David Overby se cayó de un poste mientras trabajaba para una compañía telefónica local hace 30 años. En el accidente se le rompieron los huesos del talón y desde entonces ha sufrido problemas crónicos.
Con los años, sus problemas en los pies empeoraron progresivamente. Como resultado, no podía bajar escalones. Y cada vez que intentaba caminar, tenía un dolor terrible. Ni siquiera podía usar zapatos debido a su condición.
Los médicos no pudieron curar los problemas en los pies de David. Solo le dieron un alivio temporal recetándole analgésicos. Pero creía en Dios para sanar su sufrimiento.
Curación milagrosa
Dijo que a menudo había gente orando por sus pies hasta que, en julio de 2020, escuchó un mensaje milagroso. El pastor del programa dijo que alguien que estaba viendo el programa sufría problemas en los pies. David entendió que era una mensaje para él.
“Desearías que hubiera un zapato que fuera cómodo para ti, porque tienes problemas con tus pies, pero Dios está sanando todo eso en este momento. Verás que la parte deformada se verá normal y podrás usar los zapatos que elijas”, dijo el pastor en el programa.
Al escuchar ese mensaje, David señaló que inmediatamente reclamó la palabra de conocimiento por fe en el nombre de Jesucristo. Y, de hecho, Dios no le falló. Sus pies sanaron inmediatamente.
“Puedo usar cualquier cosa que no podía usar antes. No siento dolor en mis pies. Y puedo caminar normalmente y no tengo ningún problema”, testificó.
Desde entonces, la perspectiva de David ha cambiado drásticamente. Por lo que sucedió, se dio cuenta de cuánto nos ama Dios. «Dios sana, Dios prospera y salva. Dios está derramando su Espíritu. Y hay milagros a nuestro alrededor”, concluyó David.
Con Dios quiero ser directo y sincero. Decirle las cosas tal como las siento.
Cuando esté enfadado gritárselo a la cara. Cuando tenga miedo decirle que sin Él nada puedo y que me hace falta para poder caminar.
Cuando me duela la ausencia de los que amo, decirle que es injusto, que los necesito, que no me los quite, que me los devuelva.
Cuando me hiera la soledad abrazarme a su rostro suplicándole su compañía, su amor, su mirada.
Así quiero ser con Él y no guardarme nada. Y es que yo prefiero a las personas directas que me dicen a la cara lo que sienten, lo que les falta, lo que necesitan.
Mejor ser transparente
Me gustan los que no se andan con rodeos para decirlo todo de forma clara y llaman a las cosas por su nombre.
Me gustan aquellos que no ocultan nada detrás de su sonrisa complaciente. Amo sus gritos cuando son veraces. Me gustan sus sonrisas cuando son ciertas.
Sé que no guardan un as debajo de la manga y no ocultan lo que de verdad piensan, son transparentes.
Me gusta la asertividad de aquellos a los que amo. Si no quieren ir, que no vayan. Si quieren quedarse se pueden quedar.
Si no están dispuestos a hacer algo, que no lo hagan, que no se engañen, ni me engañen. Y si dicen que van, pues que vengan.
Eso me gusta, más que las apariencias bajo las que disimulan algunos.
¿Qué es lo que deseo en el fondo?
Quiero ser así, transparente, a la hora de mostrarle mi corazón a Dios y también cuando quiera pedirle lo que más deseo dentro del alma.
El corazón desea y busca los mejores lugares y los puestos más cerca de Jesús. Los primeros puestos en la vida dan prestigio, es como si al ser reconocido por el mundo aumentara mi valor.
¿Valgo más cuando me alaban? ¿Tengo menos valor cuando me critican? Todo es vanidad.
Algunos seguidores de Jesús querían ser los elegidos por encima de otros. Querían los sitios de honor a la derecha e izquierda de Jesús. Soñaban con lugares especiales.
Tienen ese deseo en el corazón y lo expresan abiertamente, sin tapujos, sin pudor.
¿Me busco a mí mismo en lo que hago?
Es verdad que es sano ser asertivo y sincero como lo son ellos. Pero sus deseos son demasiado del mundo. Son los mismos deseos que yo albergo.
¿Por qué estoy haciendo las cosas que hago? Veo que guardo intenciones secretas, inconfesables.
Pretendo algo que no soy capaz de decirle claramente a Dios, ni a nadie. Me busco a mí mismo, quiero la alegría de ser reconocido.
Es sano aprender a decir lo que pienso, lo que quiero, eso es bueno. Esa forma de comportarme exige ser honesto conmigo mismo y desnudarme ante mis propios ojos.
Dejar de engañarme
Yo también me engaño muchas veces cuando pretendo aspirar a una santidad pura y sin mancha.
Digo que hago las cosas por amor a Dios y a los hombres. Que lo hago de forma desinteresada, pero no es cierto, me busco a mí mismo. Guardo algún interés oculto en mi interior.
