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La parábola de los 2 mineros. Se paciente, el bien está por llegar.

La parábola de los 2 mineros. Se paciente, el bien está por llegar.

Vivo cosas buenas y otras que no me lo parecen tanto. Pero todas ellas pueden llevarme a Dios. También detrás de cada mal hay un bien a punto de estallar.

Normalmente me parece injusto lo que no me conviene. Suele llegar demasiado tarde lo que es bueno para mí. Tal vez me pilla de sorpresa lo que no me gusta. Porque no lo deseo, porque no lo amo.

A menudo trato de descifrar las huellas que Dios me deja ocultas ante mis ojos para que pueda seguir sus pasos.

Pero tengo que reconocer que no hay certezas absolutas y tengo siempre dudas.

Solo logro intuiciones que lanzo al aire buscando encontrar el camino exacto, siempre con miedo a equivocarme.

Amenazan los vientos con cortar la racha, con frenar mi carrera. Y me dispongo a emprender un camino a una velocidad prudente, para no alterar nada de lo que observo.

Espero conseguir cada mañana el fruto de toda mi entrega. Como un loco suicida que no sabe bien lo que le conviene.

Me empeño en cometer pecados casi a la fuerza, incluso contra mi voluntad. Y cada pecado se clava en mí con un dejo de nostalgia y mucha culpa.

Y me hace sentir que no puedo evitarlo. ¿Cómo se puede borrar de golpe todo el mal que hecho? ¿Cómo puedo perdonar a otros si a mí mismo no me perdono?

Imposible borrar todo lo que he hecho. Imposible olvidarlo, siento la herida. Quedan grabadas en mi memoria cada una de mis acciones, de mis decisiones, de mis pasos.

Mi historia es sagrada, a pesar de todo

No me importa recordar mi historia porque sé que es sagrada, para Dios seguro y después de todo no hay nada tan importante como vivir la vida con alegría.

Y eso es lo que hecho la mayor parte de las veces. No han podido conmigo ni la nostalgia ni la tristeza.

No me han vencido las lágrimas ni la rabia. Me he sobrepuesto a los desengaños y a las derrotas.

Y he alzado los ojos al cielo buscando más que respuestas una mirada comprensiva de Dios y un fuerte abrazo.

Siempre esperando algo mejor

DZIEWCZYNA POCIĄG

He esperado siempre en la esquina del camino a ver qué sucedía, a ver quién llegaba, a ver quién pasaba.

Me he dispuesto a emprender caminos imposibles a los que Dios me llamaba, cortando amarras, levando el ancla. Sin miedo y sin dudas.

Al fin y al cabo la esperanza es lo último que se pierde, lo que me queda al pasar página.

Tengo prendido en mi alma un canto que se repite una y otra vez dando gracias. Estoy dispuesto a luchar cada día para alegrar la vida, la mía y la de otros.

También hay luces

No me sorprende que el pesimismo se adueñe de muchos corazones, son tiempos sombríos.

Pero sé también que detrás de cada mal hay un bien posible a punto de estallar debajo de la tierra.

He descubierto mil voces que me son familiares. Y las llevo grabadas para no olvidarlas aunque a veces los rostros me bailen y no los reconozca.

Pero no me olvido de los corazones confiados que se entregaron un día o muchos. No olvido las raíces hondas que se adentran en mi alma. Son mis raíces, son mis amores tejidos en la piel por dentro.

Todo lo que me pasa vale

He comenzado de nuevo a dibujar en un papel en blanco las cimas que sueño. Siempre me ha gustado pintar con colores suaves la tez del mundo.

Me alegran esas voces que dan los que más quieren, los que más sueñan. Creo que detrás de un sí perpetuo y para siempre se esconde un corazón de niño confiado. Un corazón que no teme a la vida ni a sus desengaños.

He aprendido a descubrir detrás de unas lágrimas el miedo y la tristeza. O solo la emoción al encontrar en el corazón eco por lo que observo.

Una risa puede ser sincera o estar llena de mentiras. Todo depende. Y he aprendido a vivir disfrutando lo que me toca, dándole a Dios lo que llevo en mis ojos.

