discernir para evitar todo lo que falsifica el sentido de la limosna, de la misericordia, de las obras de caridad. En este campo es muy importante cultivar la sensibilidad interior hacia las necesidades reales del prójimo, para saber en qué debemos ayudarle, cómo actuar para no herirle,  cómo comportarnos para que lo que damos, lo que aportamos a su vida, sea un don auténtico.

¡Que la tragedia no aplaque nuestra fe!

¡Que la tragedia no aplaque nuestra fe!

La valentía y el coraje del obispo de Mérida, Luis Enrique Rojas, increpando a la Guardia Nacional que intentaba retener las caravanas con ayuda humanitaria para una zona de Venezuela afectada por los deslaves tras intensas lluvias, ha sido uno de los aspectos que más se ha difundido en los últimos días. En Aleteia pudiste enterarte de lo que sucedió de la mano de la colaboradora en Venezuela, Macky Arenas.

Sin embargo, hubo otra imagen que pasó un tanto desapercibida pero lo único que hace es confirmar la fe más allá de la tragedia. Efectivamente, gracias a la foto tomada por un periodista, fue posible dejar registrado el momento en el que el propio Rojas ofició una misa en el sector El Corozo.

La imagen -que ha tenido otros derivados con diversas tomas- impacta por el entorno, por el momento y por su mensaje.

“Que la tragedia no desanime”

“Son duras las tragedias, pero la FE en Dios Nuestro Señor, debe ser firme como una ROCA. Es la gran enseñanza que deja esta imagen de nuestro colega periodista LEONARDO LEÓN, de la misa celebrada este 29 de agosto en el sector ‘El Corozo’ de Tovar, estado Mérida. No necesita más explicaciones. Solo el gesto que salga de tu corazón y la Alabanza y Gloria sea para Nuestro Señor Jesucristo”, reflexionaba en redes sociales Ramón Antonio Pérez, otro de los colaboradores de Aleteia en Venezuela.

Una vez más vale la pena volver la mirada sobre esta imagen para no dejar de reflexionar.

VENEZUELA
¿La ciencia y la fe son compatibles?

¿La ciencia y la fe son compatibles?

Es posible que haya escuchado que la Biblia y la ciencia se contradicen, ¿verdad? Esta es una de esas frases que la gente repite sin pensar. De hecho, la Biblia armoniza con la ciencia.

Dios es el Científico de los científicos y como responsable del “laboratorio” insistió en dejar las especificaciones de sus tesis, en un libro que es el libro más vendido y más leído hasta el día de hoy.

La palabra «ciencia» significa «conocimiento». Este conocimiento se ve como una herramienta para buscar respuestas a preguntas humanas. Por ejemplo: ¿de dónde venimos? ¿Para dónde vamos? ¿Cómo fuimos creados?

Un simple lector puede encontrar estas respuestas en la Biblia, pero el mundo ofrece sus teorías y termina confundiendo a las personas que aún no conocen la verdad. Cuando Darwin escribió el libro “El origen de las especies” y dijo que los humanos provenían de un ancestro común con los simios, mucha gente le creyó.

Darwin era un humano cualquiera

Pero, ¿quién era Darwin sino un ser humano como cualquiera de nosotros? Darwin fue un autodidacta y todo indica que no tomó en cuenta las declaraciones bíblicas al escribir sus teorías. Por tanto, las teorías de Darwin no deben tomarse demasiado en serio.

Solo citaré algunos ejemplos: ¿alguna vez escuchaste que venimos de una sopa primordial? Imagínese que Darwin y los científicos de su época aún no tuvieran acceso al microscopio. Hoy en día, incluso tenemos el nanoscopio, que permite una visión muy precisa de una célula. 

Y como sabemos, las células son muy complejas, pero Darwin pensó que eran muy simples. ¿No cambiaría de opinión si estuviera entre los científicos de nuestro tiempo, con todo este equipo moderno?

Puede ser, pero esa es una respuesta que nunca obtendremos. Darwin también habló mucho sobre las etapas de la evolución de un animal. Pensó que la jirafa originalmente no tenía un cuello largo y que su apariencia era producto de la macroevolución. 

Muy bien, el cuello de la jirafa ha sido cuidadosamente estudiado por especialistas y los mecanismos que se encuentran en él se comparan con el trabajo de un ingeniero.

La ingeniería del cuello de la jirafa es tan compleja y tan perfecta que nunca podría ser el resultado de la casualidad o la evolución. Busque en Google «La complejidad irreductible de la jirafa» y vea algunos videos. Es realmente increíble.

La Biblia es correcta

Entonces podemos decir que hay un Creador y que la Biblia es correcta. La ciencia misma proporciona la evidencia de toda la Creación. Pero entienda que en el mundo científico también hay contradicciones. Hay muchas teorías, pero las teorías no son hechos, son solo hipótesis. 

Tenemos que aprender a lidiar con este entorno hipotético, filtrando toda la información que nos llega. Que la verdadera ciencia y sus verdades todavía salven muchas vidas de la ignorancia.