Quiero los mejores puestos en el cielo como premio, como pago por mis méritos. Busco la fama y la gloria a los mismos ojos de Dios.
Deseo que Jesús se conmueva ante mi belleza y ante mi bondad. Sueño con que su amor me eleve por encima del resto de los hombres. Quiero ser el más amado de todos.
Una profunda herida de amor
Todo lo que siento responde más bien a una herida de amor con la que he nacido, he sido herido desde la cuna.
Y quiero con el reconocimiento que se compense esa falta de amor que he sufrido.
Que ahora Dios se abaje y me levante, que me encumbre por encima de todos. Quiero me coloque en un trono erigido sobre todo lo que veo.
Deseo ser alguien especial y muy amado, alguien capaz de marcar la historia y dejar huella entre los hombres.
Siempre de nuevo los primeros puestos. Una y otra vez mi deseo de valer. Es tan humillante reconocerme en los discípulos hoy…
Veo mi afán por ser aceptado y amado en mi verdad. Tanta pobreza en mi mirada. Tanta mezquindad.
Digo lo que pienso hoy y miro con honestidad mi corazón. ¿Qué siento en lo más profundo?
¿También yo deseo que Jesús me mire y me diga que sí, que estaré junto a Él para siempre, en el mejor puesto que pueda haber soñado?
Lo miro conmovido en mi pecado. El pecado del orgullo y la vanidad, el pecado de la soberbia, cuando no quiero quedar por debajo de nadie. Yo mando, yo valgo, yo venzo. Lo miro humillado. Le digo lo que siento.
Se ha vuelto viral un video de un hombre infértil a quien le entregan a su segunda hija, la cual nació de manera milagrosa. En la grabación el hombre aparece con su primogénito y con la pequeña Giovanna.
João Prudêncio había queda estéril luego de tener a su hijo David: «Era imposible volver a ser padre sin producción de esperma. Mi esposa Karolinne estaba sana y también soñaba con tener otro hijo. Hasta que el Señor Jesús me sanó, dándome vida para que pudiera generar otra ”, compartió.
El papá manifestó que el milagro de su hija no es solo una bendición para su familia, sino para todos aquellos que están intentando conseguir un niño.
El hombre aseguró que no necesitó de ningún procedimiento artificial, solo siguió orando todos los días.
“Esperé pacientemente al Señor; Él se inclinó hacia mí y me escuchó cuando pedí ayuda”, también citó el Salmo 40: 1.
El hombre también compartió el video en Facebook. En la publicación dejó una dedicatoria para Dios: “El Dios que promete, el Dios que cumple. Nunca pensamos que viviríamos un momento tan especial». “Un testimonio más allá de las fronteras, que glorifica solo el nombre del Dios vivo, Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
“Un testimonio más allá de las fronteras, que glorifica solo el nombre del Dios vivo, Padre de nuestro Señor Jesucristo”, continuó.
Y finalizó escribiendo: “Dios es, Dios lo hace. Porque así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven sin antes regar la tierra, abonarla y hacerla brotar, para dar semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiera y prosperará en lo que le asigné (Isaías 55: 10-11)».
Un hombre de 72 años quedó atascado en las vías del tren en Sugar Grove Township, Illinois, EE.UU. Lo que pudo terminar en tragedia, terminó en anécdota cuando Dios envío a un héroe a rescatarlo.
Lewis Medina fue la persona adecuada en el momento adecuado, enviado por Dios para rescatar al conductor en grave peligro. Medina estaba conduciendo por el sitio y vio el viejo vehículo atascado en las vías. Sintiendo que algo andaba mal, inmediatamente fue a comprobar si había alguien dentro del coche.
«Le dije, ¿qué tal si te saco del auto a un lugar seguro y sacamos tu auto de las vías antes de que llegue el tren?», afirmó Lewis. Entonces llamó al 911 para pedir ayuda, pero ya era demasiado tarde para sacar el coche de las vías. Porque el tren ya se acercaba rápidamente.
Reflexionando rápidamente, Medina desabrochó el cinturón del anciano y trató de sacarlo, pero se le escapó de los brazos. Luego haló al hombre por la ropa y cayeron sobre las vías. Segundos antes de que el tren los golpeara, lograron salir de la vía y salvar sus vidas. Luego, el tren chocó contra el automóvil un momento después, destruyendo totalmente el vehículo.
Posteriormente, las autoridades informaron que el anciano había pasado por una emergencia médica y, por lo tanto, no podía salir del automóvil por sí solo. Después del accidente casi fatal , Lewis Medina declaró que no podría haber salvado al hombre sin la ayuda de Dios.
“Sé que fue Dios. No había forma de que pudiera haber sacado a ese hombre de allí solo. Pensé: ‘Tengo que ayudarlo. Creo que cualquiera haría eso”, testificó Medina.