He aprendido a sentir que todo lo que me pasa tiene un valor y un sentido. He dejado de lamentarme y de quejarme cuando las cosas no tienen el color que yo esperaba.

Aceptar y seguir soñando

De nada sirven mis lágrimas ante la leche derramada. Quiero aceptar las circunstancias con alegría.

Y sé que detrás de mis sueños se esconde el paraíso.

Me gustan los abrazos y las miradas sinceras. Las sonrisas y las carcajadas de niño. Y reconozco a las personas que tienen paz en el alma, aunque su mundo tiemble.

Me gustan los que sueñan aunque parezca imposible lograr lo soñado. Y he descubierto en la amistad un valor único y sincero.

Nada puede enturbiar la confianza. El amor es para siempre y no vivo cuestionándolo.

Acepto los errores como parte del camino. No pongo en duda todas las cosas vividas. Me gusta caminar sin perder el aliento. Y entiendo que detrás de cada esfuerzo hay una pequeña recompensa.

Creo en el mañana como esa oportunidad que Dios me regala para empezar de nuevo. Y acepto que en las guerras no se ganan todas las batallas.

Me mira Dios agradecido por todo lo que me regala. Aunque tenga miedo a perder, no por eso dejo de abrazarlo.

¿Te detienes a escuchar la voz de la ayuda? ¿Alguna vez has abierto tu corazón?

¿Te detienes a escuchar la voz de la ayuda? ¿Alguna vez has abierto tu corazón?

Hay una pregunta que abre el corazón. Jesús nos indica cuál es. Él no tiene prisa en medio de su vida. Siempre tiene tiempo para lo urgente, para lo realmente importante. La voz de una persona necesitada detiene sus pasos.

Me gustaría tener esa actitud en la vida. Cuando me gritan y me piden que detenga mis pasos. Y me exigen que cambie mis planes. Cuando lo urgente tiene prioridad por encima de lo programado e importante.

Me cuesta tanto cambiar lo que tenía pensado… No quiero alterar mi agenda, mi rumbo, mis actividades.

Son importantes, pienso en mi corazón. Son valiosas. No quiero renunciar a ellas. No estoy dispuesto a cambiarlo todo.

Abrirse a lo inesperado

Pero Jesús me dice cómo tengo que ser. Jesús tiene compasión y se detiene. Da un alto a su paso. Altera su rumbo. Se vuelve flexible dejando a un lado la rigidez.

Me gusta esa forma de ser que envidio en muchos. Esa capacidad para abrirme a lo inesperado, a lo nuevo, al imprevisto.

Ser capaz de alterar lo mío, de dejar a un lado mis pretensiones y búsquedas. Esa actitud ante la vida me hace libre, me predispone para acoger lo nuevo, lo novedoso, lo que de verdad tiene valor.

Si me cierro a la novedad, me cierro a la vida. Y no aprendo a ver a Dios escondido en todo lo que me sucede.

Los imprevistos son llamadas de Dios a seguir sus pasos allí donde me encuentro.

Detenerse y preguntar

Hace falta tener un corazón libre, no apegado, sin cadenas. Quisiera ser siempre así. Detener mis pasos ante el que me necesita, ante el que me llama pidiendo ayuda.

No quiero pasar de largo ante el enfermo que vive en su angustia el dolor. Esa capacidad para adaptarme es la que deseo todos los días.

Miro a Jesús y me emociona ver su comportamiento, su mirada. Como cuando se detiene ante el hombre ciego Bartimeo y le pregunta:

¿Qué quieres que haga por ti?

Esa es la pregunta que siempre abre el corazón. El otro día en una serie de televisión el director de un hospital les hacía esta pregunta a sus subordinados: «¿Qué puedo hacer por ti?».

Esa pregunta abre el corazón del que necesita ayuda. Normalmente nadie me pregunta eso. Cada uno va a lo suyo, angustiado por sus propios problemas.

Yo tampoco lo pregunto, no vaya a ser que me pidan algo que no pueda dar. Tengo miedo a hacer una pregunta que me compromete.

El que se ofrece preguntando de esta manera se ata y se obliga a ser fiel a lo que ha ofrecido. No puedo luego desentenderme del que me pide ayuda.

Miedo y milagro

Una pregunta tan valiente me impresiona. ¿Estoy dispuesto a preguntar lo mismo a los que están a mi lado? ¿Sé lo que necesitan, lo que les falta, lo que precisan de mí?

Me da miedo preguntar algo así a los que amo y me aman. ¿Me exigirán más de lo que estoy dando? ¿Superará su pretensión lo que estoy capacitado para dar?

Siempre el miedo a perder mi libertad, mi espacio, mi tiempo. El miedo a que me quiten la fuerza, la alegría y me agoten.

Jesús siempre pregunta lo imposible. Y entonces le piden un milagro:

«El ciego le contestó: – Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: – Anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino».

Pide el ciego lo que es evidente. Necesita ver. No logra ver lo que le rodea.

Luz contra la ceguera

Como yo en mi propia ceguera tampoco puedo ver. No logro ver la verdad de las personas.

No consigo entrar en su corazón. Ni sé lo que necesitan y no me atrevo a preguntar. No sé hacer milagros, no puedo.

Quiero ver yo también y me gustaría que otros vieran gracias a mi luz, a mis palabras, a mi forma de ser y de actuar.

Me gustaría mostrarles a los demás su propia verdad, lo que hay en su corazón, su valor y sus méritos.

Gritar a Dios

No logro que vean y descubran el oro escondido en su alma. Ni logro mostrarles su belleza a los demás.

Ni siquiera logro ver mi propio valor y belleza. Necesito un milagro. Como el ciego le grito a Dios que tenga compasión de mí y me enseñe el valor de la vida.

Las cosas importantes, la belleza de mi propio corazón. Que logre ver al que me grita mientras vive apartado al borde del camino.

Y me fije en el menos importante y a la vez más necesitado. Que tenga paciencia con el que grita, con el que necesita mi presencia y me lo hace saber.

Ese que grita es el necesitado, el enfermo, el abandonado y rechazado por muchos. Yo quiero cambiar mis planes por amor al más pequeño, al más olvidado del mundo.

No me quedo en aquellos a los que más valoro. Salgo de mí mismo y hago esa pregunta que me saca de mi comodidad: «¿Qué quieres que haga por ti?». Esa pregunta me salva.

Rebeca Andrade dice que sus medallas se las debe a Dios

Rebeca Andrade dice que sus medallas se las debe a Dios

Dos meses después de ganar oro y plata en los Juegos Olímpicos de Tokio, la atleta Rebeca Andrade volvió a hacer historia en Japón. El pasado sábado ganó oro y plata en el Mundial de Gimnasia Artística, en Kitakyushu.

Es la primera vez que una atleta brasileña gana dos medallas en un Mundial de Gimnasia. “¡Dios es bueno!”, Celebró la gimnasta de 22 años en su Instagram el día domingo.

Andrade ganó la medalla de oro en salto, así como en los Juegos Olímpicos. Por su parte, la medalla de plata, la obtuvo en las barras asimétricas, donde solo estuvo detrás de la china Wangyuan Wei.

“¡Regresando a casa muy orgullosa y agradecida por demostrar una vez más que todo es posible! ¡Los fracasos están ahí para mostrarnos que somos fuertes y los logros para demostrar que todo es posible y vale la pena! ¡Orgullosa de representar a Brasil y hacer historia para ti y para mí!”, Agradeció la brasileña en las redes sociales.

Al ganar reconocimiento por su actuación en los Juegos Olímpicos, Andrade no mostró solo su talento, sino que también declaró su fe al mundo. “No llegaría a donde estoy si no fuera por Dios”, reveló al ganar la medalla de oro.

Igualmente, dijo que desde pequeña su madre, doña Rosa, le enseñó la Palabra de Dios en una casa humilde en las afueras de Guarulhos, en la región metropolitana de São Paulo. 

Su madre tampoco dejó de revelar la importancia de la fe de la familia . «La preparación fue muy espiritual. Nos preparamos espiritualmente, con mucha oración y pensamiento positivo, porque el resto tendría que estar con ella. Es mucho entrenamiento y mucha concentración», declaró su madre.

Venezolanos se acercan cada vez más a la iglesia.

Venezolanos se acercan cada vez más a la iglesia.

El pueblo de Venezuela sufre una terrible crisis económica desde hace más de quince años.

Esto ha llevado a la migración de casi siete millones de venezolanos, particularmente jóvenes que han tenido que dejar el país. Es una auténtica “hemorragia” de jóvenes y una pérdida de futuro. Venezuela sufre una hiperinflación descontrolada.

A comienzos de octubre, el gobierno quitó una vez más seis ceros a la moneda, en pocos años ya le han quitado 14 ceros al bolívar. Esta hiperinflación afecta a los más pobres, que ven reducidos cada vez más sus pocos ingresos, mientras aumenta el hambre y la falta de oportunidades.

Mons. Raul Biord, salesiano y obispo de la diócesis de La Guaira en el centro-norte del país, habla con María Lozano de la situación de Venezuela durante una visita a la sede internacional de la fundación Aid to the Church in Need (ACN) en Königstein, Alemania.

¿Qué puede hacer la Iglesia de Venezuela para ayudar a los venezolanos que sufren de hambre, de la ausencia de perspectivas para el futuro y la falta de recursos?

Los sacerdotes, religiosas, catequistas, agentes de pastoral y los voluntarios de Cáritas parroquiales nos esforzamos en estar cerca de la gente, especialmente de los más pobres. La Iglesia está comprometida, en las diferentes diócesis y parroquias, a socorrer a los más necesitados a través de diferentes programas de alimentación para niños y ancianos desamparados.

Hay niveles altísimos de desnutrición en niños lactantes y madres embarazadas. A los más pequeños se les mide el peso, la talla y la circunferencia muscular de los brazos, a los que se les diagnostica estado de desnutrición se les atiende con multivitaminas y con alimentos. También existen numerosos comedores populares en las parroquias, dispensarios y centros de salud parroquiales, donde millares de voluntarios están socorriendo diariamente a los más vulnerables.

VENEZUELA

Una de las tareas más importantes, en las parroquias y comunidades religiosas, es ayudar a mantener la esperanza, como hizo la Virgen María al pie de la cruz. Sabemos que el buen Dios no nos puede abandonar en la necesidad, que está ahí y que no nos dejará solos; más bien, nos da la fuerza para luchar. Al compartir la Palabra de Dios y al organizarnos para servir a los más pobres, construimos esperanza y encontramos una fuerza que nos anima a seguir adelante con fe y creatividad.

¿Es usted libre para realizar acciones sociales o encuentra obstáculos por parte del gobierno para ello?

La Iglesia lleva adelante numerosos programas sociales y encuentra la suficiente libertad de acción. Obstáculos en el camino hay por doquier, legales y administrativos, dificultad en comprar y transportar los alimentos y las medicinas; pero si hay colaboración y buena voluntad de ambas partes siempre se encuentran los caminos.

Estamos para servir al pueblo, especialmente a los más pobres. Nuestro papel y compromiso consiste en ser una presencia que aporte luz a la situación desde el Evangelio. La mejor contribución que podemos dar al país es un serio discernimiento desde los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. A veces, esta voz puede molestar a algunos del gobierno o de la oposición, de diferentes grupos económicos y sociales, pero la profecía no puede quedarse callada. El anuncio del Reino de Dios, a menudo, contradice las injusticias que los hombres cometemos y que perjudican a los más pobres.

VENEZUELA

¿Cómo está viviendo la Iglesia esta crisis a nivel espiritual?

En la Iglesia, nos mueve el amor de Cristo y el ardor por anunciar el Reino de Dios. De Dios y en Dios encontramos fuerza espiritual para actuar como cristianos en la realidad social y económica que nos toca vivir.

Nuestras comunidades cristianas viven la situación desde la fe en Dios, encontrando fuerza y resiliencia para seguir adelante ante los muchos problemas. Muchas parroquias tienen un plan pastoral en el cual se integran el anuncio, la celebración, el servicio, la comunión y la misión. Hay muchas dinámicas de servicio social en las numerosas Cáritas parroquiales que integran a creyentes y no creyentes. Más bien, hay que reconocer que la “vía de la caridad social” ha logrado que muchos alejados de la fe regresaran a la comunidad, porque en el servicio han reencontrado a ese Dios que se hizo buen samaritano y nos invita a seguirlo en esa vía.

¿Hay también vocaciones sacerdotales?

En medio de tantos sufrimientos, y como un don de Dios, han florecido nuevas vocaciones sacerdotales. Son numerosos los jóvenes que están respondiendo positivamente a la llamada de Dios de ser pescadores de hombres, sembradores de esperanza. En el seminario de mi diócesis, La Guaira, este año hay 56 seminaristas de varias diócesis especialmente de la provincia de Caracas.

¿Cómo ha afectado la crisis sanitaria a la Iglesia de Venezuela?

El país vivía ya, antes de la pandemia del COVID, una grave crisis sanitaria debido a la falta de medicinas, al éxodo de médicos y enfermeras que han emigrado buscando mejores condiciones de vida, al deterioro de los hospitales, a la ausencia de un auténtico sistema público de salud que dé respuestas certeras a los problemas.

El COVID ha venido a agravar la situación. Ahora, estamos en una tercera ola y en una fuerte curva de aumentos de los contagios y muertes, incluidos 43 sacerdotes, entre ellos el obispo de Trujillo, Mons. Oswaldo Azuaje, y el cardenal Jorge Urosa. En los ambulatorios y hospitales católicos nos hemos puesto al servicio de los más necesitados y de los contagiados del virus. Tenemos necesidad de apoyo para renovar los equipos y para contar con las medicinas que requieren nuestros enfermos.

VENEZUELA

¿Consigue mantener el contacto con los refugiados venezolanos? ¿Pierden ellos el vínculo con la Iglesia cuando llegan a un país extranjero?

Los emigrantes venezolanos se acercan a los siete millones. Es la migración más numerosa de la historia moderna realizada en menos de una década. La vida de todo migrante es siempre difícil y dolorosa. La gente no deja su país porque quiere, sino huyendo del hambre, de la violencia, de la guerra, de la falta de condiciones dignas de vida, de la pérdida de futuro. Ya hay comunidades más o menos organizadas de venezolanos en los distintos países donde han llegado, donde encuentran orientación y ayuda.

Nuestro pueblo venezolano es profundamente religioso, cree en Dios, tiene una gran devoción por la Virgen María en sus distintas advocaciones, siente la cercanía del beato José Gregorio Hernández, médico de los pobres. De las pocas cosas que caben en la maleta del migrante venezolano es la fe en Dios.

Al llegar a los nuevos países buscan a la Iglesia católica. Las Iglesias de los diferentes países los han acogido con cariño. Les están brindando ayuda a través de los programas sociales de Cáritas de atención a los migrantes.

Nos dicen algunos obispos que muchas de sus parroquias se han renovado pastoralmente con la contribución y participación de los migrantes venezolanos. Nos alegramos por ello y pedimos a todas las diócesis que los valoricen y los integren en sus comunidades. Como aconteció con la primera comunidad cristiana (cf. el capítulo 8 de los Hechos de loa Apóstoles), la diáspora de los discípulos permitió que creciera la Iglesia por el anuncio del Evangelio de los migrantes.

Para nosotros es importante lograr la solución de los problemas del país, para detener la migración masiva que nos empobrece aún más, pues la mayoría de los migrantes son jóvenes. Si se lograran las condiciones adecuadas, no solo los venezolanos sino todos los migrantes regresarían a sus lugares de origen, pues para todas las gentes no hay mejor país que el propio.

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Por último, ¿qué espera de la Iglesia universal? ¿Cuáles son sus necesidades más importantes?

Esperamos que las Iglesias hermanas de otros países no nos dejen solos. Que se acuerden de los pueblos que más sufren, con la oración y con la cooperación para seguir acompañando a los pobres en sus necesidades: alimentación, salud, educación, formación laboral… pero también en el sostenimiento de la necesidades espirituales.

Por tanto, colaboración para que los sacerdotes y religiosas podamos quedarnos entre el pueblo, para que las iglesias consigan su mantenimiento mínimo y los centros sociales, esperanza de los pobres, donde compartimos el pan no tengan que cerrar. Gracias por toda la colaboración de ACN, en ella descubrimos que, de verdad y en gestos concretos, somos una Iglesia católica, que es lo mismo que decir universal porque es fraterna.